viernes, 6 de septiembre de 2013

Panorama del arte en las últimas décadas del siglo XX: Artes plásticas



En la década de 1970, aparecieron tendencias basadas en la ruptura con los soportes tradicionales, especialmente los cuadros de taller y las esculturas.

El arte rompe así sus limitaciones convencionales y se manifiesta en la naturaleza, la ciudad, el cuerpo humano, el mundo cotidianos. El arte conceptual, por su parte, engloba múltiples realizaciones que tienen en común la supremacía de la idea del artista sobre la obra acabada.

Tres figuras y retrato. f. Bacon. 1975
A principios de la década de 1980 se desató una reacción contra la impersonalidad del minimalismo y otros estilos abstractos, que provocó un renacimiento de la pintura figurativa denominado neoexpresionismo.
Evocador y provocativo, el neoexpresionismo empleaba con frecuencia formas distorsionadas y coloridos intensos, inspirados en los expresionistas alemanes de setenta años antes.
G. Baselitz. Dance arround the cross
Entre los pintores asociados a este movimiento destacan los alemanes Anselm Kiefer, Georg Baselitz y A. R. Penck, los italianos Sandro Chia y Enzo Cucchi, y los estadounidenses Julian Schnabel y David Salle.
 
A. Kiefer. Héroes espirituales alemanes. 1973

Con anterioridad a que el neoexpresionismo devolviera el interés por la pintura figurativa, cierto número de artistas independientes habían destacado por sus representaciones figurativas.
Los personajes atormentados y marginados de Francis Bacon, los hábiles retratos urbanos y las escenas frívolas de David Hockney o el realismo tradicionalista de Lucian Freud son muestras de la fuerza de esta corriente en el arte del último cuarto del siglo XX. En este sentido, también cabe destacar la labor del español Antonio López, un hiperrealista con tintes surrealistas que ha alcanzado una gran proyección internacional gracias a sus vistas de Madrid.
En el panorama de la escultura, a mediados de la década de 1980, especialmente en la obra de Joel Shapiro y otros, la figura humana comienza a reaparecer dentro de la tendencia conocida como posmodernismo.
Otro escultor reconocido mundialmente es Isamu Noguchi. Hijo de madre estadunidense y padre japonés (el poeta Yone Noguchi), Isamu se debatió toda su vida entre estas dos herencias, preocupado siempre por ser aceptado en ambos medios.
Ese conflicto interno definió en gran medida su camino del arte, un sendero en el cual se conjugó lo mejor de la tradición oriental y el modernismo occidental, aunque entre Japón y Estados Unidos hubo rechazos y descalificación a su obra por el conflicto bélico entre ambas naciones que lo formaron
 A este productor versátil le interesó trabajar en múltiples estilos y medios; más allá, en experimentar con nuevos materiales. Aun en los últimos años de su vida (murió a los 84 años) se lanzaba a la aventura de explorar en piedras hasta que ­como él mismo decía­ "encontraba la esencia o el espíritu de la roca".
El Posmodernismo
El posmodernismo es una corriente artística de la segunda mitad del siglo XX, que se caracteriza, a grandes rasgos, por el empleo de materiales, formas y técnicas modernas combinadas según las sutilezas compositivas y simbólicas de los estilos clásicos.
En arquitectura supuso una reacción contra el dogmatismo del movimiento moderno. En el resto de las artes puede entenderse como un cambio de postura ante la filiación abstracta y conceptual de las primeras vanguardias del siglo XX, o también como una evolución desde el Pop Art, cuyo eclecticismo y populismo explotó el valor simbólico de los objetos cotidianos.
Como defendía Charles Jencks, teórico de este movimiento, el espíritu posmodermo "es al mismo tiempo la continuación de lo moderno y su superación". El término también se aplica a la literatura y a la danza.
 
Arquitectura
El posmodernismo ha dominado una etapa de la arquitectura de finales del siglo XX, especialmente durante las décadas de 1970 y 1980, cuando sus representantes más destacados (Robert Venturi, Michael Graves, James Stirling, Ricardo Bofill, Aldo Rossi, Charles Moore, Hans Hollein, Arata Isozaki, Mario Botta, Rob y León Krier, Robert A. M. Stern y Óscar Tusquets, entre otros) gozaron de un gran prestigio en el ámbito teórico y obtuvieron importantes encargos institucionales.
 

Su obra, dotada de un cierto carácter manierista, se ha difuminado en infinidad de estilos, desde el clasicismo a la modernidad pasando por las actitudes vernáculas.
Este eclecticismo ha pretendido reflejar la pluralidad esencial de la sociedad postindustrial, un factor decisivo para la arquitectura pública, que debe representar a una gran variedad de personas con gustos y referencias culturales dispares. Su actitud contra la modernidad se resume en la máxima de Robert Venturi, que desafió con su "Less is a bore" (menos es un aburrimiento) a la famosa consigna de Ludwig Mies van der Rohe "Less is more" (menos es más).
El deseo de agradar a las clases medias ha inducido a los arquitectos posmodernistas a insertar en sus obras referencias y motivos decorativos de los estilos históricos. Una muestra de ello es el edificio de James Stirling y Michael Wilford para la Staatsgalerie de Stuttgart (1977-1984), donde ciertos elementos coloristas (como los pasamanos o las marquesinas) adornan un edificio que también contiene referencias académicas a la arquitectura clasicista, en concreto a la obra del alemán Friedrich Schinkel. Este carácter populista se opone al espíritu del movimiento moderno, cuyas composiciones austeras sólo puede disfrutar (según los posmodernistas) una escasa elite cultural.
 
Staatsgalerie

Staatsgalerie

Staatsgalerie
De acuerdo con este razonamiento crítico, la preocupación de las vanguardias históricas por las formas abstractas también olvidaba el papel que desempeñan las asociaciones simbólicas en nuestra percepción de la arquitectura.
Estas connotaciones culturales o históricas se han aplicado en la realización de numerosos edificios culturales, como el Museo de Arte romano de Mérida, de Rafael Moneo, la Staatsgalerie de Stuttgart o la nueva ala Sainsbury de la National Gallery en Londres, obra de Robert Venturi y Denise Scott-Brown.
 Otro argumento fundamental es la valoración del genus loci  o genio del lugar, un concepto asociado a los contextos urbano, físico e histórico en los que se inscribe cualquier obra arquitectónica.
La ironía sobre los estilos históricos también se aprecia como motivo recurrente del posmodernismo.
En el edificio bautizado como Las Escalas del Barroco (París, 1979-1986), de Ricardo Bofill, las fachadas vítreas de los interiores de las viviendas conforman una enorme columnata dórica, rematada por un entablamento gigante de piezas prefabricadas en hormigón armado.
Una inspiración semejante se puede encontrar en el Portland Public Service Building (Portland, 1980-1982) de Michael Graves, un edificio de oficinas en el que, sobre una moderna fachada de muro-cortina, se dibujan dos pilastras acanaladas que simulan sostener en lo alto una gigantesca clave. 

Un caso más complejo es el del proyecto de Robert Stern para la torre del Chicago Tribune, donde las referencias históricas a una columna triunfal dórica se entremezclan con las del conocido proyecto dadaísta que propuso el arquitecto austriaco Adolf Loos en 1922.

Pintura
La combinación de modernidad con ciertas alusiones irónicas o simbólicas al pasado, distante o próximo, también es una constante estilística en los pintores y escultores del posmodernismo.
En la obra de Sandro Chia los colores vivos, las formas distorsionadas y las composiciones de planos manifiestan una raíz moderna, en particular del futurismo italiano.
S. Chia. Atletas
Sin embargo, Chia no emplea estas técnicas para representar escenas fabriles, sino la bucólica vida rural mediterránea. En todo caso, estas referencias mitológicas también, como en el caso de la arquitectura, tienen connotaciones irónicas. En su obra "Hijo del hijo" (1981), por ejemplo, la figura principal representa un ridículo campesino gigantesco que carga en su saco, no los productos de la tierra, sino tres palos de golf.
Mientras que Chia emplea una figuración estrictamente mediterránea, Mimmo Paladino realiza grabados alegóricos que aluden al cristianismo, a los rituales paganos y a la mitología clásica.


 Su obra, cargada de simbolismos y múltiples lecturas al igual que la de otros artistas posmodernistas como Guillermo Pérez Villalta, Chistopher Le Brun o Patrick Poirer, es difícil de interpretar con claridad, y aparece siempre envuelta en una atmósfera enigmática y oscura.
El gusto del posmodernismo por la figuración clásica ha llevado a muchos críticos a considerar este movimiento como una simple corriente reaccionaria, semejante a la que se produjo durante los regímenes fascistas del la década de 1930. Sin embargo, otros especialistas se inclinan a considerarlo una actitud propia de su época, caracterizada por el escepticismo político, la invasión de la información y la pérdida de inocencia respecto a los mensajes mesiánicos de las vanguardias históricas.
Arte electrónico
En las muestras de arte de la década de los años '90 se han integrado espacios dedicados íntegramente al arte electrónico, una tendencia que con los años va ganando adeptos.
El arte electrónico engloba a todas aquellas manifestaciones artísticas realizadas con medios o soportes electrónicos, que tienen especial interés por su extrema actualidad.

En estas muestras se pueden apreciar obras creadas con las últimas tecnologías multimedia, como el CD-ROM y el Net.Art (arte en red), video y arte sonoro, que crea piezas a partir de la manipulación electrónica del sonido.







Una de las características que se ha intensificado en estos últimos años, es la proliferación de ferias y macroexposiciones de arte en distintas partes del mundo. Tanto en Europa como en Estados Unidos, América Latina, Sudáfrica y Turquía se han organizado estos tipos de eventos que atraen generalmente a artistas poco conocidos dentro del panorama actual, y constituyen un punto de encuentro esencial para conocer las últimas tendencias del arte contemporáneo.

Ante este complejo rompecabezas de creadores y estilos se plantea el eterno debate de la conveniencia de este tipo de ferias y su vigencia como escenario del arte moderno.

El desmesurado despliegue de medios de las grandes muestras y su elevado coste ha llevado a calificarlas de "supermercados" en los que el arte se exhibe y se vende como cualquier otro producto de consumo. En todo caso, su validez como escaparates de las últimas tendencias, en los que se dan a conocer artistas a los que resultaría difícil acceder para un público aficionado, y como punto de encuentro de profesionales de todas partes del mundo, es algo indiscutible, y en todo caso un signo de los nuevos tiempos -globales- que corren.

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