jueves, 6 de septiembre de 2012

Arquitectura contemporánea. Arquitectura latinoamericana

Torres de la ciudad satélite. México. Luis Barragán


La arquitectura contemporánea se consolidó en Latinoamérica gracias al apoyo de Le Corbusier a dos jóvenes arquitectos brasileños: Lucio Costa y Oscar Niemeyer, y al resto del grupo de artistas que comenzaron a finales de la década de 1920 a reivindicar la renovación de los estilos historicistas.

Entre los pioneros destacaron los también brasileños Gregorio Warchanchik y Alfonso Reidy y el uruguayo Julio Vilamajó.

Después de la Segunda Guerra Mundial fueron apareciendo otras figuras importantes, especialmente en México, donde los principios del movimiento se combinaron con el carácter colonial y con las reivindicaciones precolombinas. Entre los mejores arquitectos mexicanos cabe destacar a Luis Barragán, Juan O’Gorman y Pedro Ramírez Vázquez, líderes de una primera generación que ha consolidado la arquitectura contemporánea en ese país. Otros arquitectos destacados del último medio siglo han sido el venezolano Carlos Raúl Villanueva, el colombiano Rogelio Salmona y el uruguayo Eladio Dieste.
Carlos Raúl Villanueva


Eladio Dieste (1917-2000), un ingeniero de origen uruguayo mundialmente conocido por la denominada cerámica armada.

Ante la necesidad de construir con bajos costos Dieste toma el ladrillo, material económico en su producción, y crea con el superficies livianas y resistentes que incluso pueden tener formas curvas, y que son lo que el denominó cerámica armada.
 Este sistema constructivo consigue diseñar finas láminas a partir de la combinación de ladrillo, hierro y un poco de mortero, que se construyen sobre un encofrado móvil.



En el panorama artístico latinoamericano cabe destacar la arquitectura desarrollada en México a partir de la segunda década del siglo XX.
Es una arquitectura personal y característica, que ha depurado algunas de las variables del movimiento moderno -la plástica lineal de los volúmenes, los grandes ventanales longitudinales o el funcionalismo extremo, sin caer en la alternativa del lenguaje neocolonial y californiano.
José Villagrán García marca la primera etapa definida de la arquitectura mexicana desde sus planteamientos racionalistas y anti-academicistas de los años 20.


Su Granja Sanitaria (1925) se considera el comienzo de la modernidad en México, mientras que su edificio para la Facultad de Arquitectura en la ciudad universitaria de México, D.F. (1952) es la culminación del predominio creativo de la función-programa, subordinando las resultantes formales. En colaboración con Enrique del Moral proyectó, entre otros, el edificio de oficinas de Condesa (1950, México), el hotel de la Alameda y el María Isabel (1963).
Por otro lado, la impronta del muralismo se encuentra en algunas obras de Mario Pani, cuya tendencia formalista inició un estilo cuyos rasgos se aprecian en la Escuela Normal para Maestros en México, D.F., que cuenta con murales de José Clemente Orozco y esculturas de Ortiz Monasterio.
Enrique Yáñez reafirmó la integración de arquitectura y naturaleza en el proyecto para su casa, donde se relacionan los espacios abiertos y cerrados con patios-jardines interiores y juegos de masas y vacíos. Yáñez puede considerarse uno de los pioneros de la arquitectura funcionalista mexicana, entre la que destaca su edificio de oficinas para el Sindicato de Electricistas en México, D.F. (1940).



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