El muralismo mexicano es uno de los aportes más notorios del arte latinoamericano.
Se trata de un movimiento
artístico de carácter indigenista, que surge tras la Revolución Mexicana
de 1910 de acuerdo con un programa destinado a socializar el arte, y
que rechaza la pintura tradicional de caballete, así como cualquier otra obra
procedente de los círculos intelectuales.
Propone
la producción de obras monumentales para el pueblo en las que se retrata la
realidad mexicana, las luchas sociales y otros aspectos de su historia.
El
muralismo mexicano fue uno de los fenómenos más decisivos de la plástica
contemporánea iberoamericana y sus principales protagonistas fueron Diego Rivera, José Clemente
Orozco y David Alfaro Siqueiros. A partir de 1930 el movimiento se
internacionalizó y se extendió a otros países de América.
El
impulsor de este movimiento fue José Vasconcelos, filósofo y primer secretario
de Educación Pública de México quien, tras la Revolución, pidió a un grupo de artistas
jóvenes revolucionarios que plasmaran en los muros de la Escuela Nacional
Preparatoria de la ciudad de México la imagen de la voluntad
nacional.
Murales de Diego Rivera (1886-1954)
Diego Rivera recibió la influencia de Picasso y Gris. Exhalta los
valores indígenas y constituye con Siqueiros y Orozco uno de los más grandes
muralistas de la nueva realidad latinoamerica
Los
artistas tenían total libertad para elegir los temas y mostrar un mundo nuevo
sobre las ruinas, la enfermedad y la crisis política surgida tras la Revolución. Influenciados
por el rico pasado precolombino y colonial, los muralistas desarrollaron un
arte monumental y público, de inspiración tradicional y popular, que ponía fin
al academicismo reinante, exaltando su cultura y origen precortesiano.
Manifiesto a favor
del indigenismo
La
pintura mural fue declarada el arte oficial de la Revolución. El
manifiesto en el que se hacen públicos los principios del movimiento,
Manifiesto del Sindicato de Pintores y Escultores, fue dedicado a "la raza
indígena, humillada durante siglos, a los soldados que lucharon en pro de las
reivindicaciones populares; a los obreros y los campesinos, y los intelectuales
no pertenecientes a la burguesía" y parte de nuevas ideas y conceptos:
"repudiamos la pintura llamada de caballete y todo arte de cenáculo
ultraintelectual por aristocrático, y exaltamos las manifestaciones de arte monumental
por ser de utilidad pública. Proclamamos que toda manifestación estética ajena
o contraria al sentimiento popular es burguesa y debe desaparecer porque
contribuye a pervertir el
gusto de nuestra raza, ya casi completamente pervertida en las ciudades.
Proclamamos que los creadores de belleza deben esforzarse porque su labor
presente un aspecto claro de propaganda ideológica en bien del pueblo, haciendo
del arte una finalidad de belleza para todos, de educación y combate”.
Reivindican el arte indígena como arte en sí mismo y como modelo social, el
arte del pueblo de México es la manifestación espiritual más grande y más sana
del mundo y su tradición indígena es la mejor de todas".
El
muralismo se desarrolló e integró fundamentalmente en los edificios públicos y
en la arquitectura virreinal.
Los
muralistas se convirtieron en cronistas de la historia mexicana y del
sentimiento nacionalista, desde la antigüedad hasta el momento actual.
La
figura humana y el color se convierten en los verdaderos protagonistas de la pintura. En cuanto a
la técnica, redescubrieron el empleo del fresco y de la encáustica, y
utilizaron nuevos materiales y procedimientos que aseguraban larga vida a las
obras realizadas en el exterior. El introductor de nuevas técnicas y materiales
fue Siqueiros, que empleó como pigmento pintura de automóviles (piroxilina) y
cemento coloreado con pistola de aire; Rivera, Orozco y Juan O’Gorman emplearon
también mosaicos en losas precoladas, mientras que Pablo O’Higgins utilizó
losetas quemadas a temperaturas muy altas. Las investigaciones técnicas
llevaron también al empleo de bastidores de acero revestidos de alambre y metal
desplegado, capaces de sostener varias capas de cemento, cal y arena o polvo de
mármol, de unos tres centímetros de espesor.
Desde 1922 hasta nuestros días no se han dejado de hacer
murales en México, lo que prueba el éxito y la fuerza del movimiento. En la
década de 1930, la internacionalización del muralismo se extendió a Argentina,
Perú y Brasil, y fue adoptado incluso por Estados Unidos en algunos de sus
edificios públicos.
Clemente Orozco - "Lucha fraticida"
José Clemente Orozco (1883-1949). Hace gala
de un hábil dibujo y un rico cromatismo a la vez que utiliza una técnica
pictórica sobria. Este fresco sobre muro es el primer mural mexicano donde se representa
la lucha revolucionaria armada.
Un óleo de Osvaldo Guayasamín (1919)
ECUADOR.
Sus cuadros de manos crispadas de las madres y los rostros de angustia,
reflejan la realidad del indígena latinoamericano; su técnica es muy limpia.
Uruguay
Pedro Figari (1861-1938)
Su obra como pintor -encarada a los 58
años- recoge la vida cotidiana de dos ámbitos de nuestro país: el campo y la
cultura negra, de fuerte impacto en la sociedad montevideana de comienzos de
siglo.
El mismo lo describe así:
"Fue como enamorado de la leyenda
racial rioplatina que me apliqué a pintar, y es por haber pretendido colocarla
en su propio ropaje y en su ambiente propio que logré hacerme de una técnica
mía, original, una técnica-lenguaje, que me permitiese decir como aparecían en
mis recuerdos las imágenes que pude gestar "
Joaquín Torres García
La vigorosa personalidad de J.Torres García
se despliega en las más diversas manifestaciones artísticas: juguetes de
madera, murales, pinturas, etc.
Conferencias, clases y libros documentan el
minucioso afán de un artista que creó un universo estético, el Universalismo
Constructivo, de singular influencia en la pintura, la cerámica e incluso la
arquitectura del Uruguay.Verdadero profeta de las vanguardias del arte
latinoamericano, las pinturas constructivas son verdaderos paradigmas de la
imaginación.
"La propuesta constructiva no sólo
asocia aspectos emotivos y formales, sino que está dotada de la riqueza que le
confiere la multiplicidad de los recursos pictóricos, sensuales toques de color
y variaciones empleadas. Son sinfonías de símbolos, líneas, tonos y colores.
Artista de gran cotización en el mercado
internacional, su obra se exhibe en el Museo Torres Garcia ubicado en la Ciudad Vieja de
Montevideo.
Planismo
Se conoce con el nombre de
"Planismo" la modalidad que adquiere la pintura uruguaya en el
período comprendido entre 1920 y 1930.
José Cuneo es considerado el introductor
del planismo en el Uruguay,
fundamentalmente a través de las obras realizadas entre 1914 - 1918 y expuestas
en Montevideo en Corralejo y Cía. en 1918.
En forma casi inmediata otros autores
adquieren la misma modalidad. Como extremo temporal opuesto las obras de
Petrona Viera muestran un planismo que se extiende en la década del 30.
La denominación "planismo"
corresponde al crítico y escritor Eduardo Dieste y será utilizada
posteriormente por los críticos José Pedro Argul y Fernando García Esteban,
extendiéndose hasta nuestros días.
Se habla de "modalidad" y no de
escuela ya que el procedimiento planista constituyó una impronta que ha
caracterizado a casi todas las escuelas desde comienzos de este siglo.
Fuera de dichas disquisiciones
terminológicas, el planismo se estableció con poderosa influencia y permanencia
en el tiempo. La difusión que adquiere a través de clases y talleres del
Círculo de Bellas Artes tiene, sin duda, importancia en su expansión.
Guillermo
Laborde (1887-1977)
Deporte - c.1935
La mayoría de los pintores de la época
pasaron por una experiencia planista en algún momento de su trayectoria
plástica. Entre ellos: José Cuneo, Carmelo de Arzadun, Humberto Causa, César
Pesce Castro, Alfredo de Simone, Domingo Bazzurro, Guillermo Laborde, Melchor
Méndez Magariños, Andrés Etchebarne Bidart, Petrona Viera. Con alguna excepción
estos artistas nacieron entre 1880 y 1895 y tuvieron un itinerario formativo
similar.
José Cuneo
Realizaron primeramente estudios en el
pujante Círculo de Bellas Artes, lugar al que algunos retornaron como docentes.
Cumplieron con el ansiado viaje a Europa (amparados por la Ley de Becas de 1907
o a través de sus propios recursos), eligiendo generalmente España y Francia.
Muchas veces se encontraron en Europa compartiendo academias y docentes.
Convergieron en una común admiración hacia
la estridencia fauvista, hacia las variantes que el post impresionismo
desplegaba en los medios plásticos, hacia la atmósfera cubista (ya que al decir
del propio Cuneo las obras cubistas no eran fáciles de ver hacia 1920).
Aceptaron en general las nuevas vertientes
mediatizándolas, congeniándolas con la realidad local. Tuvieron activa
participación en cenáculos, revistas (que a menudo ilustraban), o agrupaciones
de carácter interdisciplinario como Teseo (liderada por Eduardo Dieste), que
tanto hicieron por la difusión
cultural nacional.
Van templando así una conciencia grupal en
medio de un clima de euforia nacional con un comprometido sentido localista
paralelamente abierto a innovaciones.
Su obra no cuestiona la realidad (mirada en
general con optimismo), sin embargo, son pintores rebeldes en relación con el
nuevo lenguaje plástico que desarrollan. Esa "mirada" se vuelca
especialmente al paisaje, al que hacen un "gran campo experimental".
En la exposición organizada por el
grupo Teseo en Buenos Aires, en julio de 1927, cuarenta y
cinco de las sesenta obras expuestas eran paisajes en su mayoría planistas.
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