martes, 8 de mayo de 2012

Artes plásticas en América Latina en el siglo XX

Las artes plásticas en América Latina tuvieron, a lo largo de su proceso histórico tras la conquista y colonización, una fuerte influencia europea. El eurocentrismo artístico, basado en el clasicismo y el realismo impregnó las diferentes escuelas. Y luego, las nuevas corrientes -el cubismo, el surrealismo, etc- ejercieron su influencia.

El muralismo mexicano es uno de los aportes más notorios del arte latinoamericano.

Se trata de un movimiento artístico de carácter indigenista, que surge tras la Revolución Mexicana de 1910 de acuerdo con un programa destinado a socializar el arte, y que rechaza la pintura tradicional de caballete, así como cualquier otra obra procedente de los círculos intelectuales.
Propone la producción de obras monumentales para el pueblo en las que se retrata la realidad mexicana, las luchas sociales y otros aspectos de su historia.
El muralismo mexicano fue uno de los fenómenos más decisivos de la plástica contemporánea iberoamericana y sus principales protagonistas fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. A partir de 1930 el movimiento se internacionalizó y se extendió a otros países de América.
El impulsor de este movimiento fue José Vasconcelos, filósofo y primer secretario de Educación Pública de México quien, tras la Revolución, pidió a un grupo de artistas jóvenes revolucionarios que plasmaran en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria de la ciudad de México la imagen de la voluntad nacional.
 Murales de Diego Rivera (1886-1954)
Diego Rivera recibió la influencia de Picasso y Gris. Exhalta los valores indígenas y constituye con Siqueiros y Orozco uno de los más grandes muralistas de la nueva realidad latinoamerica
Los artistas tenían total libertad para elegir los temas y mostrar un mundo nuevo sobre las ruinas, la enfermedad y la crisis política surgida tras la Revolución. Influenciados por el rico pasado precolombino y colonial, los muralistas desarrollaron un arte monumental y público, de inspiración tradicional y popular, que ponía fin al academicismo reinante, exaltando su cultura y origen precortesiano.
Manifiesto a favor del indigenismo
La pintura mural fue declarada el arte oficial de la Revolución. El manifiesto en el que se hacen públicos los principios del movimiento, Manifiesto del Sindicato de Pintores y Escultores, fue dedicado a "la raza indígena, humillada durante siglos, a los soldados que lucharon en pro de las reivindicaciones populares; a los obreros y los campesinos, y los intelectuales no pertenecientes a la burguesía" y parte de nuevas ideas y conceptos: "repudiamos la pintura llamada de caballete y todo arte de cenáculo ultraintelectual por aristocrático, y exaltamos las manifestaciones de arte monumental por ser de utilidad pública. Proclamamos que toda manifestación estética ajena o contraria al sentimiento popular es burguesa y debe desaparecer porque contribuye a pervertir el gusto de nuestra raza, ya casi completamente pervertida en las ciudades. Proclamamos que los creadores de belleza deben esforzarse porque su labor presente un aspecto claro de propaganda ideológica en bien del pueblo, haciendo del arte una finalidad de belleza para todos, de educación y combate”. Reivindican el arte indígena como arte en sí mismo y como modelo social, el arte del pueblo de México es la manifestación espiritual más grande y más sana del mundo y su tradición indígena es la mejor de todas".
El muralismo se desarrolló e integró fundamentalmente en los edificios públicos y en la arquitectura virreinal.
Los muralistas se convirtieron en cronistas de la historia mexicana y del sentimiento nacionalista, desde la antigüedad hasta el momento actual.
La figura humana y el color se convierten en los verdaderos protagonistas de la pintura. En cuanto a la técnica, redescubrieron el empleo del fresco y de la encáustica, y utilizaron nuevos materiales y procedimientos que aseguraban larga vida a las obras realizadas en el exterior. El introductor de nuevas técnicas y materiales fue Siqueiros, que empleó como pigmento pintura de automóviles (piroxilina) y cemento coloreado con pistola de aire; Rivera, Orozco y Juan O’Gorman emplearon también mosaicos en losas precoladas, mientras que Pablo O’Higgins utilizó losetas quemadas a temperaturas muy altas. Las investigaciones técnicas llevaron también al empleo de bastidores de acero revestidos de alambre y metal desplegado, capaces de sostener varias capas de cemento, cal y arena o polvo de mármol, de unos tres centímetros de espesor.
Desde 1922 hasta nuestros días no se han dejado de hacer murales en México, lo que prueba el éxito y la fuerza del movimiento. En la década de 1930, la internacionalización del muralismo se extendió a Argentina, Perú y Brasil, y fue adoptado incluso por Estados Unidos en algunos de sus edificios públicos.

 Clemente Orozco - "Lucha fraticida"
 José Clemente Orozco (1883-1949). Hace gala de un hábil dibujo y un rico cromatismo a la vez que utiliza una técnica pictórica sobria. Este fresco sobre muro es el primer mural mexicano donde se representa la lucha revolucionaria armada.


Un óleo de Osvaldo Guayasamín (1919) ECUADOR.
Sus cuadros de manos crispadas de las madres y los rostros de angustia, reflejan la realidad del indígena latinoamericano; su técnica es muy limpia.
Uruguay

Pedro Figari (1861-1938)
Su obra como pintor -encarada a los 58 años- recoge la vida cotidiana de dos ámbitos de nuestro país: el campo y la cultura negra, de fuerte impacto en la sociedad montevideana de comienzos de siglo.

El mismo lo describe así:
"Fue como enamorado de la leyenda racial rioplatina que me apliqué a pintar, y es por haber pretendido colocarla en su propio ropaje y en su ambiente propio que logré hacerme de una técnica mía, original, una técnica-lenguaje, que me permitiese decir como aparecían en mis recuerdos las imágenes que pude gestar "


Joaquín Torres García
La vigorosa personalidad de J.Torres García se despliega en las más diversas manifestaciones artísticas: juguetes de madera, murales, pinturas, etc.

Conferencias, clases y libros documentan el minucioso afán de un artista que creó un universo estético, el Universalismo Constructivo, de singular influencia en la pintura, la cerámica e incluso la arquitectura del Uruguay.Verdadero profeta de las vanguardias del arte latinoamericano, las pinturas constructivas son verdaderos paradigmas de la imaginación.

"La propuesta constructiva no sólo asocia aspectos emotivos y formales, sino que está dotada de la riqueza que le confiere la multiplicidad de los recursos pictóricos, sensuales toques de color y variaciones empleadas. Son sinfonías de símbolos, líneas, tonos y colores.
Artista de gran cotización en el mercado internacional, su obra se exhibe en el Museo Torres Garcia ubicado en la Ciudad Vieja de Montevideo.

Planismo
Se conoce con el nombre de "Planismo" la modalidad que adquiere la pintura uruguaya en el período comprendido entre 1920 y 1930.
José Cuneo es considerado el introductor del planismo en el Uruguay, fundamentalmente a través de las obras realizadas entre 1914 - 1918 y expuestas en Montevideo en Corralejo y Cía. en 1918.
En forma casi inmediata otros autores adquieren la misma modalidad. Como extremo temporal opuesto las obras de Petrona Viera muestran un planismo que se extiende en la década del 30.

La denominación "planismo" corresponde al crítico y escritor Eduardo Dieste y será utilizada posteriormente por los críticos José Pedro Argul y Fernando García Esteban, extendiéndose hasta nuestros días.
Se habla de "modalidad" y no de escuela ya que el procedimiento planista constituyó una impronta que ha caracterizado a casi todas las escuelas desde comienzos de este siglo.
Fuera de dichas disquisiciones terminológicas, el planismo se estableció con poderosa influencia y permanencia en el tiempo. La difusión que adquiere a través de clases y talleres del Círculo de Bellas Artes tiene, sin duda, importancia en su expansión. 

Guillermo Laborde (1887-1977)
Deporte - c.1935

La mayoría de los pintores de la época pasaron por una experiencia planista en algún momento de su trayectoria plástica. Entre ellos: José Cuneo, Carmelo de Arzadun, Humberto Causa, César Pesce Castro, Alfredo de Simone, Domingo Bazzurro, Guillermo Laborde, Melchor Méndez Magariños, Andrés Etchebarne Bidart, Petrona Viera. Con alguna excepción estos artistas nacieron entre 1880 y 1895 y tuvieron un itinerario formativo similar.

 José Cuneo

Realizaron primeramente estudios en el pujante Círculo de Bellas Artes, lugar al que algunos retornaron como docentes. Cumplieron con el ansiado viaje a Europa (amparados por la Ley de Becas de 1907 o a través de sus propios recursos), eligiendo generalmente España y Francia. Muchas veces se encontraron en Europa compartiendo academias y docentes.
Convergieron en una común admiración hacia la estridencia fauvista, hacia las variantes que el post impresionismo desplegaba en los medios plásticos, hacia la atmósfera cubista (ya que al decir del propio Cuneo las obras cubistas no eran fáciles de ver hacia 1920).

Aceptaron en general las nuevas vertientes mediatizándolas, congeniándolas con la realidad local. Tuvieron activa participación en cenáculos, revistas (que a menudo ilustraban), o agrupaciones de carácter interdisciplinario como Teseo (liderada por Eduardo Dieste), que tanto hicieron por la difusión cultural nacional.
Van templando así una conciencia grupal en medio de un clima de euforia nacional con un comprometido sentido localista paralelamente abierto a innovaciones.

Su obra no cuestiona la realidad (mirada en general con optimismo), sin embargo, son pintores rebeldes en relación con el nuevo lenguaje plástico que desarrollan. Esa "mirada" se vuelca especialmente al paisaje, al que hacen un "gran campo experimental". En la exposición organizada por el grupo Teseo en Buenos Aires, en julio de 1927, cuarenta y cinco de las sesenta obras expuestas eran paisajes en su mayoría planistas.

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