El crecimiento económico de
América Latina, beneficiado por el contexto de las guerras, se estanca a partir
de la década de 1950. La intervención de Estados Unidos en el marco de la
guerra fría y su dependencia económica, la forzarán a ubicarse en la periferia
de la economía mundial.
Panorama de América Latina tras la Segunda Guerra Mundial
Las
dos guerras mundiales sufridas en Europa, provocaron en América Latina un
notable crecimiento, y una diversificación en la mayoría de sus sectores
económicos.
La nueva industria se
atrincheró tras las barreras aduaneras que los gobiernos levantaron para
protegerla, y creció gracias a las medidas que el estado adoptó para restringir
y controlar las importaciones, fijar tasas especiales de cambio, evitar
impuestos, comprar o financiar los excedentes de producción, tender caminos
para hacer posible el transporte de las materias primas y las mercaderías, y
crear o ampliar las fuentes de energía.
Los gobiernos de Getulio
Vargas (1930/1945 y 1951/1954), Lázaro Cárdenas (1934/1940) y Juan Domingo
Perón (1946/1955), de signo nacionalista y amplia proyección popular,
expresaron en Brasil, México y
Argentina, la necesidad de despegue, desarrollo o consolidación, según cada
caso y cada período, de la industria nacional.
El "espíritu de
empresa" fue, en América Latina, una característica del Estado, sobre todo
en los períodos de impulso decisivo.
Chile, Colombia y Uruguay
también vivieron procesos de industrialización sustitutiva de importaciones, en
los períodos que aquí se describen.
La política de bienestar aplicada en Uruguay por José
Batlle y Ordoñez y posteriormente por Luis Batlle Berres no se limitó a poner
en práctica la legislación más avanzada de su tiempo, sino que además
impulsó con fuerza el desarrollo
cultural y la educación de masas, y nacionalizó los servicios públicos y varias
actividades productivas de considerable importancia económica
Sin
embargo, estas políticas no sentaron las bases para un proceso de
industrialización sostenido, sino que a nivel global, América Latina seguía
formando parte de la periferia mundial.
Los
beneficios de su rápido desarrollo económico no se redistribuyeron de forma
equitativa entre el conjunto de la población, y cuando Europa se reorganiza
tras la Segunda
Guerra Mundial y Estados Unidos se afianza como potencia
mundial, sobrevendrá la crisis.
Las modificaciones de la
economía mundial, en especial la formación del Mercado Común Europeo (1957) y
la sustitución de la hegemonía británica por la estadounidense en América
Latina, dejó a las producciones exportables latinoamericanas a la deriva.
Los productos que
fabrican los países industrializados suben de precio mientras bajan, por lo
menos relativamente, los precios de las materias primas que exportan los países en "vías de desarrollo".
La necesidad de asociación de la industria
nacional con las corporaciones, se hacía
perentoria a medida que se iban quemando etapas en la sustitución de
manufacturas importadas y las nuevas fábricas requerían más altos niveles de
técnica y de organización.
Estados
Unidos había reemplazado a Gran Bretaña como mercado más importante y como
principal inversor de bienes de capital en Latinoamérica, y en el siglo XX
estableció su hegemonía a todos los niveles sobre la región, interviniendo con
frecuencia en los asuntos internos de la mayoría de los países del continente.
Así,
el estancamiento económico de América Latina coincidió con una gran expansión
de las empresas norteamericanas en la región.
El
dólar se transformó en un instrumento de
acumulación de una liquidez internacional que tendía a crecer con el volumen de
las transacciones internacionales. De esta forma, los Estados Unidos
adquirieron el privilegio de emitir un papel moneda que, por tener garantía del
gobierno norteamericano, poseía poder liberatorio en todos los países del mundo.
El
nuevo sistema resultaría de la proyección internacional de un conjunto de
empresas norteamericanas. Como las empresas que tendieron a proyectarse a
escala mundial estaban estructuradas en oligopolios dentro de la economía de
EEUU, tendría que reproducirse un sistema similar de decisiones en escala
multinacional.
Así,
a diferencia de la antigua economía internacional, fundada en un mercado
internacional de productos, la nueva comenzó a definirse como un sistema de
decisiones de ámbito multinacional, cuya coherencia derivaba de criterios
valorativos establecidos a partir de la realidad interna de la economía
norteamericana.
En
1957, en un censo realizado a las empresas norteamericanas en el extranjero, 45
empresas controlaban el 75% del total de las inversiones directas. En el sector
manufacturero, 143 empresas controlaban
el 41% de las inversiones totales.
Por
otra parte, frente al temor del avance comunista, Estados Unidos promovió
diversos acuerdos (Acta de Chapultepec, en 1945; Tratado de Río, en 1947) en
los que afirmaba la ayuda mutua entre los países americanos frente a cualquier
vulneración de su soberanía por un Estado no americano.
En ese sentido, la
creación de la Organización de Estados Americanos (1948) tenía como objetivo
poner en práctica la Doctrina
Monroe a través del panamericanismo. No obstante,
argumentando el temor a que el
comunismo se extendiera por Latinoamérica, Estados Unidos emprendió acciones
unilaterales contra Guatemala (1954), Cuba (1961), República Dominicana (1965),
Chile (1973), Granada (1984), El Salvador y Nicaragua en la década de 1980 sin
consultar con sus aliados latinoamericanos.
Desde
que terminó la Segunda Guerra Mundial y la mayoría de los imperios
reconocidos se disolvieron, ha prevalecido lo que podríamos calificar como el
moderno imperialismo económico, donde el dominio no se manifiesta de manera
oficial. Por ejemplo, Estados Unidos ejerce un considerable control sobre
determinadas naciones del Tercer Mundo debido a su poder económico y su
influencia en algunas organizaciones financieras internacionales, tales como el
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Del mismo modo, las
potencias europeas han seguido interviniendo de forma significativa en la vida
política y económica de sus antiguas colonias, por lo que han sido acusadas de
practicar el neocolonialismo, que consiste en ejercer la soberanía de una
nación sin que exista un gobierno colonial oficial.
El presidente del Consejo Internacional de la
Cámara de Comercio de Estados Unidos, Phillip Courtney (1959) definía de esta
manera la política estadounidense para América Latina: "Históricamente,
una de las razones principales de los Estados Unidos para invertir en el
exterior es el desarrollo de los recursos naturales, particularmente minerales
y, más especialmente, petróleo. Es perfectamente obvio que los incentivos de
este tipo de inversiones no puedan menos que incrementarse. Nuestras
necesidades de materias primas están en constante aumento a medida que la
población se expande y el nivel de vida sube. Al mismo tiempo, nuestros
recursos domésticos se agotan...".
Era imprescindible entonces que en
América Latina estuvieran al frente gobiernos afines a las inversiones
trasnacionales en lugar de gobiernos proteccionistas.
En
América Latina, con excepción de la economía venezolana -basada en la
exportación de petróleo explotado por grandes compañías extranjeras-, las
economías de la región fueron seriamente afectadas, también en grados diversos,
por la declinación relativa del comercio internacional de productos primarios.
Esta
nueva industrialización, centrada en las inversiones extranjeras en los
diferentes países, tendría consecuencias de diversa índole: debilitaría el
proceso formativo de los centros nacionales de decisiones, creando una forma de
desarticulación de las decisiones económicas; limitaría las posibilidades de
integrar el sector industrial en expansión con las actividades exportadoras; y
pondría en marcha un proceso de integración multinacional esencialmente basado
en la articulación de decisiones al nivel de las grandes empresas extranjeras
que se instalaran en la
región. Esta expansión no contribuyó a solucionar los
problemas de balanza de pagos de los países latinoamericanos, ni tampoco para
estimular el crecimiento de sus economías
Los diversos sectores
sociales, los sindicatos obreros y de empleados públicos, y las gremiales
empresariales en los distintos países latinoamericanos, lucharan entre sí por
la distribución de una riqueza cada día menor en medio de una inflación que
nada parecía detener. En Cuba, el movimiento revolucionario que se levanta
contra la dictadura de Batista, toma el poder en 1959, y será tomado como
ejemplo y bandera por movimientos revolucionarios en toda América Latina. (Ver:
Revolución Cubana)
En
1960, seis países sudamericanos y México firmaron un tratado que creaba un
Acuerdo Latinoamericano de Libre Comercio (ALALC).
Al año siguiente, el presidente John F.
Kennedy dio un nuevo enfoque a la ayuda económica para América Latina con la
creación de la Alianza para el Progreso.
Era un programa que prometía realizar
reformas económicas y sociales en las repúblicas americanas.
En abril de 1967
los países miembros de la alianza se reunieron en Punta del Este, Uruguay, para
evaluar el progreso y reafirmar su compromiso con la alianza. El punto más
importante que se acordó fue la creación de un Mercado Común Latinoamericano,
que reemplazaría a la
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. Hacia 1971,
diez años después de la creación de la Alianza, surgieron problemas por los
decepcionantes resultados, debidos al inesperado aumento de la población, el
creciente desempleo y la persistente distribución desigual de la riqueza y de
la tierra.
La dura conflictividad entre
los distintos sectores, sumada a la prolongada crisis económica que se
acentuaba, provocó el proceso de deterioro de las instituciones y el
surgimiento de movimientos guerrilleros que culminaron en la década de los años
'70 con el ascenso de las dictaduras militares en la mayoría de los países del
continente.
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