jueves, 27 de septiembre de 2012

Historia del cine: la era del cine sonoro



A fines de la década del '20 y durante los años '30, la historia del cine vive una nueva aventura. La creación del sonido promueve nuevas exploraciones a nivel formal. La industria cinematográfica crecía de la mano - y a contramano muchas veces- de los autores, y el cine, como fenómeno masivo se transforma en el medio de comunicación del siglo.


El nacimiento del cine sonoro
Hacia 1927 el cine mudo había alcanzado una culminación de la cual los films de Einsestein, Pudovkin o Dreyer son prueba evidente.
Fueron razones estrictamente comerciales las que empujaron el cambio; la empresa estadounidense Warner Brothers enfrentaba serias dificultades económicas, y para sortearlas,se jugo a introducir el  sistema sonoro conocido como Vitaphone, consistente en la grabación de las bandas sonoras musicales y los textos hablados en grandes discos que se sincronizaban con la acción de la pantalla. Parcialmente en "Don Juan" (1926) y posteriormente con "El cantor de jazz" (1927), Warner hizo la apuesta al cine sonoro, y contra los vaticinios pesimistas de muchos, logró el éxito.El eslogan de esta última película "aún no has oído nada", señaló el final de la era muda.

"El cantor de jazz" fue éxito de público, y las demás empresas productoras debieron incorporar rápidamente la novedad, lo cual implicaba una reconversión industrial tal que dejaba atrás a las empresas (y países) más débiles.
Hacia 1931 el sistema Vitaphone había sido superado por el Movietone, que grababa el sonido directamente en la película, en un tira lateral. Este proceso, inventado por Lee de Forest, se convirtió en el estándar. El cine sonoro pasó a ser un fenómeno internacional de la noche a la mañana.

Las primeras películas habladas
La transición del cine mudo al sonoro fue tan rápida que muchas películas distribuidas entre 1928 y 1929 que habían comenzado su proceso de producción como mudas, fueron sonorizadas después para adecuarse a una demanda apremiante.
Los dueños de las salas se apresuraron también a convertirlas en salas aptas para el sonoro, mientras se rodaban películas en las que el sonoro se exhibía como novedad, adaptando obras literarias, e introduciendo extraños efectos de sonido a la primera oportunidad.
Gran parte de la producción sonora optó al principio por el camino más sencillo, el de la película "cien por ciento hablada", o la redundancia: que la banda sonora repitiera lo que se veía en la imagen.
Hubo autores sin embargo, que emitieron un manifiesto reivindicando el "contrapunto audiovisual". 
Los soviéticos Einsestein y Pudovkin, el norteamericano King Vidor ("Aleluya"), el alemán Fritz Lang ("M, el vampiro negro"), el inglés Alfred Hitchcock ("Chantaje") y el francés René Clair ("La gran ilusión"), fueron algunos de los cineastas que dejaron constancia en sus films de que el sonido se podía trabajar creativamente.

Desde otro ángulo, guionistas como Ben Hecht, Dudley Nichols y Robert Riskin comenzaron a inventar diálogos especialmente elaborados para la pantalla, a los que se despojaba de todo lo que no fuera esencial para que sirvieran a la acción en vez de estorbarla.
El estilo periodístico rapidísimo que Hetch preparó para "Un gran reportaje" (1931), de Lewis Milestone, contrasta con las ingeniosas réplicas que escribiría para la obra de Lubitsch "Una mujer para dos" (1933). Nichols, por su parte, destacó por sus diálogos claros, sin ambigüedades, en películas como "María Estuardo" (1936) de John Ford. Riskin se hizo famoso por sus personajes familiares en las películas de Frank Capra, entre ellas "Sucedió una noche" (1934), protagonizada por Claudette Colbert y Clark Gable.

Películas de gángsters y musicales

Las películas de gángsters y musicales dominarían la pantalla a comienzos de 1930. El éxito de "Hampa dorada" (1930), de Mervyn Le Roy, hizo una estrella de Edward G. Robinson, provocando una serie de violentas reacciones por todo el país durante la gran depresión y la era de la prohibición. Películas como "El enemigo público número 1" (1934), de W.S. Van Oyke, o "Scarface, el terror del hampa" (1932), de Howard Hawks, dieron dinamismo, vigor y realismo a la pantalla, como los musicales y las comedias estrafalarias que parecían mostrar una actitud inconformista ante la vida.
 

El éxito del musical de la Warner, "La calle 42" (1933), de Lloyd Bacon y Busby Berkeley, inició una tendencia a producir películas de baile, con coreografías magistrales de Busby Berkeley. Éstas darían paso a musicales más intimistas, de baile y canciones, como los de Fred Astaire y Ginger Rogers, como "Sombrero de copa" (1935), de Mark Sandrich, y "Swing time" (1936), de George Stevens.
 Por entonces también, gran parte de la violencia y la carga sexual de las primeras películas de gángsters y de las comedias musicales fue reducida por la influencia de la Legión Católica para la Decencia y la creciente fuerza de las leyes de la censura de 1934.
 

La nueva comedia  y el realismo social norteamericano
El cine de humor norteamericano deja atrás los vértigos del slapstick del período mudo, para incorporar elementos del music hall (Hermanos Marx), formas de elaboración del gag apoyadas en entramado de situaciones (Laurel & Hardy) y elementos de sofisticación e ingenio de diálogo (la comedia brillante). Al mismo período corresponde la tendencia del "realismo social" norteamericano, del que "Callejón sin salida" de William Wyler parece un ejemplo muy representativo.



Las estrellas
Las mayoría de los directores de los años treinta se ocuparon sobre todo de proporcionar en sus películas medios para el lucimiento de las estrellas más famosas como Katharine Hepburn, Bette Davis, Humphrey Bogart, Joan Crawford y Clark Gable, cuyas personalidades se presentaban a la opinión pública como una extensión de los personajes que interpretaban. La moda de llevar al cine novelas de éxito (y en concreto novelones románticos), en realidad siempre presente en la industria de Hollywood, alcanzó su punto máximo en la década de 1930, con las superproducciones de "Historia de dos ciudades" (1935), de Ralph Thomas, "Cumbres borrascosas" (1939), de William Wyler, y uno de los grandes hitos de la historia del cine, "Lo que el viento se llevó" (1939), de Victor Fleming.
Películas fantásticas
La tendencia a evadirse de una realidad no demasiado halagüeña se acentuó en aquellos años. Un ciclo de películas de terror clásico, entre las que se incluyen "Drácula" (1931), de Tod Browning, "El doctor Frankenstein" (1931), de James Whale, y "La momia" (1932), de Karl Freund, salió de los estudios de la Universal, y generó una serie de secuelas e imitaciones a lo largo de toda la década. Una película que cosechó un éxito rotundo de taquilla fue "King Kong" (1933), de Merian C. Cooper. En el género fantástico también destacó "El mago de Oz" (1939), de Victor Fleming, musical infantil basado en el libro de L. Frank Baum, protagonizado por Judy Garland, que se convertiría en la primera artista musical de la década de 1940.
La producción europea
El cine artístico
La producción de películas fantásticas de Hollywood se intentó compensar durante los años treinta con películas más serias y realistas, como la alemana "El ángel azul" (1932), de Josef von Sternberg, que dio a conocer a Marlene Dietrich, o la francesa "La gran ilusión" (1937), de Jean Renoir, considerada una de las grandes películas antibélicas de la historia del cine.

La producción del centro y del este de Europa fue esporádica en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, reduciéndose en Alemania a películas de propaganda nazi como el documental "El triunfo de la voluntad" (1935) de Leni Riefenstahl.

En la Unión Soviética el documental se centró en recreaciones de ópera y ballets, y las excelentes películas por su montaje y por sus innovaciones visuales de Serguei Eisenstein, como "Alexander Nevsky" (1938).

En Francia, el cine alcanzó uno de sus mejores momentos con el realismo poético de preguerra.
Entre ellas destacan las películas de Jean Renoir: "Los bajos fondos" (1936) en los que retrata a los sectores menos favorecidos de la sociedad, según novela de Máximo Gorki; "La gran ilusión" (1937) un alegato pacifista. Jean Vigo insufló de una enorme fuerza poética a la imagen con ejemplos como "Cero en conducta" (1933) o "L'Atalante" (1934). Marcel Carné, por su parte, dirige uno de los grandes ejemplos del romanticismo negro francés: "El muelle de las brumas" (1938).

 

El documental inglés
La contribución más peculiar del cine británico en las décadas de 1930 y 1940 fue la escuela documentalista dirigida por John Grierson, que acuñó el término documental, definiéndolo como "el tratamiento creativo de la realidad", para diferenciarlo de los noticiarios y de las películas de viajes. Como resultado del apoyo estatal, se rodaron "Canción de Ceilán" (1934), "Problemas de la vivienda" (1935) o "Correo nocturno" (1936), con las que el género maduró, estableciendo una relación más cercana con el público, mediante la inclusión de entrevistas y recreaciones dramatizadas de hechos, en un estilo precursor de los actuales docudramas televisivos.
Los dibujos animados al cine
Walt Disney (1901-1966), dibujante, productor, y director norteamericano de dibujos animados,  comenzó en 1923 a producir dibujos animados en Hollywood, asociado con su hermano Roy O. Disney.
De 1926 a 1928 hizo una serie de dibujos, "Oswaldo el conejo", para Universal Pictures.
"Willie el vapor" (1928), producida por su propia compañía, supuso la aparición de su primer personaje famoso, el ratón Mickey, y también el inicio del cine sonoro en los dibujos animados. En 1932 introdujo el color en "Árboles y flores", en 1934 creó al pato Donald y en 1937 realizó el primer largometraje de dibujos animados de la historia, "Blancanieves y los siete enanitos", al que siguieron "Pinocho" (1940), "Fantasía" (1941) y "Bambi" (1942).

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