viernes, 21 de septiembre de 2012

1922. Se constituye la URSS: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas



Diciembre 1922. Un nuevo estado se crea en el mapa mundial.
Como resultado de la revolución rusa de 1917, se constituye la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas: estado federal plurinacional, de signo comunista.

Introducción
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, constituída como tal en diciembre de 1922, constituyó el Estado federal plurinacional, formado por pueblos europeos y asiáticos, creado como resultado de la Revolución Rusa de noviembre de 1917.
La historia de la URSS comienza cronológicamente el 25 de octubre de 1917, cuando la Revolución Rusa culminó con la conquista del poder por el Congreso de los Soviets de toda Rusia, dirigido por el partido bolchevique.
Tras autoproclamarse depositario de la autoridad gubernamental, el Congreso promulgó inmediatamente una serie de decretos por los que Rusia dejaba de combatir en la Primera Guerra Mundial, era nacionalizada toda la tierra y se constituía el Consejo de Comisarios del Pueblo que actuaría como primer Gobierno Obrero y Campesino del mundo, y estuvo presidido por Vladimir I. Lenin.
El 15 de noviembre de 1917 los soviets garantizaron el derecho a la igualdad y a la autodeterminación de todas las numerosas nacionalidades que habitaban el territorio del antiguo Imperio Ruso. La primera nación en sacar provecho de esta situación fue Finlandia, donde se estableció un gobierno nacional; además le fue reconocida la independencia del dominio ruso.
En otro de sus primeros decretos, el gobierno soviético proclamó la separación Iglesia-Estado. Aunque se garantizaba la libertad religiosa individual, el Estado declaró su aconfesionalidad.
Las ideas fundamentales de estos y otros decretos quedaron recogidas en la Constitución de 1918, que proclamó la República Socialista Soviética Federada de Rusia.
El curso de la revolución rusa en medio de la Primera Guerra Mundial habían dejado al país en una situación crítica. El objetivo de Lenin consistía en afianzar e imponer el nuevo sistema económico y político en todo el país. Por tal motivo se hacía imperioso terminar la guerra.
Las negociaciones de paz con Alemania se iniciaron en diciembre de 1917. Los términos de la paz presentados por los alemanes en la Paz de Brest-Litovsk eran inaceptables, por lo cual las negociaciones quedaron rotas en febrero de 1918. Sin embargo una nueva ofensiva alemana llevó a los dirigentes soviéticos a reanudar las conversaciones y a principios de marzo se concluyó el tratado. Según sus términos, la República Socialista Soviética Federada de Rusia tuvo que ceder Ucrania, Polonia y los estados bálticos. El gobierno soviético también fue obligado a pagar unas elevadas indemnizaciones a Alemania.
Lenin consideraba esencial para la causa soviética la firma del tratado, a pesar de su dureza, porque daría el tiempo necesario para consolidar el régimen recién constituido. Además, el líder bolchevique creía inminente la extensión de la revolución soviética a otros países europeos. Aunque esas revoluciones estallaron posteriormente en algunos países, especialmente en Alemania y Hungría, fracasaron en su intento por hacerse con el poder, por lo que el gobierno soviético fue el único en proclamar como objetivo el establecimiento de un Estado socialista.
La firma de la Paz de Brest-Litovsk produjo una escisión en el seno del Gobierno soviético.
El Partido Socialista Revolucionario, que había estado colaborando con los bolcheviques, declaró que el tratado constituía una traición a la causa de la Revolución y abandonó el gobierno. Confiando en sus tradicionales métodos de lucha política, miembros de dicho partido asesinaron al embajador alemán con la vana esperanza de provocar nuevamente el comienzo de las hostilidades. También llevaron a cabo atentados contra algunos líderes bolcheviques. Lenin fue seriamente herido por uno de estos actos terroristas, lo que provocaría su prematuro fallecimiento. Como respuesta, los bolcheviques iniciaron el llamado Terror Rojo, con la supresión del Partido Socialista Revolucionario y la ejecución de numerosos opositores políticos. Otros partidos y facciones minoritarias fueron igualmente eliminados por los bolcheviques. De este modo la República Socialista Soviética Federada de Rusia se convirtió en un Estado con régimen de partido único, el Partido Comunista Ruso (Bolchevique), nombre que adoptó el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) en marzo de 1918.
Contrarrevolución e intervención extranjera
Aún no finalizada la Primera Guerra Mundial, las fuerzas contrarias a la revolución con la ayuda de las potencias aliadas (Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Japón) intentaron derribar al gobierno bolchevique.
En Siberia, un Ejército compuesto por 45.000 antiguos prisioneros de guerra checos, que habían sido armados por el gobierno zarista para combatir a los alemanes, inició una ofensiva contra las autoridades soviéticas. Múrmansk y Arjanguelsk, las principales ciudades del extremo septentrional de Rusia, fueron ocupadas por tropas aliadas. El Ejército japonés ocupó Vladivostok y una fuerza expedicionaria estadounidense desembarcó en esta ciudad. Los alemanes invadieron la Rusia Blanca (una región más o menos equivalente a la actual Bielorrusia), Ucrania y el Cáucaso. En el otoño de 1918 el almirante Alexandr Vasílievich Kolchak, al mando de un ejército contrarrevolucionario, se proclamó comandante supremo de Rusia y estableció su capital en Omsk (Siberia).
A comienzos de 1919 el Ejército Blanco dirigido por el general Anton I. Denikin lanzó desde Ucrania una ofensiva contra las tropas soviéticas, mientras que otro, dirigido por el general Nikolái N. Yudiénich avanzó hacia Petrogrado. A pesar de los reveses iniciales, los bolcheviques lograron repeler estos ataques a comienzos de 1920. En abril de ese año, el Ejército polaco lanzó un nuevo ataque con ayuda de tropas bielorrusas bajo el mando de Piotr Wrangel. Dos meses más tarde las tropas soviéticas, reorganizadas por el comisario (ministro) de Guerra León Trotski iniciaron la contraofensiva. La guerra con Polonia finalizó con la firma en 1921 del Tratado de Riga por el que determinadas áreas occidentales de la Rusia Blanca y de Ucrania pasaban al control de Polonia.
Tras la expulsión de las tropas de ocupación japonesas de Siberia oriental a finales de 1922, la Guerra Civil llegó a su fin. El régimen soviético no estaría ya en peligro inmediato durante largo tiempo. Los bolcheviques derrotaron a las tropas extranjeras y a las fuerzas contrarrevolucionarias rusas gracias a su determinación, organización y buen mando, en especial de Lenin y de Trotski.
El denominado "comunismo de guerra", política aplicada por los bolcheviques durante el conflicto civil, supuso la rápida nacionalización de la industria y de los medios de transporte y la confiscación de todos los suministros y equipos necesarios para la actividad bélica, lo que arruinó por completo la economía del país.
Cuando cesaron las hostilidades y quedó consolidado el régimen soviético, el gobierno tuvo que hacer frente a la necesidad de restaurar la economía. Trotski y otros dirigentes preferían mantener esta rígida política de guerra para continuar la evolución hacia el comunismo. Lenin optó por reducir la gravosa economía de guerra impuesta a los agricultores, con el objetivo de estimular la producción agraria, y mitigar los controles sobre la industria y el comercio para permitir la creación de pequeñas empresas que lograran aumentar la producción. La denominada Nueva Política Económica (NEP) de Lenin fue adoptada en 1922 por el Partido Comunista Ruso. 
Hacia 1922 la URSS estaba conformada por los estados de: Rusia, Transcaucasia, Ucrania y Bielorrusia.

La época de Stalin
La prematura muerte de Lenin en 1924 desencadenó una dura lucha por el poder. Los principales antagonistas fueron Trotski y Iósiv Stalin, entonces secretario general del partido, los cuales se proclamaban legítimos herederos de Lenin.
Gracias al control sobre el aparato del partido Stalin logró obtener el apoyo de la mayoría del Partido Comunista y consolidar así su poder. En noviembre de 1927, tras un referéndum interno, el partido repudió por completo las ideas políticas de Trotski que fue expulsado de aquél y tuvo que exiliarse.
Ya en diciembre de 1922, Lenin, presintiendo su muerte, y preocupado por la sucesión en el poder y la unidad del partido, escribe una carta al Congreso.
Al definir a Stalin, Lenin decribía: "El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro de que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia... Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc."
En 1929 Stalin fue reconocido como máximo dirigente del partido y del país. A partir de ese momento se comenzó a gestar el culto a la personalidad de Stalin, generándose en ciertos ámbitos la identificación de las victorias del socialismo a la personalidad del dirigente. En el Congreso del Partido Comunista del año 1934, en medio del discenso, se acuerda que el partido  debía guiarse por las conclusiones y tesis del informe de Stalin.
A partir de ese momento, inició la serie de purgas que caracterizarían sus 25 años de mandato, y que afectaron en primer lugar a sus antiguos aliados durante la pugna con Trotski. Esos dirigentes, especialmente Nikolái Ivánovich Bujarin y Alexéi Ivánovich Ríkov, fueron expulsados de los más altos órganos del partido.
Desde entonces, Stalin sólo confió en su control del partido y de la policía y en los compañeros que él había elevado al poder. Entre estos destacaron Viacheslav Molótov, Valerian Vladímirovich Kuibishev, Grigori K. Ordzhonikidze y Kliment Efrémovich Voroshílov.
Fundación de la URSS
Durante la década de 1920 se produjeron cambios radicales en la administración gubernamental y se lograron notables mejoras en la economía nacional y en las relaciones internacionales. En diciembre de 1922, y previa aprobación de los respectivos Congresos de los Soviets, la República Socialista Soviética Federada de Rusia (RSFSR) y las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Transcaucasia, Ucrania y Bielorrusia, formaron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, entidad que surgió como tal en este momento.
La Constitución de 1924, presentada en enero de ese año, reorganizaba los territorios bajo control soviético en torno al nuevo estado. Aunque se garantizaba un cierto grado de autonomía a cada una de sus repúblicas integrantes, el gobierno soviético central mantenía un rígido control sobre relaciones exteriores, defensa y planificación económica. Durante los años siguientes, la República Transcaucásica quedó dividida en las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Georgia, Armenia y de Azerbaiyán. 
La creación de las repúblicas de Kazajstán y de Asia central fue resultado de su separación de la RSFSR (Rusia). A su vez, la República de Asia central se dividió en las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y de Kirguizistán.
En 1924 las grandes potencias mundiales, que intentaron en un principio aislar al régimen soviético, ya habían establecido relaciones diplomáticas con éste y la URSS comenzó a participar en las conferencias internacionales. Estados Unidos fue, de todas las grandes potencias, la última en reconocer formalmente al gobierno soviético, lo que sucedió durante el mandato del presidente Franklin D. Roosevelt.
La transformación económica
Hacia 1927 la Nueva Política Económica trazada por Lenin, bajo la cual se permitió un cierto capitalismo, había generado la suficiente recuperación económica como para retomar el camino hacia el socialismo, de acuerdo con los objetivos a largo plazo de los soviéticos. Por ello, en 1928 se inició un período de economía planificada, dirigida desde el Comité de Planificación Estatal (GOSPLAN, creado en 1921) con la puesta en práctica del primero de los planes quinquenales aplicados por Stalin.
Los objetivos básicos de estos planes eran transformar a la URSS de un país agrícola en una potencia industrializada, llevar a cabo la completa colectivización de la agricultura y transformar la naturaleza profunda de la sociedad.
La gran purga
A mediados de la década de 1930, la política soviética estuvo caracterizada por las drásticas purgas, tanto en el seno del Partido Comunista como en el del gobierno, de todos los elementos supuestamente opuestos a la política estalinista. Las purgas se iniciaron en 1929 y alcanzaron su punto más virulento en diciembre de 1934 tras el asesinato de Serguéi M. Kírov, un leal partidario de Stalin.
Entre los años 1935 y 1939 Stalin ya había desplazado a todos sus opositores de los cargos de poder. Muchos fueron encarcelados, deportados a Siberia o ejecutados.
De hecho, entre 1934 y 1938 dos tercios de los miembros que tenía el Comité Central del Partido Comunista en 1934, fueron sentenciados a muerte y ejecutados. De la misma forma, entre 1936 y 1938, más de la mitad de los oficiales superiores del ejército fueron purgados.
En una serie de espectaculares juicios celebrados en Moscú entre 1936 y 1938, varios altos dirigentes del partido, incluidos Grígori Zinóviev, Bujarin y Ríkov fueron acusados, condenados y ejecutados por su supuesta participación en una conspiración con Alemania y Japón para derribar al régimen soviético. Idénticos cargos se hicieron en otro juicio, de carácter secreto, contra algunos oficiales del Ejército Rojo, entre los que se encontraba el mariscal Mijaíl Nikoláievich Tujachevski, que también fueron ejecutados. Los denominados Procesos de Moscú suscitaron críticas en todo el mundo hacia el régimen soviético, que quedó seriamente debilitado por esas numerosas ejecuciones.
Política exterior - Hacia la Segunda Guerra Mundial
Para llevar adelante sus planes de industrialización, la URSS necesitaba la paz. Es así entonces, que entre 1927 y 1932, despliega una política internacional a favor del desarme general. En esa época se había intensificado la carrera armamentista, marcando la pauta las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial.
La discusión acerca del desarme, total o gradual, se extendió en el tiempo, paralelamente al surgimiento de focos de guerra y el ascenso del nazismo en Alemania.
En el Extremo Oriente, Japón ocupó Manchuria en 1931 y las fricciones entre las tropas de ocupación japonesas y las soviéticas, estacionadas a lo largo de la frontera con dicho territorio, se hicieron cada vez más frecuentes. En 1938 los esporádicos choques armados derivaron en una seria guerra fronteriza. Al mismo tiempo, el ascenso de Hitler al poder en Alemania en 1933, y su política expansionista y anticomunista, supusieron una amenaza mayor para la seguridad soviética.
Buscando establecer alianzas con otras potencias, especialmente con Francia y Gran Bretaña, la URSS ingresó en la Sociedad de Naciones en 1934.
Durante los cinco años siguientes el comisario soviético de Asuntos Exteriores Maksim M. Litvinov solicitó repetidamente a los miembros de esta organización la adopción de medidas conjuntas contra las sucesivas agresiones de las potencias fascistas.
La URSS intentó también obtener apoyo para la que llamó "política de seguridad colectiva", consistente en promover la formación en países extranjeros de los llamados gobiernos de Frente Popular. Esta política exigía la colaboración de los grupos políticos comunistas, socialistas y centristas para hacer frente a los movimientos fascistas.
La situación internacional se agrava: en 1935, la Italia fascista ataca a Etiopía; en el verano de 1936, Italia y Alemania comienzan la intervención conjunta en España y firman el acuerdo político militar del llamado "eje Roma-Berlín" que luego se amplía a Japón.
La política de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, de convivencia con la Italia fascista y la Alemania nazi, no se oponía a una expansión hacia Europa Oriental.
En el verano de 1938 se originó una grave crisis cuando el gobierno alemán exigió del gobierno de Checoslovaquia la cesión de los Sudetes, una zona fronteriza con una minoría de población alemana. La URSS anunció su intención de ayudar a los checoslovacos en su resistencia contra tales pretensiones y pidió que Francia y Gran Bretaña ofrecieran una ayuda similar. Los gobiernos francés y británico, por el contrario, aceptaron las garantías ofrecidas por Hitler en el sentido de que con esta demanda Alemania ponía punto final a sus reivindicaciones territoriales. El resultado de la tibia postura adoptada por Francia y Gran Bretaña fue el Pacto de Munich, firmado en setiembre de 1938, que aseguraba la cesión de los territorios en litigio a Alemania. La firma de este pacto significó el fracaso de la política de seguridad colectiva soviética. En marzo de 1939 tropas alemanas, a través de los Sudetes, penetraron en Checoslovaquia y tomaron rápidamente el pleno control del territorio.
El 17 de abril de 1939, el gobierno soviético intenta nuevamente crear un frente de potencias pacíficas y la firma de un pacto de ayuda mutua; la propuesta preveía garantías de independencia a todos los estados lindantes con la Unión Soviética, desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro. Inglaterra y Francia aceptan las negociaciones, pero no asumen ningún compromiso en el caso de una agresión alemana en dirección oriental.
Ocupado en una guerra fronteriza contra Japón en el Extremo Oriente y alarmado ante los progresos alemanes en Occidente, el gobierno soviético temía verse envuelto en una guerra a dos frentes.
Debido a ello la Unión Soviética inició negociaciones secretas con Alemania para establecer un pacto de no-agresión entre ambos estados, en tanto que continuaban las conversaciones iniciadas anteriormente con Francia y Gran Bretaña para firmar una alianza contra Alemania.
En agosto de 1939 se anunció de forma repentina la firma del pacto de no-agresión entre Alemania y la URSS. Este acuerdo (conocido como Pacto Germano-soviético, o también Pacto Ribbentrop-Molótov, por ser esos los nombres de sus dos principales negociadores). El 1 de setiembre, la invasión alemana de Polonia llevó a Francia y Gran Bretaña a declarar la guerra a Alemania. Así comenzó la Segunda Guerra Mundial.

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