lunes, 24 de septiembre de 2012

Ascenso de Hitler, surgimiento del nazismo y 2ª Guerra Mundial


El resultado de la Primera Guerra Mundial fue decepcionante para la gran potencia derrotada: Alemania. La grave crisis económica y social generada promueve el ascenso de Adolf Hitler y el surgimiento del nazismo.
La situación de Alemania tras la Primera Guerra Mundial
El resultado de la Primera Guerra Mundial fue decepcionante para la gran potencia derrotada: Alemania.
Alemania, que había adoptado un régimen republicano tras la disolución del Imperio al final de la guerra, quedó excluida de las conversaciones que desembocaron en el Tratado de Versalles en 1919.
El desarme y las reparaciones de guerra
Según lo estipulado en el Tratado de Versalles, y siguiéndose en lo básico los Catorce Puntos, o directrices pautadas por el presidente estadounidense, Woodrow Wilson, Alemania tuvo que suprimir el servicio militar obligatorio, reducir su Ejército a 100.000 hombres, desmilitarizar todos los territorios situados en la orilla izquierda del río Rin y los del margen derecho en una franja de 50 km de ancho, dejar de importar, exportar y prácticamente producir material de guerra, limitar sus fuerzas navales a 36 buques de superficie (no se le permitió mantener submarinos) y el personal naval a 15.000, quedándole prohibida la aviación militar.
Alemania también aceptó que el antiguo emperador Guillermo II fuera juzgado por un tribunal internacional bajo la acusación de haber cometido "un delito supremo contra la moralidad internacional", pero el juicio nunca llegó a celebrarse.
Los aliados estaban determinados a recibir compensaciones por sus pérdidas y asegurarse de que su enemigo nunca volvería a constituir una amenaza. Por consiguiente, Alemania perdió Alsacia y Lorena a favor de Francia y Prusia Occidental pasó a Polonia, creándose el corredor de Danzig entre Alemania y Prusia Oriental. También perdió sus colonias y tuvo que ceder sus instalaciones siderúrgicas, líneas ferroviarias y barcos mercantes, así como su fuerza naval, y someterse a la ocupación aliada de Renania durante 15 años.
Los alemanes tuvieron que aceptar la plena responsabilidad como causante de la guerra y, consecuentemente, pagar cuantiosas indemnizaciones en concepto de reparaciones de guerra. Estas últimas provisiones, en particular, causaron rencor entre la población; los alemanes no se consideraron más culpables que otros y no podían pagar todo lo que se les demandó.
Ese profundo resentimiento en la población dio lugar a la aparición de numerosos grupos nacionalistas que demandaban la revisión del tratado, y que servirían de soporte para el ascenso al poder en la década de 1930 del Partido Nacional Socialista.
El Tratado de Versalles, comprensible desde el punto de vista aliado, no aseguró una paz duradera. Alemania ni fue aplastada por completo ni fue reintegrada en la comunidad internacional. En su lugar, al aceptar el Tratado, el nuevo gobierno quedó desacreditado ante sus ciudadanos, lo que paralizó sus oportunidades de éxito.
La República de Weimar
En Weimar en 1919, una asamblea nacional, con mayoría del Partido Socialdemócrata, redactó una Constitución democrática para el nuevo Estado alemán. Pero las expectativas de la República de Weimar se apagaron. Para la mayor parte de los alemanes el gobierno ahondó el estigma de la derrota militar y defendieron la revisión de las condiciones impuestas en el Tratado de Versalles. Además, contaba con la abierta oposición de los militaristas conservadores y los socialistas revolucionarios. Ambos grupos intentaron frecuentemente derrocar al gobierno, como en el putsch de Kapp (1920) y el alzamiento espartaquista en 1920 dirigido por Karl Liebknecht y Rosa de Luxemburgo.
La situación económica hizo empeorar la situación. A causa de que Alemania no podía cumplir con los requerimientos de las reparaciones, Francia invadió el Ruhr en 1923 para explotar las minas de carbón. El gobierno alemán incitó a los trabajadores a resistirse pasivamente, garantizando sus salarios mediante la emisión desmesurada de papel moneda. La inflación resultante acabó con los ahorros, pensiones, seguros y otras formas de ingresos favoreciendo las condiciones para un estallido social que podía destruir los elementos más estables en Alemania.
Ayudado por el Plan Dawes (1924), que revisó la cuantía y modalidad de pago de las reparaciones de guerra y proporcionó préstamos del exterior, el ministro alemán Gustav Stresemann reorganizó el sistema monetario e impulsó la producción industrial.
Durante cinco años Alemania disfrutó de una estabilidad social y prosperidad relativas; en 1926, se incorporó a la Sociedad de Naciones. Sin embargo, la crisis económica mundial de 1929 sumió al país una vez más en el desastre. Millones de desempleados, desilusionados por la democracia capitalista, dirigieron sus esperanzas hacia el Partido Comunista Alemán (KPD) y al Partido Nacionalsocialista (nazi) dirigido por Adolf Hitler.
Adolf Hitler y el III Reich
El ascenso al poder
Hitler, un antiguo cabo del Ejército, odiaba a los aristócratas, los capitalistas, los comunistas y los liberales, así como a los judíos y a todos aquellos que no pertenecieran a la raza aria.
Hitler difundió su doctrina de odio racial y desprecio por la democracia en los numerosos mítines que organizó y, mientras tanto, las organizaciones paramilitares del partido aterrorizaban a sus enemigos políticos. No tardó en convertirse en una figura clave de la política de Baviera gracias a la colaboración de oficiales de alta graduación y empresarios adinerados.
En noviembre de 1923, en un momento de caos político y económico, encabezó una rebelión (putsch) en Munich contra la República de Weimar, en la cual se autoproclamó canciller de un nuevo régimen autoritario. No obstante, el conocido "putsch de Munich" fracasó por falta de apoyo militar.
Hitler fue sentenciado a cinco años de prisión como líder del intento de golpe de Estado, y dedicó los ocho meses de condena que cumplió a redactar su autobiografía: "Mein Kampf" (Mi lucha).
Fue liberado como consecuencia de una amnistía general en diciembre de 1924, y reconstruyó su partido sin que ninguno de los representantes del gobierno al que había intentado derrocar pretendiera impedirlo.
Durante la crisis económica de 1929, muchos alemanes aceptaron su teoría que explicaba la crisis como una conspiración de judíos y comunistas. Hitler consiguió atraer el voto de millones de ciudadanos prometiendo reconstruir una Alemania fuerte, crear más puestos de trabajo y devolver la gloria nacional. La representación del partido nazi en el Reichstag (Parlamento) pasó de 12 diputados en 1928 a 107 en 1930.
El partido continuó creciendo durante los dos años siguientes, aprovechando la situación creada por el aumento del desempleo, el temor al comunismo y la falta de decisión de los rivales políticos del Führer frente a su confianza en sí mismo. Para reforzar su mensaje, las SA (Sturm Abteilung) atacaron a comunistas, judíos y miembros de otros partidos.
En medio de la depresión económica, las elecciones de 1932, hicieron de los nacionalsocialistas el partido con mayor representación en el Reichstag.
En 1933, con el apoyo de elementos de extrema derecha, Hitler fue elegido canciller. Para asegurarse el poder supremo, Hitler convocó nuevas elecciones. Al culpar del incendio del edificio del Reichstag a los comunistas, ilegalizó al KPD. En el nuevo Parlamento los nacionalsocialistas, los nacionalistas y el Partido del Centro Católico aprobaron la Ley de Poderes Especiales permitiendo a Hitler controlar todos los aspectos de la vida alemana, lo que hizo durante cuatro años.
Armado con este poder, Hitler creó el III Reich, como denominó al nuevo Estado alemán. Miembros del partido nazi monopolizaron los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, el Ejército fue controlado y Hitler perpetuó su hegemonía al convertirse en jefe del Estado tras la muerte de Paul von Benckendorff Hindenburg; se redactó un nuevo sistema judicial y se proclamó comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
Se ilegalizaron todos los partidos políticos excepto el nacionalsocialista. Las huelgas se prohibieron y las personas desempleadas eran inscritas en campos de trabajo o se alistaban al Ejército.
En el terreno económico, el III Reich buscó ser económicamente autosuficiente. Se constituyó un ejército profesional y se estableció el reclutamiento obligatorio para todos los ciudadanos alemanes con el fin de llevar a cabo el plan de expansión territorial de Hitler. Se estableció un planificado sistema de propaganda en el que se organizaban gigantescos mítines para galvanizar al público alemán y se controló el sistema educativo.
A través de la organización juvenil del partido, las juventudes hitlerianas, también el adoctrinamiento llegó a los niños. El sistema propagandístico contó con el apoyo de la Gestapo, un cuerpo policial secreto creado para reprimir a la oposición y aislar a los judíos, que operaban sin limitaciones civiles; y las Schutzstaffel (SS), originalmente una guardia personal de Hitler, que se incrementó hasta convertirse en un organismo dotado de una compleja burocracia con poderes militares y policiales.
Algunos alemanes desdeñaron las palabras y actuaciones de Hitler, incluso se opusieron abiertamente al monopolio del poder por los nacionalsocialistas, pero otros muchos aceptaron sus puntos de vista sobre la superioridad de la raza aria y la necesidad de ampliar el territorio alemán.
La política de exterminio
En un principio fueron los judíos quienes sufrieron leyes discriminatorias, privados de la ciudadanía, y excluidos de actividades civiles y profesionales. Se expropiaron y vendieron las empresas judías por debajo de su valor, que pasaron a ser de los no judíos. La noche del 9 de noviembre de 1938, los nacionalsocialistas mataron a más de 90 judíos, destrozaron miles de tiendas e incendiaron sinagogas durante la denominada "Noche de los Cristales rotos". Cientos de miles de judíos huyeron del país.
A comienzos de 1933, el primer campo de concentración nazi se construyó para encarcelar a numerosos grupos de oponentes políticos y otros considerados como elementos antisociales por el régimen nazi: judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, disidentes religiosos, testigos de Jehová y prostitutas. Los prisioneros debían realizar trabajos forzosos: cuando no podían trabajar más eran asesinados en cámaras de gas, por medio de inyecciones letales o fusilados. Los enfermos servían para realizar 'experimentos médicos'. Los campos incrementaron en tamaño y número durante la guerra e intensificaron progresivamente su actividad exterminadora, especialmente al final del conflicto, cuando Hitler decidió aplicar a la cuestión judía la llamada 'solución final'.
Cuando Alemania ocupó Polonia en setiembre de 1939, los judíos polacos fueron asesinados o aislados en guetos, donde murieron gran número de ellos a causa del hambre o de enfermedad.
Las conquistas de Francia, Bélgica, Países Bajos, Noruega, Dinamarca, Yugoslavia y Grecia provocaron que cientos de miles de judíos estuvieran bajo el dominio nazi. Al invadir a la Unión Soviética en junio de 1941, el Ejército alemán era seguido por brigadas de la muerte formadas especialmente, las cuales mataron a casi un millón de judíos en el territorio ruso. Se construyeron centros de exterminación para matar a poblaciones enteras: millones de judíos y miles de gitanos y prisioneros soviéticos fueron ejecutados.
Aunque hubo colaboradores en los territorios ocupados que ayudaban a los nazis, la resistencia a su política fue importante. Antes de la ocupación alemana, Bulgaria, Hungría, Finlandia e Italia rechazaron deportar judíos; existía una actividad guerrillera general en los territorios ocupados, y se produjeron levantamientos armados de judíos en Tarnow, Radom, Bedzin, Bialystok y otros lugares, así como en el campo de Sobibor.
En 1943, durante tres semanas, los 65.000 judíos que permanecían en el gueto de Varsovia lucharon contra la policía alemana que intentaba llevar a cabo una redada completa. Hacia el final de la guerra, los judíos muertos ascendían a unos seis millones en lo que se conoció como el holocausto.
Segunda Guerra Mundial
Las amenazas de Hitler pretendían que las potencias europeas revisaran las fronteras de Alemania. Su objetivo de unir a todos los alemanes mediante la conquista de un "espacio vital" no parecía irracional para algunos estadistas, quienes comprendieron que el Tratado de Versalles era demasiado duro para Alemania. Al mismo tiempo, consideraron que las demandas de Hitler no eran lo suficientemente graves como para provocar el estallido de una nueva guerra, por lo que no intervinieron para frenar su política agresiva.
Alemania abandonó la Sociedad de Naciones en 1933 y comenzó a rearmarse en 1935 rompiendo lo pactado; en 1936 volvió a ocupar Renania.
Alemania firmó el Pacto Anti-Komintern con Japón y formó una alianza con la Italia fascista, creando el Eje Roma-Berlín-Tokio. En 1939, declaró la unión con Austria. En Munich, ese mismo año, Gran Bretaña, Francia e Italia accedieron a la demanda de Hitler de ocupar la región de los Sudetes en Checoslovaquia con mayoría de población alemana, bajo la promesa de que Alemania quedaría satisfecha en sus pretensiones territoriales.
Las potencias occidentales, interesadas en la aniquilación del estado comunista, no frenaban la amenaza alemana hacia Europa Oriental.
Por otro lado, el gobierno soviético, ocupado en una guerra fronteriza contra Japón en el Extremo Oriente y alarmado ante los progresos alemanes en Occidente, temía verse envuelto en una guerra a dos frentes.
En marzo de 1939 las tropas alemanas, a través de los Sudetes, penetraron en Checoslovaquia y tomaron rápidamente el pleno control del territorio.
Debido a toda esta situación la Unión Soviética inició negociaciones secretas con Alemania para establecer un pacto de no-agresión entre ambos estados -conocido como Pacto Germano-soviético, o también Pacto Ribbentrop-Molótov-, en tanto que continuaban las conversaciones iniciadas anteriormente con Francia y Gran Bretaña para firmar una alianza contra Alemania. Los dos países ganaban tiempo para armarse cuando llegara el momento.
El 1 de setiembre, la invasión alemana de Polonia llevó a Francia y Gran Bretaña a declarar la guerra a Alemania. Así comenzó la Segunda Guerra Mundial.
La Unión Soviética anticipando la jugada, lleva adelante una serie de pactos y anexiones para asegurar sus fronteras. La ocupación del este de Polonia fue la primera de una serie de anexiones territoriales que afectaron a Estonia, Letonia, Lituania, Carelia, Besarabia y la parte septentrional de Bucovina. Los pactos de no-agresión impuestos por la URSS a los países bálticos le dieron el derecho a estacionar tropas en dichos territorios.
En el verano de 1940, Hitler decretó la preparación de la agresión a la URSS. En octubre del mismo año, los alemanes entraron en Rumania y, luego, en Bulgaria. Tras ocupar Yugoslavia, grandes contingentes de tropas germanas invadieron Grecia, y salieron a su litoral meridional.
Las etapas de la guerra
Durante la fulgurante "guerra relámpago", las divisiones mecanizadas alemanas arrollaron a las mal equipadas tropas polacas, ocupando el oeste de Polonia.
Alentados por el éxito, en 1940 Alemania invadió y ocupó Dinamarca, Noruega, los Países Bajos y Francia, cuyas defensas rápidamente se vinieron abajo; las tropas británicas y francesas fueron evacuadas apresuradamente desde Dunkerque hacia Gran Bretaña. Hitler entonces bloqueó este país con submarinos y bombardeó el territorio británico con su nueva fuerza aérea. Mientras firmó un pacto de ayuda militar de diez años con las otras potencias del Eje, Italia y Japón.
En 1941, para ayudar a las titubeantes fuerzas italianas, envió tropas al norte de África, Grecia y Yugoslavia. Para llevar a cabo su idea de "espacio vital", y a pesar del pacto de no agresión germano-soviético, invadió la Unión Soviética por sorpresa. Como los soviéticos se retiraron hacia el este, los ejércitos alemanes ocuparon la rica Ucrania.
En este momento, Hitler era el dueño del continente europeo.
En 1942, sin embargo, Gran Bretaña todavía resistía y Estados Unidos, que había entrado en la guerra después del ataque japonés a Pearl Harbor, estaba enviando suministros a británicos y soviéticos. Hitler entonces ordenó la movilización total de hombres y recursos. Por toda Europa (en especial los pueblos considerados inferiores, como eslavos y judíos) fueron exterminados o se vieron obligados a trabajar en las industrias de guerra alemanas, mientras que sus países sufrían la requisa de alimentos y materias primas.
En 1943, la situación varió. La ofensiva soviética condujo gradualmente a las tropas alemanas hacia el oeste. Las fuerzas del Eje en África del Norte fueron derrotadas e Italia fue invadida. La misma Alemania, desde 1942, comenzó a ser bombardeada de forma intensiva. Aunque la derrota era inevitable, Hitler rehusó rendirse. El resultado de la guerra se aclaró más cuando los soviéticos avanzaron en forma inexorable y las fuerzas británicas y estadounidenses desembarcaron en Normandía en 1944.
Hitler se suicidó antes de que los tanques soviéticos entraran en abril de 1945 en Berlín.

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