miércoles, 10 de abril de 2013

Panorama del cine mundial después de 1945. II. El renacimiento del cine en Italia: el neorrealismo italiano.



A finales de la década de 1940 el cine italiano experimentó un renacimiento con la aparición del neorrealismo, un movimiento cinematográfico que captó la atención mundial y dio a conocer al gran público a varios de los principales directores italianos de la historia del cine.


 La explosión del neorrealismo coincidió con el fin de la Segunda Guerra Mundial, y en gran medida debe ser entendida como una consecuencia de esa catástrofe reciente.
Entre las ruinas de una Italia destruida surgió la necesidad de retratar lo ocurrido y lo que estaba ocurriendo, de reflejar una realidad dolorosa e inmediata, y ese impulso conoció repliegues y prolongaciones. La realidad como tal, por primera vez, invadía al cine.
El movimiento se caracterizaba por películas de un realismo intenso, rodadas en localizaciones naturales y en muchos casos con actores no profesionales.
Este movimiento fue iniciado por Roberto Rossellini con "Roma, ciudad abierta" (1945), que lograba transmitir una profundidad de emociones nuevas para el público en la descripción de la ocupación nazi de Roma y la resistencia del pueblo italiano.


También las películas del actor-director Vittorio de Sica, especialmente "Ladrón de bicicletas" (1949), rodada por entero en las calles de Milán, reflejaba la dura realidad de la posguerra italiana, y consiguió fama internacional.


Otros cineastas formados en el neorrealismo consiguieron también renombre internacional imponiendo su propio estilo. Pier Paolo Pasolini rodó "El Evangelio según San Mateo" (1966), entre otras, siguiendo la tradición neorrealista pura, mientras que Federico Fellini, que había participado en los inicios del movimiento (era el guionista, de hecho, de "Roma, ciudad abierta"), le dio un estilo más poético, como muestra "La strada" (1954), ensayo sobre la soledad mostrada a través de las figuras de dos cómicos ambulantes, o la sátira de la decadente clase alta italiana de "La dolce vita" (1959), para llegar en fases posteriores de su obra a la fantasía más personal de "Ocho y medio" (1963) o "Julieta de los espíritus" (1965).
El neorrealismo, a pesar de ser mundialmente aclamado y tener una enorme influencia, sobre todo fuera de Italia, tuvo una acogida dispar entre el público de ese país.
Alemania Año Cero - R. Rosellini
Así, "La terra trema" (Luchino Visconti; 1948) se distribuyó sólo en una versión reducida y con el dialecto siciliano doblado al italiano, a pesar de lo cual funcionó mal en taquilla. "Umberto D" (Vittorio de Sica; 1952) fue aún peor, y sin embargo otras películas menos valoradas por la crítica que mezclaban contenidos sociales con elementos del melodrama y de la intriga tuvieron más éxito, como la película de Giuseppe De Santis "Arroz amargo" (1949), cuyos planos además se recreaban en las piernas de una joven, Silvana Mangano, avanzando entre los campos de arroz.

Además de estas dificultades, el neorrealismo tuvo que afrontar una escasa distribución y la hostilidad frontal de un gobierno preocupado por la imagen que estas películas transmitían de Italia, con lo que sus autores lo irían abandonando, en pos de un cine más rentable que renacía y del cine artístico que pronto iba a aparecer en el panorama internacional.
Las décadas de 1950 y 1960
Para contrarrestar la fuerte competencia de Hollywood, la industria italiana se embarcó en la década de 1950 en una triple estrategia: por una parte, se realizaron comedias populares y películas de género de bajo presupuesto para el mercado local, y proyectos más ambiciosos a través de acuerdos de coproducción con otros países europeos; por otra, se estimuló a las grandes compañías estadounidenses a reinvertir sus beneficios en el mercado italiano en producciones rodadas en Italia, como "Ben-Hur" (1959, William Wyler) de la MGM; y, por último, se idearon producciones de prestigio planeadas de cara a la distribución internacional, estrategia que culminaría en 1963 con la obra de Visconti "El gatopardo", financiada por la 20th Century-Fox.
El gran éxito de "La dolce vita" de Federico Fellini (1960) y el éxito internacional de crítica de las vanguardistas "La aventura" (1960) y "El eclipse" (1962), ambas de Michelangelo Antonioni, situaron a Italia de nuevo a la cabeza del cine mundial, si no por la cantidad sí por la calidad de sus producciones.
 
La dolce vita. F. Fellini
Al prestigio del neorrealismo y de los anteriores autores se vino a sumar una nueva generación de autores-directores, con figuras de la talla de Pier Paolo Pasolini (Accattone, 1961), Bernardo Bertolucci (Antes de la revolución, 1964), Ettore Scola (El demonio de los celos, 1970) o Marco Bellocchio (Las manos en los bolsillos, 1965), que trataban temas de gran importancia social y cultural de un modo muy personal.

El eclipse. M. Antonioni
 Los años sesenta también estuvieron marcados para el cine italiano por el éxito extraordinario que alcanzaron internacionalmente un tipo de películas concebidas en principio para el mercado local, los spaghetti western, que utilizaban paisajes españoles o yugoslavos como localizaciones del oeste estadounidense para crear un mundo de violencia ritualizada, casi abstracta, cuyo máximo exponente es Sergio Leone ("Por un puñado de dólares", 1964; "El bueno, el feo y el malo", 1966).

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