jueves, 4 de abril de 2013

El arte de la 2ª posguerra. III. Panorama de la pintura latinoamericana: Tamayo / Matta / Botero



En América Latina, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (1945), los artistas se mostraron más interesados por los estilos de la vanguardia internacional que por un mantenimiento de los estilos representativos de la nación.

Numerosos artistas se sintieron atraídos por Nueva York o París.

La pintura y la escultura latinoamericanas del siglo XX caracterizada por un continuo diálogo entre lo figurativo y lo abstracto, lo nacional y lo internacional, alcanza por estos tiempos una proyección internacional enorme. Entre ellos se destacan el mexicano Rufino Tamayo, el chileno Roberto Matta Echaurren y el colombiano Fernando Botero.
 
Tamayo. "El cantador" (1950)
El arte de Tamayo, vinculado con la pintura europea, también se basa en la traidición mexicana, sobre todo en su folclore natal.

En sus grandes composiciones de figuras hace uso de las conquistas de la pintura europea, especialmente la distorción expresiva del cuerpo humano, pero incorpora estas innovaciones a estructuras pictóricas que derivan esencialmente de la pintura mural, que son populares y poseen la capacidad de causar una impresión inmediata. Sin embargo, en contraste con el arte dramático y épico de pintores mexicanos como Diego Rivera o Siqueiros, Tamayo es un lírico.
 
R. Matta. "Who's who" (1955)

La obra de Roberto Matta introduce al espectador en un mundo donde la ciencia natural y la tecnología obran en comunión para revelar la oprimente agresividad de la naturaleza.
En el terrorífico mundo que pinta, escarabajos, gusanos y extraños insectos quedan metamorfoseados en máquinas de guerra, produciendo una pesadilla de hostilidad y destrucción.
 
Botero. "Familia"
El pintor, muralista y escultor colombiano Fernando Botero empieza a exponer desde principios de la década de 1950. Su arte, caracterizado por la monumentalidad, el humor, la ironía y la ingenuidad se combinan con un admirable dominio del oficio y gran talento.

 En principio sus obras revelan cierta admiración por el muralismo mexicano y la pintura del renacimiento italiano, pero más tarde estas influencias van desapareciendo en favor de un personalísimo estilo, en el que las figuras engordan y se deforman hasta cubrir buena parte del lienzo; los cuadros de esos años denotan la influencia del surrealismo.



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