sábado, 27 de abril de 2013

El cine después de 1945. Suecia. Ingmar Bergman: el más gran director de la historia del cine



Uno de los directores más originales del panorama internacional de posguerra y uno de los más grandes realizadores en la historia del cine es el sueco Ingmar Bergman.


Desde 1944 desarrolló como guionista, adaptador y como director, una carrera cinematográfica que por su variedad, riqueza y calidad no tiene comparación con la de ningún otro realizador del cine moderno.
A él se debe casi enteramente el prestigio mundial del cine sueco y en buena medida su éxito comercial.
Su obra trascendió en Uruguay y Argentina desde 1952, mucho antes de que un premio en el Festival de Cannes (1956) le concediera su actual fama en Europa y Estados Unidos. Curiosamente esa fama no le hizo perseguir el éxito sino que, inversamente, lo volcó a obras más rigurosas, que no se vinculan con la moda artística y ni siquiera con la realidad contemporánea, sino con una búsqueda intensa en los resortes psicológicos, morales, religiosos y aun metafísicos del ser humano.
En su carrera hay que señalar una evolución en varios planos. Los temas han crecido desde el melodrama de raíz romántica hasta una ambiciosa metáfora  que plantea la soledad del ser humano ante la ausencia de Dios. Y desde el punto de vista del relato cinematográfico también puede observarse una evolución: partiendo de modelos más convencionales al comienzo, hasta estructuras complejas con diversas líneas narrativas.
Desde el punto de vista formal también puede apreciarse una creatividad singular; desde el uso inicial del "racconto", de los espejos y los símbolos laterales, hasta la habilísima síntesis de sus últimos films, donde las claves de los significados están tejidos dentro del relato y obligan al espectador a analizar para descifrar.
A lo largo de la obra de Bergman se reiteran temas, símbolos, angustias y búsquedas metafísicas.
La particularidad de Bergman es tratar temas en apariencia tan cotidianos para cualquier mortal viviente de este planeta, con tanta profundidad, hundiéndose en los temas con un rigor pocas veces visto, y con una poesía desde el punto de vista estético que emociona.
La angustia ante la existencia y la búsqueda de Dios, la interrogante ante el destino, la revelación de otra realidad, profunda, intima, el encuentro con nuestros propios demonios, los límites de la cordura y la locura, son temas que Bergman encaró como nadie,
 Se ha dicho que Bergman es el creador cinematográfico que más ha explorado las relaciones entre la pareja humana, estudiando la absorción del hombre por la mujer, la incomunicación, la falta de comunión que destruye a los seres humanos. Sin embargo, esa es casi una apariencia.
En primer término, lo que angustia y mueve a los personajes de Bergman es una interrogante interior: la necesidad de un absoluto. A través del amor creen encontrar una respuesta, pero el amor no dura, se convierte en "una mueca rematada en un bostezo" ("Una lección de amor").
En los films que Bergman realiza entre 1945 y 1955 la pareja se destruye: Birger Malmsten muere en "Juventud divino tesoro", Mónica despedaza espiritualmente a su esposo en "Un verano con Mónica"; Maj-Britt Nilsson muere en "El fracasado". El mismo esquema se repite en "Sed de pasiones", en "Puerto", en "El demonio nos gobierna". El amor encubre la soledad, pero al final ésta sobrevive al amor.


Con "El séptimo sello" (1956) inicia un nuevo período donde la angustia y la religión se transforma en tema esencial. En "el séptimo sello" analiza los misterios de la muerte y la moralidad a través de la historia de un caballero medieval que juega una partida de ajedrez con la muerte.
En "Cuando huye el día" (1957), que interpreta el también cineasta Victor Sjöström, crea una serie de flashbacks poéticos en un inquietante periplo a lo largo del cual plantea sus propias interrogantes a través de la vida de un viejo profesor.
Acompañado por un excelente equipo técnico encabezado por el fotógrafo Sven Nykvist, y un elenco de actores del mejor nivel como Max Von Sydow, Ingrid Thulin, Gunnar Bjornstrand, Harriet Andersson, Gunnel Lindblom y Bibi Andersson, no hay película de Bergman que no haya sido objeto de estudio, y pese a que para el gran público muchas veces resultara intrincado su lenguaje, la profundidad y fuerza de los temas abordados generalmente provocó sobrecogimiento e inquietud en las propias interrogantes de los espectadores.

Con la trilogía "Detrás de un vidrio oscuro", "Luz de invierno" y "El silencio" llega a la culminación de sus planteos metafísicos. Estos "films de cámara", despojados de todo efecto visual, con una austeridad sorprendente, condensan a nivel formal la angustia y dolor de los personajes. La búsqueda de una respuesta o una explicación a la vida; la ausencia de Dios; la cercanía de la muerte y la locura son su tema.




Con "Persona" (1966), una de las películas más audaces de su carrera, Bergman rompe con toda deliberación con los cánones de la clásica narrativa cinematográfica (desarrollo, nudeo, descenlace) para optar en cambio por un estilo de ruptura, que denuncia a la ficción como ficción, aleja a su espectador de la identificación con la historia y los personajes, y se abre a partir de ahí a una multiplicidad de sentidos que hacen la riqueza del resultado.
La carrera de Bergman se ha extendido a lo largo de tres décadas con obras de gran valor, y un estilo visual extraordinario al que acompañan una energía y una inteligencia únicas.


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