miércoles, 10 de abril de 2013

Panorama del cine mundial después de 1945. I. El cine comercial y la afirmación del cine como arte.



A partir de 1945 se produce una aceptación del cine como hecho cultural y artístico; como la forma de comunicación popia del siglo XX.
En poco tiempo, esa nueva actitud, ajena a los intereses industriales predominantes, habría de producir cambios sustanciales que se reflejarían en obras y autores.
El cine entra a las universidades, se publica regularmente crítica cinematográfica, y los festivales que hasta entonces habían sido meros intentos, se afirman.
 

El cine comercial de posguerra: el cinemascope y el 3D
En la posguerra, la llegada de la televisión supuso un desafío a la industria del cine que aún hoy perdura, cayendo la audiencia de unos 85 millones de espectadores anuales en Estados Unidos durante la guerra a apenas 45 millones a finales de la década de 1950.
La industria respondió con una oferta de más espectáculo, que se concretó en el mayor tamaño de las pantallas.


En 1953, la Twentieth Century-Fox estrenó su película bíblica "La túnica sagrada", de Henry Koster en un sistema nuevo denominado CinemaScope, que inició la revolución de los formatos panorámicos.
En una sucesión rápida, todos los estudios lanzaron sus sistemas panorámicos, tales como el Vistavisión, Todd-AO, Panavisión, Superscope y Technirama. De todos ellos sólo el Todd-AO y el Panavisión sobrevivirían, ya que suponían el uso de una sola cámara, un solo proyector y película estándar de 35 mm, adaptándose más fácilmente a todos los sistemas; su éxito cambió definitivamente la forma de las pantallas de cine.
Musicales a todo color, en pantallas anchas y atestados de estrellas, como "Ha nacido una estrella", de George Cukor (1954), u "Oklahoma" (1955), de Fred Zinnemann, superproducciones históricas como "Ben-Hur" (1959), de William Wyler, y películas de aventuras como "Rebelión a bordo" (1962), de Lewis Milestone, o "Doctor Zhivago" (1965), de David Lean, llenarían las pantallas de cine.
Durante un breve período a comienzos de la década de 1950, una novedad conocida como 3D apareció en el mercado.
Consistía en la superposición de dos imágenes distintas de la misma escena, cada una tomada con un filtro de color distinto y desde un ángulo ligeramente diferente, que, vistas a través de unas gafas en las que cada ojo llevaba un filtro de color equivalente a los usados durante el rodaje, reproducía la visión estereoscópica, dando impresión de relieve. Pero lo engorroso de tener que utilizar gafas para ver las películas, la falta de nitidez en la imagen y la escasa calidad de las películas con que se lanzó, echaron por tierra la viabilidad comercial de un sistema que actualmente se está imponiendo. Tras una moda pasajera, con éxitos relativos como el de "Los crímenes del museo de cera" (1953), de André de Toth, la novedad ya no fue tal y las películas en 3D se dejaron de producir, distribuyéndose las que ya estaban terminadas en este sistema como películas convencionales.

El declive del sistema de los grandes estudios
A pesar del éxito de los espectaculares formatos panorámicos, la popularidad y la influencia de Hollywood decayó entre las décadas de 1950 y 1960.
Los estudios se desprendieron de las salas de exhibición y de otras empresas asociadas y vendieron películas en un mercado más abierto y más competitivo.
El star system, en el que los estudios habían invertido millones de dólares, se acababa. 
Los intérpretes, libres para actuar con independencia de los grandes estudios, exigieron impresionantes sueldos y un porcentaje de los ingresos de sus películas. Hacia 1959, la producción estadounidense había decrecido hasta 250 películas al año, lo que representaba la mitad de la producción realizada durante la guerra.
Las películas europeas y asiáticas (japonesas, principalmente), aunque confinadas a las salas de arte y ensayo o cine clubes, se convirtieron en algo corriente para el espectador estadounidense. En 1946, había menos de una docena de salas de arte y ensayo en todo el país, mientras que en 1960 sobrepasaban el millar.
Comenzaron a proliferar por todo el mundo los festivales de cine, en los que se mostraba el trabajo de directores cuya obra antes de 1950, era muy poco conocida fuera de sus países de origen.

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