sábado, 27 de octubre de 2012

El Plan Marshall y la recuperación económica de Europa


Abandonado definitivamente el aislacionismo que había prevalecido durante el período de entreguerras, los Estados Unidos toman conciencia de sus intereses mundiales y deciden intervenir en cualquier lugar amenazado por las revoluciones y el comunismo, y propagar el ideal del American Way of Life.
Europa Occidental constituía una posición clave, que debía ser mantenida a toda costa, ya que de otra manera el equilibrio mundial se rompería en detrimento de los Estados Unidos.
En 1947, los recursos del FMI se agotaban, y los 8 millones de dólares en ayudas diversas no habían producido los resultados deseados.
Estados Unidos, que tenía el 56% de la producción mundial de acero, y el 87% de la producción de automóviles, se dirige a toda Europa y plantea un plan de recuperación en cuatro años, a través de una ayuda de 22 mil millones de dólares para el período 1948-1951.
El Programa de Reconstrucción Europea (European Recovery Program), es más conocido como Plan Marshall, debido a su promotor: el secretario de Estado estadounidense George Catlett Marshall.
Tras la guerra, la producción agrícola y carbonífera europea era casi inexistente, con el consiguiente perjuicio para la población. Los europeos tampoco tenían los dólares necesarios para comprar las materias primas y la maquinaria estadounidense que les permitiera reconstruir sus maltrechas economías.
Estados Unidos reaccionó ante estos hechos por cuatro razones:
En primer lugar, Europa había sido su principal y mayor mercado, y sin una Europa próspera, Estados Unidos sufriría una profunda depresión económica.
En segundo lugar, sin la ayuda del Plan Marshall, Europa Occidental podría haberse orientado hacia posturas comunistas, por lo que los líderes estadounidenses veían amenazada su seguridad.
En tercer lugar, Europa Occidental parecía estar dispuesta a dejarse influenciar por la URSS, potencia que Estados Unidos empezaba a considerar como su principal rival en el planeta.
Y cuarto, Alemania Occidental, que históricamente había sido el eje industrial del contintente, tenía que convertirse en el freno a la expansión soviética. El miedo que los europeos tenían hacia su enemigo durante la Segunda Guerra Mundial sólo desaparecería si se conseguía integrar a Alemania en una Europa unida.
A pesar de que el Plan Marshall constituía un acto intervencionista por parte de los Estados Unidos, es indudable que Europa necesitaba de esa inyeccción económica para superar la crisis y ahuyentar el peligro del ascenso de los partidos comunistas y socialistas en sus respectivos países.
El Plan Marshall se convirtió de este modo en un instrumento más de la guerra fría entre el Este y el Oeste desde el momento en que tanto Francia como Inglaterra habían decidido despreciar la oposición rusa y reunir en torno suyo, con objeto de examinar la propuesta norteamericana, a Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, Italia, Portugal, Islandia, Grecia, Irlanda, Suiza, Turquía, Austria, Dinamarca, Suecia y Noruega. Como era de esperar, los países adheridos al sistema comunista rehusaron la invitación de reunirse en París.
España no fue invitada a causa de la dictadura franquista, como tampoco Alemania Occidental, aún cuando este último país estuviera allí representado por los comandantes en jefe de las respectivas zonas de ocupación. El apoyo especial -como consecuencia de la guerra fría- a Alemania Occidental con una ayuda de mil quinientos millones de dólares en concepto de donación, colaboraron de manera importante al llamado "milagro alemán".
Los "dieciseis" redactaron un informe que fijaba los elementos esenciales de un programa de recuperación global y mutua: un vigoroso esfuerzo de producción y de estabilidad financiera, una cooperación lo más estrecha posible, y la aceptación de la ayuda norteamericana para colmar el déficit de las balanzas de pago europeas.
De esta manera, los países firmantes crean una organización permanente encargada de llevar a la práctica el Plan Marshall: la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE, primer antecedente de la actual Unión Europea).
La OECE alcanzó pronto resultados positivos. Desde el 1º de octubre de 1948 entró en vigor un acuerdo sobre pagos intraeuropeos, que permitiría a determinados países acreedores normalizar sus cuentas con otras naciones de Europa, sin tener que movilizar para ello reserva de oro o dólares.
Puede señalarse también la ayuda concedida por los Estados Unidos dando "salida" a determinados excedentes exportables. Los países de la OECE se dirigían a los de la zona del dólar para obtener entregas suplementarias de abastecimeitnos y suministros. Por encima de estos detalles concretos, lo importante era el nacimiento de una mentalidad nueva. Los pueblos de la Europa occidental parecían haber tomado conciencia de sus intereses comunes.
Dicha toma de conciencia se desarrollaba en el mismo momento en que la eclosión popular revolucionaria, secuela inevitable de la guerra, y apoyada por la Unión Soviética, cobraba los caracteres más agudos en Asia.
El programa cumplió con sus objetivos a corto y largo plazo: cuando se acabó en 1952, el peligro de control comunista sobre Europa Occidental había desaparecido, la producción industrial era un 35% superior a la de antes de la guerra, Alemania Occidental era independiente y su economía se estaba recuperando con gran rapidez.

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