viernes, 12 de octubre de 2012

1936. La guerra civil española



La Segunda República española fruto del concenso, no logró resolver los distintos problemas que enfrentaban a los distintos sectores de la sociedad. La historia se resolverá con una de las más dramáticas guerras civiles de nuestro tiempo.

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

Las elecciones de 1936 que dieron la victoria al Frente Popular, no lograron superar las dificultades que arrastraba la República desde su instauración. La crispación entre sectores sociales y políticos antagónicos se hacía cada vez más violenta, y la convicción de que el gobierno era incapaz de defender el orden y la propiedad cundió entre los sectores medios y la clase alta española. Los temores de la derecha generaron un movimiento hacia la violencia, ganando terreno el monárquico Calvo Sotelo, y la Falange, organización fascista acaudillada por el hijo del dictador Primo de Rivera.

Alzamiento y guerra civil
 España. Año 1936. 13 de julio.
El ultraderechista Calvo Sotelo es muerto a tiros por oficiales de la Guardia de Asalto, como reacción contra el asesinato de un oficial suyo a mano de los falangistas. Ésta fue la mecha que disparó el alzamiento militar. A partir de allí, y durante tres dolorosos años se instaló la guerra civil española, tal vez el acontecimiento que impactó más a la opinión internacional hasta entonces.

En aquel momento, el Gral. Mola despachó las últimas órdenes para la rebelión; ésta empezaría en Marruecos a las cinco de la tarde del 17 de julio, habiendo de estallar en la península a las 24 horas siguientes.
Durante los días 18 y 19 de julio, España quedó dividida en dos partes, ya que los pronunciamientos militares estallaron en numerosas ciudades.
En general la Guardia civil apoyó el pronunciamiento y la Guardia de Asalto le hizo frente. En todas partes encontró la oposición de los trabajadores organizados.
El gobierno realizó desesperados intentos para evitar la guerra civil. El primer ministro Casares Quiroga (noche del jueves 17), como los gobernadores civiles de las grandes ciudades (18 de julio), se negaron a distribuir armas entre las organizaciones de trabajadores, lo cual contribuyó en muchos casos al éxito de los rebeldes. Tras estos acontecimientos, Casares Quiroga dimitió y Martínez Barrio fue nombrado su sustituto para llevar a cabo un último intento de evitar la incipiente guerra. Sus conversaciones con los rebeldes no consiguieron detenerla. El 19 de julio Martínez Barrio dimitió a su vez para ser reemplazado por un gobierno de resistencia bajo las órdenes de José Giral. El mismo día fueron distribuidas armas al pueblo y la guerra civil comenzó.

Desde el primer momento el territorio nacional quedó dividido en dos zonas en función del éxito que obtuvieron los militares sublevados. Prácticamente se reproducía el mapa resultante de las elecciones de febrero de 1936; salvo casos aislados, los militares triunfaron en aquellas provincias donde resultaron más votadas las candidaturas de derechas, mientras que fracasaron en aquellas donde la victoria electoral correspondió al Frente Popular.

El comienzo del 'Alzamiento' tuvo efecto el 17 de julio en Melilla. Las unidades militares de Marruecos que no controlaba el gobierno republicano se hicieron pocas horas después con Tetuán y Ceuta. El general Francisco Franco partió desde Canarias en una avioneta privada (Dragon Rapide) a Tetuán el día 18. Ese mismo día se sublevaban los mandos militares de otras divisiones peninsulares; sin embargo, el levantamiento fracasó en las principales ciudades del país. Desde el día 18 ni el gobierno ni los rebeldes controlaban la totalidad del país.

El mapa inicial dejaba en manos de los sublevados parte de Castilla la Vieja, León, Galicia, Cáceres, poblaciones de Andalucía, oeste de Aragón, Navarra, Baleares y Canarias. El gobierno conservaba: el País Vasco, Cantabria, Asturias, Castilla la Nueva, Cataluña, Levante y el resto de Andalucía. Conforme avanza la contienda, la zona republicana perdía territorio que, desde finales de marzo de 1939, pasó integro a disposición del ejército franquista.
Casi tres años llevó a los rebeldes la conquista de España, ya que la guerra no terminó hasta finales de marzo de 1939.
Los objetivos de los rebeldes eran defender los intereses del ejército, de los terratenientes y de la Iglesia. El gobierno de Azaña y Casares Quiroga contra el que se alzaron, no era sino un régimen liberal blandamente progresista, al que los anarquistas y socialistas amenazaban con revolución social. La rebelión del ejército puso en marcha la inminente rebelión social.
En los tres meses que siguieron a la rebelión, se verificó en España el más amplio, logrado y espontáneo intento de revolución "desde abajo" que se recuerda. Tuvo rasgos admirables: en muchos sitios se consiguió una difícil combinación del culto de la dignidad y libertad humanas con los intentos de lograr la igualdad económica. También tuvo rasgos terribles: la sangre derramada y la violencia.


Esquema de fuerzas y participación internacional
Los ejécitos rebeldes eran inferiores en número a aquellos que puso en pie el gobierno, pero estaban mejor equipados y contaban con muchos más oficiales profesionales para adiestrarles y dirigirles. La ayuda extranjera fue decisiva para la victoria de Francisco Franco.

Si bien es cierto que la guerra comenzó como un conflicto interno "nacido en suelo español y a la manera española" (en palabras de Salvador Madariaga), por sus raíces ideológicas no pudo mantenerse ajeno al entorno internacional. Ambos bandos reclamaron inmediatamente apoyos de otras potencias extranjeras, según el panorama existente en la alineación del mundo en la década de 1930, hasta el extremo de que algunos vieron en el conflicto un prólogo de un nuevo enfrentamiento mundial. Si no lo fue, al menos consiguió implicar a la mayoría de partidos políticos y potencias europeas. Hoy nadie pone en duda que la intervención extranjera contribuyó tanto a prolongar la contienda como al futuro del 'Movimiento Nacional'.
En el período crucial de la guerra civil había en España entre 60.000 y 70.000 soldados italianos. Alemania puso a disposición de Franco la "Legión Cóndor": tropas especializadas, equipadas con material moderno, incluyendo aviones de todo tipo, tanques y artillería antitanque. Tanto los alemanes como los italianos participaron en la instrucción de las fuerzas españolas. Su ayuda comenzó tan pronto como  estalló el alzamiento, pero no hay pruebasde que los alemanes o los italianos estuvieran implicados en la preparación de éste.

En el campo gubernamental los ejércitos fueron creados poco menos que de la nada. En los primeros momentos de la guerra, las tropas leales se componían de guardias de asalto, un puñado de guardias civiles y, sobre todo, las milicias voluntarias de la clase trabajadora. Éstas últimas constituían columnas estrechamente vinculadas a un grupo político o sindical. Estos hombres no estaban sujetos a disciplina alguna , ni a las órdenes del gobierno central. Tales unidades carecían de utilidad en el campo de batalla, excepto en la defensa contra ataques frontales o defendiendo ciudades sitiadas, donde el entusiasmo por la causa no quedaba invalidado por la falta de conocimientos tácticos.
Sólo a partir de 1936 se creó un ejército capaz de llevar una acción coordinada en el campo de batalla, cuando las milicias de cada partido fueron persuadidas u obligadas a renunciar a su independencia. El más efectivo de los cuerpos milicianos dependiente de algún partido fue el "Quinto Regimiento", formado por comunistas; desde el primer momento los comunistas insistieron en la necesidad de la disciplina en la guerra.

El gobierno republicano recibió ayuda exterior en menor medida que el enemigo. El Frente Popular español contó con el apoyo inicial de Francia y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sin embargo, el temor francés a crear una situación conflictiva en todo el continente frenó su apoyo inicial y se acogió a la política de no intervención aplicada por la Sociedad de Naciones, cerrando su frontera a la entrada de material bélico a cualquiera de los contendientes, perjudicando notablemente al gobierno republicano. Por su parte la Unión Soviética, tras comprobar la participación activa y directa de italianos y alemanes rechazó la política de no intervención. Fundamental fue su apoyo en blindados, aviones y equipos de asesores militares. Mientras, los rebeldes recibieron aviones, armamento y combatientes de Italia y Alemania así como voluntarios portugueses, aparte de otras colaboraciones.
Entre los auxilios recibidos por el gobierno republicano merecen recordarse las Brigadas Internacionales.
La Komintern (La Internacional) creó un comité para organizar a sus miembros, que contó con la participación de Palmiro Togliatti y Josip Broz Tito. Participaron en ellas voluntarios de distintos países (Europa, América, Unión Soviética) movidos por sentimientos antifascistas, cuyo número es difícil de precisar (unos 60.000) por los relevos producidos en el transcurso de la guerra. El centro de reclutamiento estuvo en París y entre sus gestores cobró relieve André Marty. Los primeros brigadistas llegaron al puerto español de Alicante en octubre de 1936 para continuar hasta Albacete, en donde se formó la XI Brigada que pronto participó en la batalla de Madrid. El escritor francés André Malraux narró su participación en "L'Espoir".
Desarrollo militar y político de la contienda
Durante este trienio las operaciones militares permiten establecer un desarrollo cronológico, desde el paso del estrecho de Gibraltar por las tropas del ejército de África con el general Franco al frente (julio-agosto de 1936), con tres fases principales. La primera muestra la importancia que ambos bandos otorgaron a la ocupación de Madrid que, en consecuencia, pronto fue motivo de asedio por las tropas insurrectas. La estrategia de los sublevados que pretendía acceder a la capital desde el norte y desde el sur fracasó. Una acción importante en esta primera fase, que en seguida quedaría en el elenco de 'mitos' de la contienda, fue la liberación del Alcázar de Toledo defendido por el coronel José Moscardó (setiembre 1936). Contando con las fuerzas de África y con la ayuda alemana e italiana, Franco avanzó sobre Andalucía consiguiendo ocupar las plazas de Mérida y Badajoz, enlazando de esta manera con los sublevados del norte a lo largo de la frontera portuguesa. Mola, a su vez, lograba cortar la frontera francesa al ocupar Irún.
La segunda fase no abandonó la marcha sobre Madrid. Pero la batalla de Guadalajara (marzo de 1937) se saldó con el éxito republicano, que tuvo presente el plan de ofensiva general previsto por José Miaja, frente a las tropas enviadas por Italia. Los alzados decidieron entonces centrar sus principales operaciones en el Norte.


La toma del norte de España por los alzados durante la Guerra Civil estuvo profundamente relacionada con la intervención de fuerzas internacionales que apoyaban la rebelión. Especial violencia adquirieron los bombardeos que la "Legión Cóndor" alemana efectuó sobre la población vasca de Guernica en abril de 1937. La sinrazón de la tragedia allí ocurrida fue reflejada por Pablo Picasso en una de sus más importantes obras, Guernica, actualmente expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid).
Con el apoyo decisivo de la aviación integrada en la Legión Cóndor alemana, que ocasionó una salvaje agresión a Guernica (abril de 1937), las tropas rebeldes rompían las defensas (el llamado 'cinturón de hierro') de Bilbao poco después de fallecer el general Mola en accidente de aviación. En agosto, estas mismas tropas entraban en Santander y dos meses después tomaban Gijón, última etapa de la ocupación por los rebeldes de la zona Norte.
A partir de finales de 1937 comenzó la tercera fase. En principio los republicanos, según los planes del general Vicente Rojo, obtenían la gran victoria de Teruel, ciudad que pierden en febrero de 1938. En julio comenzó la dura y decisiva batalla del Ebro, en la que la derrota del ejército republicano dejó despejada la ruta para el avance de los sublevados hacia Cataluña. En los últimos días de enero del año siguiente estas mismas tropas se instalaron en Barcelona, para en fechas sucesivas avanzar hacia la frontera francesa ocupando los pasos de Puigcerdá a Port Bou (Gerona). La ofensiva final (febrero-marzo) debía quebrantar las posiciones republicanas todavía pendientes, situadas en la zona centro-sur. Fracasó el criterio del jefe de gobierno, Juan Negrín, de mantener la resistencia tras la creación en Madrid del Consejo Nacional de Defensa. Este organismo que encabezaba el jefe del Ejército del Centro, coronel Segismundo Casado, opuesto a la intención de Negrín procuró alcanzar una paz honrosa con el gobierno franquista de Burgos después de hacerse con el control de Madrid tras un cruento enfrentamiento entre las propias tropas republicanas. Sin embargo, no prosperaron sus gestiones por lograr una paz acordada. El 28 de marzo las tropas franquistas entraban en Madrid. Tres días más tarde el gobierno republicano veía caer las últimas plazas todavía fieles. El 1 de abril la guerra había terminado, no así las represalias.
La jefatura del gobierno republicano pasó sucesivamente de manos de José Giral (19 de julio de 1936) a Francisco Largo Caballero  (5 de setiembre de 1936) y de éste a Juan Negrín (desde el 18 de mayo de 1937 hasta el final de la guerra) que bien puede definirse como una pugna entre dos prioridades: desarrollar un proceso revolucionario o apostar por ganar la guerra primero. Tan pronto como Giral asumió las responsabilidades de gobierno, la autoridad del poder central se descompuso y se crearon numerosos poderes locales de carácter popular y espontáneo que generaron divisiones intensas y supusieron la pérdida de la unidad política e incluso militar en el ámbito republicano. El debilitamiento de la autoridad y los avances de las fuerzas rebeldes, explican el cambio de Giral por Francisco Largo Caballero, cuyo prestigio y autoridad sobre los obreros lo ejercía desde la dirección de la Unión General de Trabajadores (UGT).
Largo Caballero hizo cuanto pudo por controlar la situación revolucionaria y formó un gobierno de concentración con presencia de socialistas, comunistas, una minoría de republicanos y nacionalistas vascos y catalanes. Dos meses después incorporó a cenetistas (militantes de la central obrera anarcosindicalista CNT, Confederación Nacional del Trabajo), cuya fuerza era destacada en Aragón, Cataluña y Levante. Con todo, el enfrentamiento entre las dos tendencias arriba aludidas (revolución o guerra) -y ello pese a que durante el gobierno de Largo Caballero mejoró la coordinación en el Ejército- dio al traste con esta experiencia porque fue incapaz de amainar los enfrentamientos entre las tendencias de la coalición gubernamental.
El presidente de la República, Azaña, puso las riendas del gobierno en manos de Negrín, que pronto sería acusado de estar dominado por los comunistas. En el primero de sus gabinetes prescindió de los anarcosindicalistas y orientó su gestión hacia la victoria militar; la revolución debía esperar. Pero la batalla de Teruel desencadenó una nueva crisis gubernamental en abril de 1938. En el nuevo gabinete de Unidad Nacional, Negrín tomó también la cartera de Guerra, que antes desempeñó el socialista Indalecio Prieto. Los 'trece puntos' (así llamada una propuesta de acuerdo con los franquistas como base de una posible negociación) de Negrín, promulgados el 1 de mayo de ese año, en un afán por restablecer la democracia, no consiguieron recomponer la unidad del Ejército republicano ni sostener el apoyo internacional, debilitado a medida que se retiraban los voluntarios extranjeros que habían formado parte de las Brigadas Internacionales. El éxito de la ofensiva franquista sobre Cataluña, a principios de febrero de 1939, impidió que dieran fruto las garantías que el gobierno republicano pedía de cara a la paz: independencia de España y rechazo de cualquier injerencia exterior; que el pueblo pudiera decidir libremente acerca del futuro del régimen; garantía de evitar persecuciones y represalias después de la guerra. Estas condiciones propuestas por Negrín en las Cortes reunidas el 1 de febrero de 1939 en el castillo de Figueres (Gerona), no fueron aceptadas por el gobierno de Burgos, que presumía concluir la guerra en breves días.
En lo que respecta a la zona sublevada, al compás de las acciones bélicas se incorporaron paulatinamente medidas políticas que fueron aplicadas en los territorios ocupados desde el principio y en todos aquellos que incorporaban tras sus éxitos militares. La primera y pronta medida adoptada por los insurrectos fue la creación de la Junta de Defensa Nacional, el 24 de julio de 1936, que presidió el general Miguel Cabanellas e integraron los generales Emilio Mola, Fidel Dávila, Antonio Saliquet, Miguel Ponte y los coroneles Moreno y Montaner. En agosto se unió a la misma el general Franco. Un paso adelante en la concentración del poder tuvo lugar con la creación de la Junta Técnica (1 de octubre de 1936) que puso en manos de Franco, elegido jefe del Estado, el mando militar y político. Esta medida tuvo su complemento en el Decreto de Unificación (19 de abril de 1937) por el que se creaba la Falange Española Tradicionalista y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET de las JONS), único grupo legal del nuevo régimen que ya se denominaba a sí mismo como 'Movimiento Nacional' que fundía los núcleos falangistas y tradicionalistas (carlistas), operación que agudizó las tensiones latentes entre los falangistas desde que fue ajusticiado José Antonio Primo de Rivera, fundador y jefe nacional de Falange Española de las JONS. El nuevo jefe nacional, Manuel Hedilla, se opuso al decreto unificador, por lo que fue arrestado junto con sus seguidores. En enero de 1938 nacía el Gobierno Nacional al que Franco incorporó militares, falangistas, tradicionalistas y monárquicos. Asimismo, se creaba el Consejo Nacional de FET de las JONS, reunido en el monasterio burgalés de Las Huelgas, y se promulgaba el Fuero del Trabajo (9 de marzo de 1938), que durante el franquismo alcanzaría el rango de ley fundamental.
Consecuencias de la guerra
La principal consecuencia de la Guerra Civil española fue la gran cantidad de pérdidas humanas (tal vez más de medio millón), no todas ellas atribuibles a las acciones propiamente bélicas y sí muchas de ellas relacionadas con la violenta represión ejercida o consentida por ambos bandos, entre las que se pueden incluir también las muertes producidas por los bombardeos sobre poblaciones civiles.
El profesor Jackson ha sugerido un total de 580.000 muertos. Esta cifra incluye 160.000 muertos directamente atribuibles a acciones de guerra. Los restantes 420.000 se atribuyen a acciones políticas (fusilamientos y enfermedades contraídas en prisión). Jackson asigna únicamente 20.000 de estos fallecimientos o ejecuciones a los republicanos, correspondiendo no menos de 400.000  a las acciones llevadas adelante por los nacionalistas, tanto durante la guerra como después de ésta. En la zona republicana, la mayoría de las ejecuciones fueron el resultado de los disturbios revolucionarios, combatidos o incluso sofocados por el gobierno republicano. Las matanzas y ejecuciones del franquismo eran asesinatos en masa organizados, o al menos aprobados por las autoridades constituídas.
En un nivel inmediatamente inferior se puede considerar como consecuencia destacada el elevado número de exiliados producidos por el conflicto, cuyas principales figuras políticas constituyeron durante muchos años el gobierno republicano en el exilio.
En lo que respecta al aspecto económico, las consecuencias principales fueron: pérdida de reservas, disminución de la población activa, destrucción de infraestructuras, fábricas y viviendas, lo que provocó una disminución de la producción y, en fin, hundimiento parcial del nivel de renta.
En cuanto a la política exterior, Franco fue lo suficientemente hábil como para mantenerse neutral durante la Segunda Guerra Mundial, y no dejarse envolver en un conflicto abierto con Inglaterra y los Estados Unidos, sobreviviendo en esos años de guerra internacional.
 Una película muy interesante para ver sobre este período histórico es: "Morir en Madrid", un documental de Frederic Rossif

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