sábado, 10 de noviembre de 2012

1957. El inicio de la era espacial y la astronáutica práctica



La era espacial
La era espacial y la astronáutica práctica arrancan con el lanzamiento del Sputnik 1 por la Unión Soviética en octubre de 1957, y con el del Explorer 1 por Estados Unidos en enero de 1958.
Sputnik 1
La especie humana estaba emprendiendo una aventura, que de tener éxito, sería tan importante como la colonización de la Tierra o el descenso de los árboles. Pero las energías del ser humano estaban dirigidas mucho más hacia la guerra, y estas primeras aventuras espaciales estuvieron enmarcadas dentro del panorama de la guerra fría.

Dado que la tecnología usada para el lanzamiento de naves espaciales está en estrecha relación con los misiles balísticos, desde 1957 hasta 1965 sólo Estados Unidos y la URSS fueron capaces de lanzar satélites.

Explorer 1

Explorer 1

Explorer 1
En años posteriores, Francia, Japón, India y China lanzaron satélites terrestres propios, con tecnologías cada vez más sofisticadas.
En 1984, los trece países miembros de la Agencia Espacial Europea comenzaron su programa de lanzamientos desde el centro espacial de Kourou, en la Guayana Francesa. Sin embargo Estados Unidos y la URSS siguieron siendo los únicos países con capacidad para lanzar al espacio naves grandes y pesadas, requisito necesario para llevar tripulaciones.
Física del espacio
El límite entre la atmósfera terrestre y el espacio exterior es difuso y no está bien definido. Al disminuir gradualmente la densidad del aire con la altitud, el aire de las capas superiores de la atmósfera es tan tenue que se confunde con el espacio. A 30 km sobre el nivel del mar, la presión barométrica es un octavo de la presión a nivel del mar. A 60 km sobre el nivel del mar, es 1/3.600; a 90 km es 1/400.000. Incluso a una altitud de 200 km hay la suficiente masa atmosférica como para frenar los satélites artificiales, debido a la resistencia aerodinámica, por lo que los satélites de larga vida han de alcanzar órbitas de gran altitud.
Tradicionalmente se ha asociado el espacio con el vacío. Sin embargo el espacio está ocupado por cantidades pequeñas de gases como el hidrógeno, y pequeñas cantidades de polvo de meteoritos y meteoros. El espacio está atravesado por rayos X, radiación ultravioleta, radiación luminosa y rayos infrarrojos procedentes del Sol. En el espacio hay también rayos cósmicos, compuestos principalmente de protones, partículas alfa y núcleos pesados.
Problemas prácticos
Las fuerzas aerodinámicas generadas por las estructuras de un avión (por ejemplo, las alas), lo mantienen frente a la fuerza de la gravedad, pero un vehículo espacial no puede mantenerse de este modo debido a la ausencia de aire en el espacio. Por ello, las naves deben entrar en órbita para poder permanecer en el espacio. Los aviones que vuelan por la atmósfera terrestre se sirven de propulsores y alas para moverse, pero las naves espaciales no pueden hacerlo por la ausencia de aire. Los vehículos espaciales dependen de los cohetes de reacción para propulsionarse y maniobrar, según las leyes de Newton sobre el movimiento. Cuando una nave dispara un cohete en una determinada dirección, se produce una reacción de movimiento de la nave en sentido contrario.
Naves espaciales
Los artefactos espaciales no tripulados pueden ser de diversos tamaños, desde unos centímetros hasta varios metros de diámetro, y tener muchas formas diferentes, según el uso para el que estén construidos. Las naves no tripuladas cuentan con equipos de radio para transmitir información a la Tierra y para señalar su posición en el espacio.
Las naves tripuladas han de cumplir con requisitos más complicados debido a las necesidades de la propia tripulación. Están diseñadas con equipos capaces de proveer aire, agua y comida a los tripulantes, equipos de navegación y control, asientos y compartimentos para dormir y equipos de transmisión para enviar y recibir información. Una característica de las naves tripuladas es la pantalla protectora del calor que se produce al penetrar en la atmósfera.
Las naves espaciales se lanzan desde plataformas construidas al efecto, en donde se colocan e inspeccionan cuidadosamente la nave y el cohete propulsor antes del lanzamiento. Las operaciones son supervisadas por ingenieros y técnicos en un puesto de control situado en las inmediaciones. Cuando todo está listo, se encienden los motores del cohete y la nave se eleva hacia el espacio.
El aterrizaje presenta el problema de ralentizar la velocidad de la nave para evitar su destrucción a causa del calor aerodinámico. Los programas estadounidenses Mercury, Géminis y Apolo superaron esta dificultad protegiendo la superficie de la nave con un escudo espacial protector del calor, construido con materiales plásticos, metálicos y cerámicos, que se funden y volatilizan al entrar en la atmósfera, disipando el calor sin daños para la nave y sus tripulantes. El escudo protector del calor diseñado para el momento de entrar en la atmósfera está hecho de chapas de cerámica soldadas individualmente al casco de la nave. Antes de la aparición de la lanzadera espacial que aterriza en una pista, las naves estadounidenses tripuladas caían sobre el mar para amortiguar el impacto. Los astronautas y su cápsula eran recogidos enseguida por los helicópteros y eran llevados a bordo de unidades navales que se encontraban a la espera. Por el contrario, los astronautas soviéticos aterrizaban sobre tierra firme en distintas partes de Siberia.

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