viernes, 2 de noviembre de 2012

1950 - 1960: El desarrollo de la era nuclear



El desarrollo de arsenales nucleares en la década de 1950 y 1960 llevó a una situación conocida como el equilibrio del terror, en la que el disuasivo crucial entre Estados Unidos y la Unión Soviética (las dos superpotencias), era la enorme destrucción que provocaría un conflicto nuclear entre ambos bandos.
Aunque los dos Estados intervinieron en numerosos conflictos, siempre evitaron el enfrentamiento directo para mantener las tensiones por debajo del umbral nuclear.
El momento de máximo peligro para un enfrentamiento frontal entre ambas superpotencias fue la crisis de los misiles cubanos de 1962, en la que Estados Unidos estableció un bloqueo para impedir que la Unión Soviética instalara una base de misiles en Cuba. Posteriormente Estados Unidos y la Unión Soviética intentaron negociar la limitación o reducción de sus arsenales nucleares.
Características del armamento nuclear
Las armas nucleares constituyen el paradigma de las armas de destrucción masiva. De su utilización resulta la aniquilación total de una amplia zona alrededor del punto de impacto, además de quedar contaminada radiactivamente durante generaciones una región mucho mayor en extensión. Por esas especiales características no es posible distinguir el impacto estrictamente medioambiental de las armas nucleares, aunque es obvio que no existe armamento más letal para el medio ambiente que el nuclear.

Existen tres tipos fundamentales de bombas nucleares: La bomba atómica (bomba A), utilizada en Hiroshima y Nagasaki, basada en la fisión nuclear; la bomba de hidrógeno o termonuclear (bomba H), basada en la fusión nuclear, con una potencia entre mil y cuatro mil veces mayor que la bomba A; y, la bomba de neutrones o de radiación intensiva (bomba N), variante de la bomba H pero con un poder de irradiación mucho mayor para la misma potencia.

Las explosiones nucleares conllevan impactos medioambientales que incluyen la lluvia radiactiva, la contaminación radiactiva de aguas subterráneas y cadenas tróficas, la destrucción de la cubierta vegetal y de la capa de ozono, y además es capaz de provocar graves alteraciones irreversibles del material genético de poblaciones enteras, transmisibles de generación en generación.

La radiactividad produce efectos biológicos en todos los seres vivos, incluidos naturalmente los humanos. Esas transformaciones biológicas, que pueden producirse en pocos segundos tras la irradiación o varias décadas después de ésta, pueden destruir las células completamente, o alterarlas originando cánceres o efectos genéticos, incluyendo mutaciones y enfermedades hereditarias. Hay que señalar que la radiobiología, ciencia que estudia los efectos de la radiactividad en los seres vivos, ha demostrado fehacientemente que cualquier dosis de radiactividad puede producir cáncer, entre otras graves alteraciones de la salud.

La radiactividad liberada por una explosión atómica permanece en el entorno durante cientos de miles de años, por lo que, a diferencia de otros sistemas de destrucción, el daño causado por las armas nucleares se extiende en el tiempo mucho más allá de la época de su utilización, incluso cuando las motivaciones que provocaron su uso hayan sido borradas del recuerdo de las generaciones venideras.

Pero el impacto medioambiental de las armas nucleares no se limita a su eventual utilización, sino que comienza desde la extracción del mineral de uranio, su enriquecimiento y transporte, hasta la utilización del combustible de uranio en las centrales nucleares y la correspondiente generación en éstas de residuos radiactivos. A través del reprocesamiento del combustible nuclear gastado (que es ya un residuo radiactivo de alta actividad) se obtiene el plutonio necesario para fabricar armas atómicas. Todo el ciclo nuclear se halla plagado de accidentes, escapes radiactivos y generación de residuos peligrosos, en todas y cada una de sus etapas.

Una vez producidas, las armas atómicas son probadas para verificar la calidad de su mortífera carga. Son las pruebas nucleares, como las más de 2.000 que han sido realizadas por las diversas potencias nucleares desde el comienzo de la carrera nuclear en "tiempo de paz".

Las pruebas nucleares atmosféricas ocasionaron nubes y lluvias radiactivas más allá de su prohibición en 1963 (Francia, por ejemplo, continuó realizando ensayos atmosféricos hasta 1974 y China hasta 1980). 
Todas las potencias atómicas han realizado numerosas pruebas nucleares subterráneas, cuyo impacto medioambiental traspasa la zona de la explosión debido a los escapes que se producen a través de las formaciones geológicas donde se realiza el ensayo, que resultan con frecuencia gravemente alteradas. Los cientos de testimonios de los afectados por las pruebas nucleares en el Pacífico dan fe del alcance de estos ensayos.

También hay que atribuir al militarismo los peligros inherentes al uso "civil" de la energía nuclear, puesto que militar fue su origen y militar es, en definitiva, su finalidad real. Además, las centrales nucleares, que junto a sus frecuentes accidentes (Chernóbil, Harrisburg, Vandellós-I y un largo etcétera) e incidentes de variadísima gravedad añaden la contaminación radiactiva de su funcionamiento normal, constituyen un objetivo militar prioritario en caso de conflicto armado, declarado o no. Ello se pudo comprobar en el bombardeo de la central nuclear iraquí de Osirak por la aviación israelí en 1981, o al ser bombardeado el centro nuclear iraquí de Tuwaitha por parte de las fuerzas aliadas durante la guerra del Golfo.

Por lo tanto, la amenaza de las armas nucleares abarca, como ya hemos visto, muchos más aspectos que el de su propia utilización.

Movimientos a favor del desarme

En 1953, dos grandes personalidades, el físico Albert Einstein (Premio Nobel de Física; 1922) y el matemático y filósofo británico Bertrand Russell (Premio nobel Literatura; 1950) organizaron el Movimiento Pugwash, (organización de carácter no gubernamental) ante la amenaza inminente de una guerra nuclear.

Posteriormente, el escape de plutonio en la planta de Windscale (Gran Bretaña) en 1957 motivo el inició de la Campaña por el Desarme Nuclear (CDN) en un momento en que la política de defensa británica enfatizaba las ventajas de las armas nucleares. Las llamadas a favor del desarme unilateral continuaron hasta el final de la Guerra fría, aunque se argumentaba que el único método seguro de hacerlo era mediante tratados de control de armas multilaterales.
La Campaña para el Desarme Nuclear (CDN), de carácter mundial, fue creada en 1958 en Londres. Sus objetivos se ampliaron para luchar por el abandono unilateral de las bases, alianzas y armas nucleares, y la abolición mundial de las armas, químicas y biológicas. Sus formas de acción, la protesta pública, la acción directa no violenta, la concienciación de la gente y la labor de presión de figuras públicas, no privó al gobierno británico de encarcelar a uno de sus más conspicuos representantes: Bertrand Russell.
Para sus integrantes, la ONU, junto a los organismos regionales de seguridad, representan la mayor esperanza para la resolución pacífica de los conflictos internacionales, ya que es la única institución global con suficiente autoridad como para ofrecer una alternativa a la acción militar entre los estados. La organización contó con un gran respaldo durante todo el periodo de la Guerra fría.
La CDN no tiene afiliaciones políticas y jamás acepta dinero de ninguna agencia perteneciente a un Estado que posea armas nucleares. Consigue su financiación a través de cuotas, peticiones y donativos, aunque parte de sus ingresos proceden también de su sección comercial y sus publicaciones.

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