lunes, 7 de octubre de 2013

A fines de la década del '70 una nueva enfermedad azota al mundo: el SIDA



Una extraña enfermedad azota al mundo: el síndrome de inmuno deficiencia adquirida -SIDA- descubierto a fines de la década del '70 y aislado en 1983, se expande por la población mundial, sin haberse hallado aún hoy un método eficaz para logar eliminarlo.


Un nuevo virus azota al mundo: el SIDA

Para las nuevas generaciones el SIDA es una misteriosa plaga que está derrotando a la todopoderosa ciencia médica. Para los más veteranos reproduce el pánico que extendían antaño enfermedades como la viruela o la tuberculosis.
En un principio, cuando se pretendió que la enfermedad atacaba sólo a los homosexuales y drogadictos, el tema no se trataba explícitamente, y representaba un tabú.

Actualmente los grupos de riesgo se han ampliado y abarca desde los niños recién nacidos de padres afectados, hasta las parejas heterosexuales sin demasiadas particularidades.

El prejuicio de que el riesgo de contraer el SIDA era patrimonio de "homosexuales, bisexuales y drogadictos": los "otros". Eso creó la convicción en la mayoría de la población de que ellos estaban fuera del problema. Esta fue la principal causa que permitió el exponencial estallido que ha tenido el SIDA desde su descubrimiento e identificación a mediados de la década del '80.

El Síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), es el estado final de la infección crónica producida por el retrovirus VIH (virus de la inmunodeficiencia humana).
El SIDA es una enfermedad que anula la capacidad del sistema inmunológico para defender al organismo de múltiples microorganismos, produciéndose graves infecciones. 
Se caracteriza por astenia y pérdida de peso importantes, y con frecuencia por complicaciones neurológicas debidas a la lesión de las células cerebrales.También tiene una elevada incidencia en ciertos cánceres, especialmente el sarcoma de Kaposi; uno de sus primeros síntomas consiste en la aparición de lesiones violáceas en la piel. Otros tumores frecuentes son los linfomas de células B.
El VIH es un retrovirus, es decir que su material genético se encuentra en el Ácido Ribo-nucleico -ARN- y de allí pasa al Ácido Desoxiribonucleico -ADN-, siguiendo el proceso inverso de todos los virus conocidos.
Esta particularidad le permite integrarse al material genético de las células infectadas y transferirse directamente a las células hijas durante el proceso de división celular. De esa manera el virus puede vivir en estado latente durante largos períodos en el núcleo de células atacadas, esperando un estímulo para desarrollarse.
Es este aspecto silencioso del virus el que plantea el problema más grave para su eliminación.
En el momento de la infección se produce una fuerte reacción inmunitaria. La intensidad de esta respuesta lleva con frecuencia a un estado de fatiga, de fiebre y a otras manifestaciones patológicas que pueden durar varias semanas, según el individuo. 
Cuando las células ya contagiadas se introducen  en el nuevo organismo vía esperma, secreciones vaginales o la sangre, se produce una reacción habitual: las defensas del cuerpo generan anticuerpos y estas tratan de eliminar el virus extraño.

Pero la principal forma de difusión de la infección no es provocada por las partículas libres de VIH circulantes en la sangre, sino por el contacto que se produce entre las células afectadas y las sanas. De esta manera, un tipo particular de glóbulos blancos, los linfocitos T4, son los principales afectados.

En el funcionamiento normal del organismo estas células cumplen la función, junto con los linfocitos B, de reconocer y atacar toda molécula extraña. Al ser los propios linfocitos T4 el objetivo de la infección, con su desaparición en el desarrollo de la enfermedad, la tarea inmunitaria no puede ser cumplida. Así, es que el propio sistema inmunitario es el que produce la desaparición de uno de los principales agentes de defensa del organismo. Se abre de esta manera el camino para que cualquier otra infección, que en circunstancias normales fuese rápidamente eliminada, se desarrolle. La proliferación de estas afecciones y la imposibilidad del organismo para combatirlas es la que en definitiva provoca la muerte.
El SIDA se transmite por la sangre, por contacto homo o heterosexual, a través de la placenta desde la madre infectada al feto y posiblemente a través de la leche de la madre infectada. Las transfusiones sanguíneas fueron una vía de transmisión importante antes
de que se desarrollara una prueba fiable para la detección del virus en sangre. Uno de los mecanismos principales de transmisión y difusión de la enfermedad es el uso por drogadictos de agujas contaminadas con sangre infectada. La simple convivencia (sin relaciones sexuales y sin compartir objetos personales como maquinillas de afeitar o cepillos de dientes) y la donación de sangre, no son factores de riesgo para la infección.
Hasta el momento se han aislado varias cepas del virus VIH, el cual está experimentando continuamente mutaciones genéticas. Estas mutaciones producen cambios continuos en la envoltura externa del virus, aquella contra la cual el sistema inmune humano puede desarrollar anticuerpos. Las mutaciones continuas dificultan la elaboración de una vacuna protectora frente a todas las cepas del virus. No obstante, en muy poco tiempo se ha obtenido un enorme progreso en el conocimiento de la estructura molecular del virus, sus modos de transmisión y sus mecanismos patogénicos.
Se están llevando a cabo muchas investigaciones para descubrir tratamientos eficaces tanto para los enfermos como para aquellas personas infectadas que aún no han desarrollado la enfermedad. El AZT (azidotimidina o zidovudina), desarrollado en 1986-1987, ha sido el primer fármaco capaz de controlar parcialmente la replicación del virus y los síntomas de la enfermedad. No obstante, las estadísticas clínicas indican que por el momento ningún individuo con SIDA sobrevive a largo plazo.
El SIDA ha planteado muchos dilemas legales y éticos: como ejemplo se puede mencionar el análisis de anticuerpos en todos los ciudadanos o en poblaciones particulares (por ejemplo, en los suscriptores de seguros de vida), la discriminación en la vivienda, el trabajo o los tratamientos médicos, y la confidencialidad en el manejo de datos clínicos, o la notificación a las parejas sexuales.
El primer caso de SIDA fue descrito en Nueva York en 1979, pero el origen viral de la enfermedad no se estableció hasta 1983-1984 por Luc Montagnier en el Instituto Pasteur de París. Muy poco después se dispuso de una prueba para la detección de anticuerpos VIH en el suero de las personas infectadas, lo cual permitió investigar los mecanismos de transmisión del virus, su origen y sus mecanismos patogénicos. Algunos virus parecidos al VIH producen infecciones en determinados monos africanos; este hecho, y la alta incidencia de infección en algunas poblaciones centroafricanas, ha sugerido la discutible opinión de que el virus se originó en ese continente. En 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que a finales de 1989 se habían descrito en todo el mundo un total de 203.599 casos de SIDA, y se estimaba la cifra actual en aproximadamente un millón de personas que padecían o habían padecido la enfermedad. Las más recientes estimaciones de la OMS elevan el número de seres humanos infectados por el VIH a 8-10 millones de adultos y 1 millón de niños. España es el país europeo con mayor incidencia de la enfermedad, y ocupa el segundo lugar (después de EEUU) en número de casos en el mundo occidental.
Según un informe del programa conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/SIDA (UNAIDS), presentado el 1 de diciembre de 1996 (Día Mundial del SIDA), cerca de 3,1 millones de personas se infectaron con el virus del SIDA en 1996; esto equivale a 8.500 casos nuevos diarios, de los cuales 7.500 son adultos y 1.000, niños. Además, el informe anuncia que hasta esa fecha, 22,6 millones de personas tenían SIDA o estaban infectados por el VIH, y un total de 1,5 millones de personas murieron en este año. Desde que apareció la enfermedad en la década de los años setenta hasta 1996, según estimaciones basadas en informes mundiales, 29,4 millones personas se han infectado con el VIH, 8,4 millones han desarrollado la enfermedad y 6,4 millones de personas han perecido por su causa.
En diciembre de 1996 el 62% de los casos de VIH/SIDA corresponde a la zona del África subsahariana. Según datos de la ONU, las cifras de infectados por el VIH en mujeres de Uganda y en hombres de Tailandia han disminuido. El 23% de las infecciones por el VIH y el SIDA del mundo se concentran en el sureste y sur asiático. En India están aumentando los índices de infección por SIDA, al igual que ocurre en Vietnam, Myanmar y Malaysia. La UNAIDS advirtió que la enfermedad puede propagarse también por Europa central y del Este, donde la transmisión entre usuarios de drogas por vía intravenosa ha aumentado más de un 50% en menos de once meses.
En el siglo XXI, los tratamientos aplicados resultan de la combinación de distintas drogas antiretrovilares, comúnmente llamada "cóctel". Estos "cócteles" reemplazaron a las terapias tradicionales de una sola droga que sólo se mantienen en el caso de las embarazadas VIH positivas. Las diferentes drogas tienden a impedir la multiplicación del virus y, hacen más lento el proceso de deterioro del sistema inmunitario.
Nota respecto al origen del VIH y su propagación:
Actualmente, a partir del estudio de los genomas actuales en los que se pueden ver las marcas de mutación registradas, se ha podido detectar el origen del VIH en los chimpancés de África central (República del Congo), que se habría trasmitido a los humanos a través del contacto de sangre infectada en el manejo de carne de animales salvajes. Y habría sido en la década de 1920 en Kinhasa donde se dieron una suma de factores (vertiginoso aumento de la población -recordemos que la zona estaba colonizada por los belgas- mayores niveles de prostitución y desarrollo del ferrocarril), que favorecieron la propagación exponencial del virus.

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