Literatura Francesa
En
los últimos años de la Primera Guerra Mundial surgió en Francia, Alemania,
Suiza, España y muchos otros países, un movimiento de jóvenes poetas y pintores
que dieron lugar a las vanguardias artísticas. En rebelión contra todas las
formas artísticas tradicionales, iniciaron su andadura declarando su intención
de destruir el arte.
Hacia 1923, algunos miembros del grupo, bajo el liderazgo
de André Breton, se separaron del resto y formaron un movimiento, utilizando
para denominarlo un término inventado por Guillaume Apollinaire: el
surrealismo. En 1916 influyó en él notablemente Jacques Vaché, que proclamaba
su deseo de vivir en permanente estado de aberración mental. La impresión que
le produjo este personaje casi legendario, junto con el entusiasmo de Breton
por los poemas de Rimbaud, dieron una nueva filosofía del arte y de la vida, en
la que los valores más importantes son los dictados por el inconsciente. A
pesar de los ataques a los que se vio sometido el surrealismo, este movimiento
tenía sus orígenes muy arraigados en la literatura francesa. Lautréamont,
Baudelaire, Cros, Rimbaud, y los simbolistas en general fueron sus antecesores
directos.
Por
la naturaleza dictatorial de Breton, que chocaba con la independencia de sus
miembros, el grupo siempre fue muy cambiante.
Primero
dadaísta, Louis Aragon se pasó al surrealismo en 1924 y escribió varios libros
de poemas, incluyendo "El libertinaje" (1924). En 1928, sin embargo,
en "Tratado de Estilo", atacó los motivos de sus obras. Se hizo
comunista en 1930, y fue entonces expulsado del movimiento surrealista. Sus
novelas "Las campanas de Basilea" (1934) y "Los bellos
barrios" (1936) le consagraron dentro y fuera de Francia. Durante la
ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial, volvió a escribir poesía, en Le
Crève-coeur (1941; El quebranto, 1943) y Los ojos de Elsa (1942), para lamentar
la derrota de su país.
En
Paul Éluard, el movimiento halló, quizás, a su mejor poeta. Tras un comienzo
dadaísta, sus poemas, de "La necesidad de la vida y la consecuencia de los
sueños" (1921), son modelos de imágenes independientes entre sí. Cuando se
unió al grupo surrealista, en 1923, Éluard entrelazó las imágenes en la
contemplación del amor como parte del espíritu universal, particularmente en
"Morir de no morir" (1924) y "Capital del dolor" (1926). En
estos libros las imágenes emanan del poeta, sin conexión alguna con la
naturaleza, que es una entidad separada. Aunque rompió su conexión con el
surrealismo, los poemas de Éluard sobre la Segunda Guerra Mundial, "Poesía
y verdad" (1942) y "En la cita alemana" (1945), presentan la
misma técnica de imágenes para lamentar la caída de Francia y ensalzar la
consiguiente resistencia.
Philippe
Soupault, fundador del movimiento surrealista con Breton, fue desacreditado por
los propios surrealistas en 1930 por el contenido de sus estudios "Henri
Rousseau, le Douanier" (1927) y "William Blake" (1928), en los
que se dejaban ver ciertos principios contrarios al movimiento. Desde entonces
ha escrito algunos libros de interés como por ejemplo "Charlot"
(1931), un ensayo sobre el cómico estadounidense Charles Chaplin, y
"Souvenirs de James Joyce" (1944), en el que Soupault recuerda sus
experiencias como traductor de la novela de Joyce, Ulysses.
Algunos
novelistas emplearon maneras diferentes de expresión, no surrealistas, para
describir el espíritu de aquellos tiempos. André Malraux, que había vivido la
revolución y la contrarrevolución, refleja una vida sobre la que siempre se
cierne la muerte: en "La condición humana" (1933), sobre la
revolución en China; "La época del desprecio" (1935), sobre el
movimiento marginal anti-nazi en Alemania, y "La esperanza"
(L'Espoir, 1938), sobre la Guerra Civil española.
El
aviador Antoine de Saint-Exupéry llegó a ser considerado el mejor escritor de
su generación, con obras como "Vuelo nocturno" (1931) y "Tierra
de hombres" (1939). El enfoque humanístico de "El principito"
(1943), ha convertido esta fábula amable en libro favorito universal de chicos
y grandes.
En
materia de misantropía absoluta, no se han llegado a superar las novelas de
Louis Ferdinand Céline; "Viaje al fin de la noche" (1932) describe la
catástrofe sin posibilidad de alivio, y en "Mort à crédit" (1936)
todas las aspiraciones humanas están sujetas a una cruel ironía.
Literatura española
La generación del '27
"Generación
del '27" es el nombre con el que se identifica al grupo de escritores
españoles ligados históricamente por el homenaje a Luis de Góngora, al
cumplirse, en 1927, el tricentenario de su muerte.
La
recuperación del poeta barroco plantea una diferencia sustancial con el
movimiento ultraísta: mientras éste proponía una búsqueda constante de lo
nuevo, en la generación del '27 se produce un encuentro entre ciertos
principios de las vanguardias literarias y la poesía española clásica, desde la
lírica popular -Gonzalo de Berceo o Gil Vicente- hasta poetas barrocos, además
de Góngora, como el conde de Villamediana, Pedro Soto de Rojas, Bocángel, Polo
de Medina y, entre otros, Gustavo Adolfo Bécquer y fray Luis de León, a quien
la revista "Carmen", dirigida por Gerardo Diego, rindió homenaje en
1928, con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento.
En
efecto, como muy bien definiera al grupo del '27 uno de sus poetas
representativos, Rafael Alberti, ellos eran "vanguardistas de la
tradición". Tienen incluso una actitud de reconocimiento hacia la
generación del '98 aunque, más interesados por una literatura de alcance
universal, no se ocuparon tanto de asuntos relacionados con las debilidades de
la estructura social española.
Además
de la recuperación de Góngora y de la influencia del pensamiento de Ortega y
Gasset, la generación del '27 tuvo especial admiración por Juan Ramón Jiménez,
sobre todo por su idea de la poesía pura, que implicaba, en su afán de superar
las formas del realismo, un culto de la imagen (que también realizó, a su
manera, el ultraísmo) y una elaboración del sentimiento ajeno al desborde y a
la emoción fácil.
Al mismo tiempo proponían la pluralidad de estilos y de
lenguajes, sin renunciar a las formas clásicas. Pero también se hizo visible la
presencia del surrealismo, que permitió incorporar nuevos temas e imágenes a la
poesía, desde el mundo de los sueños hasta otros lenguajes (las hipérboles numéricas
en el poeta Federico García Lorca o los juegos matemáticos en Alberti), sin
desdeñar impurezas tales como la denuncia y la burla dirigidas contra las
instituciones. Destacan, por su clara filiación surrealista, obras como
"La flor de California" (1926) y "La sangre en libertad"
(1931) de José María Hinojosa (1904-1936); "Sobre los ángeles" (1929)
de Rafael Alberti (1902); "Los placeres prohibidos" (1931) de Luis
Cernuda (1902-1963); "Poeta en Nueva York" de Federico García Lorca
(1898-1936). Esta obra de Lorca, así como sus piezas teatrales "El
público" y "Comedia sin título", y el guión cinematográfico
"Viaje a la luna", fueron el resultado del viaje del poeta a Nueva
York en 1929 y revelan una afinidad con las búsquedas estéticas de Luis Buñuel
y de Salvador Dalí, cuyo cortometraje "Un perro andaluz" se había
estrenado ese mismo año en París, al que siguió "La edad de oro", con
guión de Buñuel.
Aunque
siempre se habla de poesía al hacer referencia a la generación del '27, cabe
recordar que algunos de los poetas ya citados también escribieron en prosa
narrativa y no sólo poética. Es el caso de Pedro Salinas ("Víspera del
gozo", "La bomba increíble"), Luis Cernuda, Rafael Alberti,
Dámaso Alonso, José María Hinojosa.
Hubo
dos vertientes principales: la novela lírico-intelectual y la humorística. En
la primera destacan Benjamín Jarnés (Paula y Paulita y Locura y muerte de
Nadie, de 1929; Teoría del zumbel, de 1930); Antonio Espina (Pájaro pinto,
1927, y Luna de copas, 1929); Mauricio Becarisse (Las tinieblas floridas, 1927,
y Los terribles amores de Agliberto y Celedonia, 1931), entre otros.
Dentro
de la novela de humor, un buen ejemplo es el de Enrique Jardiel Poncela, sobre
todo con "Amor se escribe sin hache", "¡Espérame en Siberia,
vida mía!" y "Pero… ¿hubo
alguna vez once mil vírgenes?", escritas entre 1928 y 1931, muy próximas a
la obra de Gómez de la Serna y Fernández-Flórez.
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