Tras la Primera Guerra Mundial,
cuando los gobiernos comienzan a reorganizar sus economías, ocurre lo peor. En
Estados Unidos de América -con una prosperidad sin parangón- cae la Bolsa de
Nueva York, y el mundo entero entra en crisis.
Europa entre las dos guerras. Tendencias económicas y sociales
El cambio más sorprendente
que se produjo en la economía mundial en los años siguientes a la Primera Guerra Mundial
fue el descenso de la participación europea en el comercio internacional.
El comercio mundial antes de
1914 se fundaba en el intercambio de artículos manufacturados europeos por
productos no elaborados de otros continentes: alimentos y materias primas.
Hasta 1914, el crecimiento económico europeo tendió a un aumento de la demanda
de materias primas, lo cual permitió un mayor estímulo y desarrollo de la
industria europea.
Con la Primera Guerra Mundial,
esa carrera se corta y se subvierten los términos; la dificultad de colocar
manufacturas y la necesidad de comprar productos de primera necesidad estimula
en muchos países el nacimiento de la industria, y un aumento en la exportación
fundamentalmente de productos agrícolas.
Las exportaciones europeas,
que entre los años 1909 y 1913 cubrían el 30% de la exportación mundial,
pasaron -entre 1925 y 1938- a
cubrir el 25% de la misma.
En América Latina, por
ejemplo, se produjo un importante crecimiento fabril y agrícola, que no fue
generado por una política planificada hacia el desarrollo nacional, sino que
surgió del propio sistema agro-exportador, para dar respuesta al desequilibrio
provocado por la caída del comercio exterior.
Finalizada la guerra, los
países europeos se encontraron con que algunos de sus mercados tradicionales
estaban menos dispuestos que antes a aceptar sus productos, mientras que los
países productores de materias primas se encontraron con un descenso de precios
de sus propias exportaciones, especialmente alimentos, a medida que la
agricultura europea se restablecía.
.El aumento de la competencia
fundamentalmente estadounidense tuvo lugar durante la guerra, pero continuó
después de la misma.
En Estados Unidos, los
industriales norteamericanos habían desarrollado nuevas técnicas de producción,
especialmente la producción en serie, y nuevos tipos de productos, de tal
manera que la producción de los Estados Unidos no sólo aumentaba en su
totalidad, sino que la demanda de sus exportaciones crecía más que
proporcionalmente. El ejemplo más claro es el de la industria automovilística;
en 1929 los Estados Unidos exportaban tres veces más automóviles particulares y
vehículos comerciales que Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia juntas.
En 1929, la exportación de
maquinaria estadounidense era dos veces y media superior a la de 1913, mientras
que las exportaciones de Europa occidental sólo habían crecido una quinta parte
más o menos.
Sin embargo, Estados Unidos
no desempeñaba en la economía mundial el mismo papel que los países
occidentales europeos antes de 1914, ya que eran ampliamente autosuficientes en
alimentos, y relativamente autosuficientes en materias primas, y estaban
protegidos por aranceles muy elevados.
Tras la guerra, los países
europeos aplicaron diversas políticas tendientes a restablecer sus economías, y
tras algunas interrupciones y períodos de inflación, se dio un progreso
constante hasta los inicios de la Segunda Guerra Mundial.
"Jueves negro" El crack del '29
De todas las fluctuaciones
económicas que se dieron en esta época, la más importante fue, sin duda, la que
comenzó en Estados Unidos en 1929.
La prosperidad sin parangón
que comenzó en los años 20 fue seguida de un brusco descenso. Entre 1921 y
1929, el producto nacional bruto aumentó de 62.500 a 93.600 millones
de dólares en precios constantes.
En
1927, tras un periodo de fuertes inversiones en el extranjero y con una
economía creciente, los financieros estadounidenses que operaban en Wall Street
se centraron en el mercado interior.
A
medida que compraban valores nacionales aumentaban los precios de las acciones
y los títulos de valores estadounidenses. Cuanto más compraban, mayor era la
subida de los precios, lo que atraía a un mayor número de inversores.
A
mediados de 1929 nueve millones de estadounidenses (de una población de 122
millones) habían invertido sus ahorros en el mercado de valores. Muchos de
estos inversionistas habían colocado todos sus ahorros en la Bolsa. Se
crearon nuevas empresas con fines especulativos y, debido a la fe ciega que se
tenía en la capacidad del mercado para crear rendimientos espectaculares, sus
acciones aumentaron de precio con rapidez.
Con el
tiempo algunos financieros pensaron que tal vez fuera más rentable invertir en
otros activos fuera de la Bolsa, por lo que empezaron a vender sus activos
bursátiles.
Se
inició un fuerte movimiento vendedor. El 23 de octubre se vendieron seis
millones de acciones, a precios cada vez menores. Al día siguiente, el
denominado "jueves negro", se vendió el doble.
El
lunes se vendieron nueve millones de acciones; el precio de éstas había caído
en más de 14.000 millones de dólares en menos de una semana. El "martes
negro" colapsó la Bolsa; el precio de las acciones de las mayores empresas,
como General Electric o Woolworth, también cayó.
Ese día se vendieron más de 16 millones de acciones, con
una pérdida de valor superior a los 10.000 millones de dólares.
Lo ocurrido en Wall Street se reprodujo de una forma
vertiginosa en las demás bolsas de Estados Unidos, desde Chicago hasta San
Francisco.
Cuando
los precios de las acciones se desmoronaron en Wall Street en 1929, los bancos
estadounidenses empezaron a
exigir el pago de los préstamos que habían concedido a otros
países, al igual que a personas individuales que no podían devolverlos.
Al
mismo tiempo, aquellas personas que tenían depositado el dinero en los bancos
perdieron la confianza y empezaron a retirarlo. Al no tener dinero para
devolver los depósitos, muchos bancos empezaron a quebrar.
La escasez de dinero
implicaba que había menos dinero para invertir en las industrias y menos dinero
para comprar productos agrícolas e industriales. Estas causas de la contracción
de la demanda se vieron reforzadas y prolongadas por la crisis agrícola que
contribuyó ampliamente a la crisis bancaria. Los precios agrícolas, que habían
permanecido bajos en los últimos años de la década de los veinte, con la crisis
industrial se desplomaron. Los agricultores, generalmente endeudados, tenían
dificultades para pagar los intereses o se veían forzados a la bancarrota
total. El resultado fue una serie de quiebras bancarias, principalmente de
bancos locales, que condujo a una falta de confianza cada vez más generalizada
y que, en marzo de 1933, amenazaba con arruinar incluso a los bancos más
importantes, hasta que una legislación de urgencia consiguió evitar el peligro.
"La Gran Depresión"
iniciada en octubre de 1929, y que se prolongó durante los primeros años de
1930, se extendió geográficamente desde Estados Unidos al resto del mundo
capitalista.
Aunque muchos analistas
pensaron al principio que se trataba de un ajuste pasajero del mercado, el
crack de Wall Street marcó el inicio de la "Gran Depresión"
de la década de 1930, sentando las bases para la adopción del programa del New Deal por Franklin D. Roosevelt en 1933.
La crisis provocó grandes
tasas de desempleo y desocupación: catorce millones de personas en Estados Unidos,
seis en Alemania y tres en el Reino Unido. En Australia la tasa de desempleo
era incluso mayor que en Estados Unidos y el Reino Unido juntos. Se estima que
la quinta parte de la población británica vivía por debajo del umbral de
pobreza a mediados de la década de los años 30. La hiperinflacción se apoderó
de la economía alemana, no pudiendo pagar las enormes reparaciones de guerra
impuestas tras la
Primera Guerra Mundial. En otros países los conflictos
sociales iban en aumento.
En América Latina se produjo
una violenta reducción de las exportaciones y, como consecuencia, hizo caer
también las importaciones, incidiendo de forma muy negativa en economías
pujantes como la argentina, la mexicana o la brasileña.
La
elección en Estados Unidos para presidente a Franklin D. Roosevelt y el
establecimiento del New Deal en 1932 permitió recuperar la confianza en Estados
Unidos y marcó el principio del fin de la Depresión. Sin
embargo, en Alemania, la desaparición de la financiación exterior, a principios
de la década de 1930, y el consiguiente aumento de las dificultades económicas,
dieron lugar a la aparición del nazismo y el ascenso al poder de Adolf Hitler.
En otros países, aparecieron grupos políticos de tendencia fascista o
totalitaria que acabaron por triunfar amparados relativamente en la estela de la Gran Depresión.
En
muchos países la Gran
Depresión provocó un cambio en las actitudes políticas y en
la actuación de los gobiernos a favor de medidas promotoras del estado del
bienestar. Pero la Gran
Depresión también creó las condiciones para que estallara la Segunda Guerra Mundial.
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