El
siglo XX encuentra al imponente Imperio Otomano en crisis y
decadencia. El gran imperio guerrero y multicultural que se extendió desde el
año 1300 hasta 1922, recibió su golpe de gracia tras su participación en la
Primera Guerra Mundial.
Sobre sus orígenes:
Los
turcos de raza mongólica descendieron del Turquestán al califato de Bagdad
(siglo IX), donde constituyeron la guardia personal de los sultanes. Poco a
poco se hicieron tan poderosos que en 1058 lograron derrocar a la dinastía de
los abasidas y fundar la suya propia, la de los seyúcidas, bajo las órdenes de
Otmán I "El victorioso", de quien el pueblo turco tomó el nombre para
su imperio.
Los
historiadores destacan como características principales de esta población su
vocación guerrera, y la gran influencia que ejercía sobre ellos el Islam, y en
ella su lucha contra el Imperio Bizantino.
Las incesantes guerras y alianzas supusieron el éxito de
los otomanos, que expulsaron a los bizantinos de Asia Menor y comenzaron a
avanzar hacia el sureste de Europa.
La
principal ocupación del Estado otomano era la guerra, y su institución más
importante era el Ejército.
Las primeras fuerzas otomanas estaban compuestas
por una caballería turca pagada a través de concesiones de gobierno (normalmente ganancias en tierras) conocidas como
timares. Cuanta más tierra era
conquistada, más ingresos tenían los "gazis" turcos musulmanes. Pero
la caballería ligera "gazi" no era suficiente para la guerra
constante, y desde mediados del siglo XIV los otomanos comenzaron a reclutar
otras tropas asalariadas de mercenarios, esclavos, prisioneros de guerra y
(desde mediados del siglo
XV) una leva de jóvenes cristianos de los Balcanes. A partir de estas nuevas fuerzas surgió la famosa y muy disciplinada infantería otomana, cuyos miembros eran conocidos como los "jenízaros", que fue el factor principal de los éxitos militares otomanos desde finales del siglo XV en adelante. La administración otomana, por su parte, operaba en función de las necesidades de estas fuerzas.
XV) una leva de jóvenes cristianos de los Balcanes. A partir de estas nuevas fuerzas surgió la famosa y muy disciplinada infantería otomana, cuyos miembros eran conocidos como los "jenízaros", que fue el factor principal de los éxitos militares otomanos desde finales del siglo XV en adelante. La administración otomana, por su parte, operaba en función de las necesidades de estas fuerzas.
La
población del Imperio otomano era una mezcla cultural, lingüística y religiosa.
La mayoría de la población de las provincias europeas era cristiana y pertenecía a la Iglesia ortodoxa, muchos de los cuales aceptaron el dominio otomano porque era menos oneroso que la dominación católica. En Tracia, Macedonia, Bulgaria y Albania había un extenso asentamiento musulmán, y en Bosnia se produjo una conversión en masa al Islam. En las provincias asiáticas sucedía lo contrario: la mayoría de la población era musulmana aunque había muchos cristianos en las ciudades; en Anatolia había cristianos griegos al oeste y armenios al este, y grupos numerosos de cristianos en Siria y Egipto.
La mayoría de la población de las provincias europeas era cristiana y pertenecía a la Iglesia ortodoxa, muchos de los cuales aceptaron el dominio otomano porque era menos oneroso que la dominación católica. En Tracia, Macedonia, Bulgaria y Albania había un extenso asentamiento musulmán, y en Bosnia se produjo una conversión en masa al Islam. En las provincias asiáticas sucedía lo contrario: la mayoría de la población era musulmana aunque había muchos cristianos en las ciudades; en Anatolia había cristianos griegos al oeste y armenios al este, y grupos numerosos de cristianos en Siria y Egipto.
El
pueblo se agrupaba desde un punto de vista económico en torno a tribus o
villas, así como en gremios en las ciudades. El mayor número estaba compuesto por campesinos, quizá
el 15% de la población eran habitantes de las ciudades y una proporción
bastante superior nómades o seminómades. Cada una de estas formas organizativas
se manejaba con cierta autonomía, teniendo un jefe que intermediaba con la
autoridad del imperio.
Durante sus primeros tres siglos, el Imperio otomano fue
próspero, y esa prosperidad se reflejó en el desarrollo de una brillante
cultura a nivel de la música, literatura (especialmente historia, geografía y poesía),
pintura y, sobre todo, en la arquitectura.En 1453 el sultán Mehmet II conquistó Constantinopla (Estambul) y la convirtió en la tercera y última capital otomana. Las conquistas continuaron durante el siglo XVI, anexando Siria, Egipto, Irak y los Balcanes. Pero la invulnerabilidad del Imperio quedó puesta de manifiesto en 1571 con la importante derrota de su flota en Lepanto, a manos de la Liga Santa formada por el Papado, Venecia y la Monarquía Hispánica (cuyo rey era Felipe II).
Crisis y caída del Imperio
La
serie de derrotas militares que sufre con Austria y posteriormente a manos de
Rusia, provoca una serie de cuestionamientos a nivel interno.
Para
algunos, las instituciones otomanas, empezando por el ejército, habían perdido
el esplendor de los viejos tiempos, y la respuesta era volver a la antigua
situación. Para la poderosa burocracia civil, el problema estaba en la
decadencia del ejército respecto a los avances a nivel militar realizados por
los países europeos.
Durante el siglo XIX esta segunda concepción dominó y,
durante el reinado de Mahmud II se inicia un proceso de reformas: se intenta
abolir el antiguo ejército y suplantarlo por una fuerza asalariada,
disciplinada y reclutada, que se convirtió en el principal instrumento de
centralización política durante el último siglo del imperio otomano. Esta
transformación ocasionaba más gastos: debían pagarse más impuestos de las
poblaciones, y de las instituciones no gubernamentales para financiar una
burocracia más eficaz que recaudara. No pudiendo sostener tal aparato el
imperio comenzó a endeudarse y tuvo que aceptar cierto control financiero
europeo (1881), con las consecuentes presiones desde el punto de vista político
y religioso.
Durante
el último siglo de su existencia, la cuestión ante la que se encontraba el
Imperio otomano era si a través de la coerción podría
mantenerse unido, hasta que los frutos de la modernización satisfacieran a los
ciudadanos no musulmanes para que continuaran formando parte del Imperio. En
sus provincias europeas fracasó porque los cristianos no acataban el poder
otomano y las potencias europeas no permitían que éste les coaccionara.
Gradualmente las provincias se hicieron autónomas: Grecia (1829), Serbia (1830)
y los principados de Moldavia y Valaquia (actual Rumania) que se unificaron en
1859. Grecia se independizó en 1830, Serbia, Rumania y Montenegro en 1878, así
como parte de Bulgaria.
Hacia
1885 los territorios otomanos en Europa se redujeron a Macedonia, Albania y
Tracia, y todos ellos, exceptuando Tracia, dejaron de pertenecer al Imperio
como resultado de las Guerras Balcánicas de 1912-1913. También los otomanos
perdieron el control del norte de África: Argelia fue tomada por Francia en
1830 y Túnez en 1881. Inglaterra ocupó Egipto en 1882 e Italia anexionó
Libia en 1912. Los otomanos conservaron las provincias asiáticas e incluso
aumentaron su poder en Arabia. Aunque había algunas muestras de oposición
nacionalista en las provincias árabes, se limitaron a una pequeña minoría, y en
1914 no había razones que hicieran pensar que el poder otomano no perduraría en
Asia.
El
colapso y la extinción del Imperio otomano fue consecuencia de la Primera
Guerra Mundial.
El
gobierno cometió el error de entrar en la guerra del lado de los Imperios
Centrales, y la derrota de Alemania significó el final de los otomanos. Éstos
no tuvieron demasiados problemas durante los dos primeros años de la guerra,
aunque sufrieron derrotas a manos de Rusia al este de Asia Menor. Pero en
1917-1918, cuando comenzaron en Irak y Siria nuevas ofensivas británicas, las
fuerzas otomanas comenzaron a declinar y tras la firma del Armisticio de Mudros
(octubre de 1918) los otomanos habían perdido todo menos Anatolia. Los otomanos
se vieron obligados a firmar el Tratado de Sèvres (1920), a través del cual no
sólo perdían las provincias árabes sino también sufrían la división de
Anatolia.
En oposición a los planes aliados y a la
invasión a Grecia en mayo de 1919, surgió un movimiento nacionalista
bajo el liderazgo de Mustafá Kemal Atatürk que llevó a cabo la
resistencia armada contra el gobierno de Abdul Hamid II, hasta que en 1922 los griegos fueron derrotados y expulsados
de Anatolia y del este de Tracia. El 1 de noviembre de 1922 se
abolió la dinastía otomana y el Imperio llegó a su final. Un año después
fue sustituido por la República de Turquía.
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