Ningún
acontecimiento francés de este siglo fue tan emblemático como el mayo de 1968.
La revuelta estudiantil marcó un cambio de mentalidad que -entre otras cosas-
cambió las relaciones del poder y puso sobre la mesa algunas nuevas reglas de
juego.
La rebelión de mayo del '68:
"La imaginación al poder"
Ningún
acontecimiento francés de este siglo fue tan emblemático como el mayo de 1968
con el estallido de una gran revuelta juvenil que paralizó el país,
Tuvo 34
días de desarrollo que parecieron liquidar al gobierno del General De Gaulle, y
al mes siguiente se diluyó prácticamente en la nada. En apariencia.
Porque los sucesos de la primavera fueron, sin que se supiera en ese momento,
los primeros detonantes de un cambio de mentalidad que entre otras cosas cambió
las relaciones del poder y puso sobre la mesa algunas nuevas reglas de juego.
El año
1968 fue un año bisagra, tomado convencionalmente para referirse a una
verdadera revolución de las mentalidades. Alemania, Italia, la España
franquista, México, algunos países del Este europeo, China, estuvieron marcados
por el 68.
El común denominador de aquélla época fue
la radicalización, tanto de los métodos de lucha como de las formas de
participación. Empezó a abrirse camino a la comprensión de la diversidad de las
formas de dominación, desplegadas en espacios diversos: la familia, la vida
cotidiana, la producción, la educación, la técnica, la comunicación, los
partidos, el aparato estatal, etc.
El de Francia fue un movimiento que se
inscribe en una corriente de todo este siglo que va en contra del racionalismo,
y que en el 68 tuvo su eclosión. De esa corriente forma parte el psicoanálisis
y, sobre todo, el surrealismo, que cuestionó la visión racionalista de las
cosas. Los actores fueron básicamente los jóvenes y las mujeres, que
irrumpieron en la actividad política.
En Francia se cuestionaba al sistema.
El
núcleo dirigente de la Universidad de Nanterre no quería un lugar en el
sistema. Se llegaba al extremo de que se les preguntaba qué es lo que querían y
ellos respondían que no tenían un petitorio, que querían cambiar todo. No es casualidad que
muchos de ellos se denominaran anarquistas.
Los jóvenes parisinos no buscaban
reemplazar al sistema, a sus dirigentes por otros. Lo que querían era un cambio
en la cultura social, en la manera de vivir, a favor de la libertad, en contra
de la planificación.
El movimiento era anarquista en un sentido laxo, en el
sentido de que se opone o desconfía del orden establecido. Además tenía un
fuerte componente de afirmación de la individualidad, de que hay un destino
personal que se quiere cumplir y que no se puede satisfacer con la disolución
en la masa. El
sentido del Mayo francés fue la demanda de que cada uno como sujeto fuera
considerado.
Por esa razón, en medio de la lucha
política se colaban graffitis como 'Prohibido prohibir', 'hacer realidad los
deseos', que tenían más que ver con la expresión de la subjetividad que con
cambios superestructurales.
Pocos movimientos sociales estuvieron tan
directamente vinculados a los debates en el campo intelectual de su época como
los sucesos de Mayo de 1968 en Francia. Huelga estudiantil, huelga obrera,
movilización de sectores de poca tradición combativa se unen en la única crisis
revolucionaria seria que se produjo en una metrópoli occidental desde la posguerra. Cualquier
análisis de este movimiento debe tener en cuenta la relación que existía en la
década del 60 entre el trabajo de los intelectuales y la crítica radical del
orden social.
En esos años las ciencias sociales habían
experimentado un gran avance. Nuevas disciplinas hacían objeto de su análisis
áreas poco estudiadas de la
cultura. Los diálogos interdisciplinarios derrumbaban las
aduanas académicas de la ciencia oficial. Esquemas de larga vigencia en el
pensamiento moderno eran puestos entre paréntesis. El estudio de las sociedades
coloniales derribaba mitos etnocéntricos. La evolución de los países del
capitalismo central y de los regímenes burocráticos era sometida a una aguda
crítica.
En vísperas de Mayo de 1968 una serie de
tesis que habían gozado de mucha difusión a comienzos de la década venían
siendo seriamente cuestionadas en distintos espacios críticos:
a] la idea de
estructura como fenómeno ahistórico
b] el concepto de lenguaje como sistema independiente
de la acción de los sujetos que hablan
c] el carácter inmanente de los códigos
y sistemas simbólicos que circulan en la sociedad
d] la ausencia de sujetos
colectivos detrás de los códigos sociales
e] la neutralidad de las ciencias
sociales
f] la oposición entre ciencia e ideología.
A la vez, se afirmaban una serie de
elementos desarrollados en los espacios en que intelectuales y militantes se
daban la mano. Entre
ellos la idea del lenguaje como inseparable de los sujetos que hablan y se
comunican a través de él, y la noción del saber y la transmisión de mensajes
como un proceso dialógico.
La imagen básica del movimiento de Mayo es
la del pueblo apoderándose de los edificios y subvirtiendo los discursos y las
prácticas de las instituciones que allí residían: universidades, fábricas,
liceos, canales de televisión, teatros, colegios profesionales, etc. Mientras
el poder del Estado burgués se replegaba, las asambleas soberanas y los comités
electos se hicieron cargo de la gestión de estos lugares y buscaron establecer
una forma distinta de comunicación entre sí y con la sociedad. Mientras
se rompía el diálogo vertical entre gobernantes y gobernados, estas redes
buscaron establecer diálogos multidireccionales con grados desiguales de
convergencia.
"La revolución burguesa fue jurídica,
la revolución proletaria fue "económica". La nuestra será social y
cultural, para que el hombre pueda devenir él mismo, y no se contente más con
una ideología humanizante y paternalista".
Entre los intelectuales universitarios que
participaron de esta gran discusión cultural con los estudiantes se encontraban
Jean Paul Sartre (padre del existencialismo), Julia Katreva (psicoanalista,
escritora y profesora de lingüística); Simone de Bouvoir (escritora); Jacques
Lacan (psicoanalista), entre otros.
Contexto
Estas movilizaciones
fueron parte de una situación mundial convulsa que estaba acabando con la
llamada "edad de oro del capitalismo", y a la vez dieron el ejemplo a
miles de jóvenes y trabajadores de todo el mundo, que comenzaban a sufrir las
consecuencias del fin del boom económico de la posguerra.
Entre 1945 y comienzos
de los años sesenta Europa Occidental vive una época marcada por la
reconstrucción y el desarrollo. El Plan Marshall norteamericano y la
constitución de la Comunidad Económica Europea tienen como objetivo
la reactivación económica para frenar la expansión de la revolución, evitando
que ésta entre en los países centrales de Europa (Francia, Italia, Alemania);
para ello acuerdan con los partidos comunistas europeos, que se declaran
favorables a la reconstrucción capitalista de Europa Occidental, con las
concesiones a los trabajadores, constituyendo lo que se dio en llamar "el
estado del bienestar".
A lo largo de esos 15
años el nivel de vida de los trabajadores europeos crece sin cesar. Las
concesiones que significan el "estado del bienestar" se traducen en la Seguridad Social
para todos, seguro de desempleo, acceso a la universidad de forma masiva, etc.
Esta estabilidad
económica se traduce en una estabilidad política, y la revolución se traslada a
los países dependientes y coloniales. Entre 1945 y 1960 se producen la
revolución china, la cubana y la descolonización de muchos países africanos,
con Argelia a la cabeza. Es
precisamente la lucha por al independencia de este pueblo contra la metropolí
francesa la que traerá la instauración de la Vª republica, dirigida por el
general De Gaulle.
Sin embargo, en los
primeros años de la década de los sesenta el sistema comienza a dar sintomas de
crisis, pequeñas señales como caídas de la tasa de crecimiento, subida de los
precios de las materias primas, tasa de desempleo que aumenta y que comienza a
presentarse como estructural y duradero, que explotaran en la llamada
"crisis del petroleo" de 1972-73.
Por otra parte, el
cambio que sufrieron los patrones demográficos, económicos y sociales de los
países occidentales favorecieron la aparición de un feminismo que se centraba
en aspectos ligados a la condición sociocultural de la mujer. El descenso de
los índices de mortalidad infantil, la mayor esperanza de vida y los
anticonceptivos liberaron en gran parte a la mujer de las responsabilidades
relativas al cuidado de los hijos. Todo ello junto con la inflación (que
significaba que muchas familias necesitaban dos salarios) y un índice mayor de
divorcios propiciaron que acudieran al mercado de trabajo muchas más mujeres y
que defendieran su derecho a desarrollarse como personas de forma integral al
igual que el hombre.
El
Mayo del 68 y el mundo
El 20 de febrero 40.000
guerrilleros del Frente
Nacional de Liberación ponen cerco a la base norteamericana
de Khe Sanh, en Vietnam del Sur, sitiando a 6.000 soldados estadounidenses y
ocupan las principales ciudades vietnamitas. En ese año 70.000 jóvenes
norteamericanos se exilian a Canada para evitar ir a la guerra del Vietnam.
El 5 de marzo es
elegido, en Checoeslovaquia, secretario general del Partido Comunista Alexander
Dubcek. De esta forma la cupula del PC checoeslavaco pretende evitar lo que
está comenzando, la primavera de Praga,
es decir, la lucha de los trabajadores y estudiantes contra la degeneración
burocrática del estado. Solo la brutal represión desatada por la burocracia
sovietica podrá frenar la oleada revolucionaria.
El
2 de octubre, en la plaza de las Tres
Culturas de Tlatelolco (Mexico) durante una manifestación estudiantil el
ejercito abre fuego contra la población, provocando más de 400 muertos y
decenas de heridos.
En octubre del año
siguiente, en Italia se produce el movimiento de ocupaciones de fábrica que
culmina con la conquista de la escala movil de salarios, recientemente abolida,
que significaba el incremento automático de los salarios según el costo de
vida.
Estos son algunos de los
acontecimientos que, en todo el mundo, rodearon la explosión revolucionaria del
mayo francés, que comienza del 2 de mayo con una manifestación
antiimperialista.
El
mayo francés
Tanto el organismo gremial de los
estudiantes, la UNEF, como la agrupación que tendrá más peso en la gran huelga,
el Movimiento 22 de Marzo, fueron el polo aglutinante de grupos radicales que
provenían de distintos horizontes. El discurso de todas estas corrientes
encontraba un espacio común en el imaginario antiestatal y autogestionario
presente en todas ellas. Este imaginario se nutría de la reapropiación de
imágenes provenientes de los movimientos históricos que estas tendencias
tomaban como referencia: las secciones parisinas de 1792-94, la Comuna, los
soviets de Petrogrado en 1905 y 1917, la revolución Espartaquista,
la huelga general francesa de 1936, las comunas libertarias en la revolución
española, la revolución cultural china.
Este imaginario unificaba a corrientes
de clara inspiración antiestatista (anarquismo, consejismo, situacionismo) con
otras que mantenían en su corpus doctrinario una tensión no resuelta entre
centralismo jacobino/autoorganización de las masas (trotskismo, maoísmo,
socialistas de izquierda).
Desafiando a la "sociedad de la
abundancia" reaparece un lenguaje que muchos creían perdido. Así lo dice
un militante entrevistado por el escritor mexicano Carlos Fuentes:
"Oponemos un lenguaje nuevo, radical, al lenguaje momificado del poder,
del parlamento, de las elecciones y de las formaciones políticas
tradicionales."
Interrogado por Fuentes sobre cómo se
concilia la descentralización autogestionaria con la complejidad de la
industria moderna, le contesta que las formas modernas de comunicación permiten
conciliar la planificación con la autogestión: revolucionariamente, las
comunicaciones facilitarían las formas de vida autónomas y descentralizadas, al
tiempo que asegurarían una planificación sin sacrificio de la autogestión.
La coyuntura política y
económica, unida a la gran ebullición cultural en las universidades de la
época, generaron una serie de hechos que desembocaran en la gran revuelta.
A comienzos de 1968, a pesar de la
asignación de sustanciales partidas presupuestarias para el Ministerio de
Educación, surgió una creciente inquietud entre los estudiantes franceses,
quienes criticaban la incapacidad del anticuado sistema universitario para dar
salida al mundo laboral a un número, cada vez más elevado, de licenciados. Al
mismo tiempo, diversos grupos inspirados por las ideologías anarquista,
trotskista y maoísta, manifestaron su oposición a la sociedad capitalista y al
consumismo.
Los hechos se inician en
marzo en la Universidad de Nanterre, en los suburbios de París. En protesta
ante una decisión del rectorado que prohibe las visitas femeninas a los
dormitorios de los estudiantes, los varones cuelgan sus slips en las ventanas y
pretextan una intervención policial. El 22 de marzo se forma el grupo liderado por Daniel
Cohn Bendit. El 2
de abril los estudiantes bautizan el anfiteatro con el nombre "Ché
Guevara" y ocupan la Universidad.
Al temer violentos
enfrentamientos entre grupos de derecha e izquierda, se pidió la intervención
de la policía, violando así la autonomía gubernativa de la universidad y su
condición de lugar donde puede exponerse con total libertad cualquier
expresión. El 6 de mayo se anuncia el cierre de todas las facultades de París.
La respuesta son 50.000 estudiantes en la calle; la intervención de la policia
provoca una batalla campal con un resultado de 945 heridos y 422 detenidos. A
consecuencia de todo ello, los sindicatos de estudiantes y profesores
convocaron una huelga general. Después de una semana en la que las
manifestaciones estudiantiles fueron duramente reprimidas por la policía, los
sindicatos obreros convocaron una huelga general para el 13 de mayo. Diez
millones de trabajadores respondieron a este llamamiento. El 21 de mayo, estas
movilizaciones provocan la caída del ministro de educación, Alain Peyreffite.
La comunicación
horizontal fue uno de los mecanismos que utilizaron los estudiantes y
profesores para subvertir la vida de las universidades ocupadas. Los seminarios
abiertos y los cursos se desarrollaron demostrando que una educación
no-autoritaria era posible. La vida de los claustros en esas semanas conoció la
explosión de la palabra multiforme. Una de sus expresiones más profundas fue la
organización de los estudiantes por nacionalidades (españoles, italianos,
mexicanos, argentinos), que realizaban seminarios para analizar la situación de
sus países a la luz del movimiento francés.
Otra de las
caracteristicas centrales del Mayo francés fue que los obreros impusieron la
movilización y la huelga general a quienes eran, en aquél momento, sus
dirigentes, el Partido Comunista Francés (PCF) y el sindicato CGT. Tan es así
que sólo convocaron a la huelga 10 días después del comienzo de las
movilizaciones, y desconvocaron a la primera concesión que hizo el gobierno
(aumento de salarios). La unión entre obreros y estudiantes se produjo contra
la voluntad de los dirigentes comunistas y de una forma espontánea.
El PCF estaba atado por
los acuerdos de Stalin con Estados Unidos, en Yalta y Potsdam, por los que se
garantizaba la estabilidad capitalista en Europa Occidental. El mayo del 68
provocó una crisis en estos acuerdos, al poner sobre la mesa en unos de los
países centrales, Francia, la cuestión de la lucha revolucionaria de los
trabajadores, con sus métodos tradicionales de huelga general y ocupación de
fábrica.
En este mismo orden se produjo la toma de
la televisora francesa [ORFT] por los periodistas, en protesta contra la
distorsión de la información sobre el movimiento y la persecución a los
periodistas que no acataban estas pautas. El más poderoso de los mass-media
modernos sufrió la impugnación de su supuesta neutralidad por sus trabajadores.
El discurso que reunió a todas las redes
del movimiento fue el rechazo a la represión y el avance del poder político
sobre los derechos de las personas. Esta fue la bandera que presidió las
grandes movilizaciones que se apoderaron de París en el momento alto de la
huelga (13 de mayo-30 de mayo). Un pueblo declarado en estado de asamblea no
pudo constituir una voluntad revolucionaria única, pero sentó las bases de un
lenguaje que encerraba la esperanza de ser dueños de su propio destino.
Los periodistas y
técnicos de la ORFT, desnudando los mecanismos de la manipulación de la información;
los profesores y estudiantes de las universidades, impugnando el orden
académico por medio del seminario anti-autoritario; y los docentes y alumnos de
los liceos, haciendo la crítica del autoritarismo pedagógico, son para el
historiador Alain Touraine los más vigorosos embriones de contrapoder que se
desarrollaron en la red de instituciones tomadas. Para Touraine Mayo fue un
poco más que la toma de la
palabra. El movimiento encontró sus límites en el momento en
que no fijó sus objetivos hacia la impugnación del aparato central del Estado.
Este movimiento que no se constituyó en un contrapoder, dejó como legado una
experiencia antiautoritaria protagonizada por millones de personas.
En las elecciones que
siguieron a la huelga se votó por la vuelta a una normalidad cuya suspensión no
había producido una solución alternativa. Era un triunfo para el General De
Gaulle. En ese mismo año se firmaron los Acuerdos de Grenelle y los sindicatos
negociaron un incremento del salario medio del 12%. Sin embargo, De Gaulle
estaba convencido de la necesidad de una reforma en la sociedad francesa y
defendió la aplicación del concepto de participation (reparto de los
beneficios). Decidido tras su éxito electoral a reforzar su poder, propuso un
referéndum nacional sobre la regionalización y la reforma del Senado, aunque en
el fondo era una aprobación popular a su política. Sus propuestas fueron
rechazadas y el 28 de abril de 1969 dimitió.
Mayo, como movimiento
impugnador de las relaciones entre dirigentes y dirigidos, de la racionalidad
económica del capitalismo y del establishment académico y científico, tuvo
dificultades para arribar a una síntesis única, y esta misma dificultad se
presenta a la hora de su apropiación por las fuerzas que pugnan por elaborar
una crítica del sistema en las postrimerías del siglo.
La resultante de las
distintas palabras impugnadoras del ´68 es que cuestionaban no sólo el sistema
capitalista y sus distintas fundamentaciones ideológicas sino que también
sacaban a la luz los déficit y puntos oscuros de los modelos políticos que se
presentaban como alternativos (izquierda tradicional, regímenes burocráticos,
modelos de partidos centralizados, etc.). Las palabras que cuestionaban el
sistema, cuestionaban también muchas de las formas de construcción política que
se postulaban como su negación.