El
término "fascismo" fue utilizado por primera vez por Benito Mussolini
en 1919 y hacía referencia al antiguo símbolo romano del poder, los fasces,
unos palos atados a un eje, que representaban la unidad cívica y la autoridad
de los oficiales romanos para castigar a los delincuentes.
Mussolini, el
fundador del Partido Nacional Fascista italiano, inició su carrera política en
las filas del Partido Socialista.
En
1912, como director del principal periódico socialista italiano,
"Avanti!", se oponía tanto al capitalismo como al militarismo. En
1914, sin embargo, cambió de actitud pidiendo que Italia entrara en la
Primera Guerra Mundial y se acercó a la derecha política.
Tras
la contienda, la inflación estimuló una agitación activa y eficaz de las clases
trabajadoras en pro de salarios más elevados en las ciudades y en el campo, y
porque el exceso de población en éste último provocó una intensificación de la
lucha de clases.
Durante
la guerra el costo de vida había subido mucho más que los salarios y el nivel
de vida de los trabajadores había caído de manera importante. En 1918 los
salarios reales eran inferiores en un tercio aproximadamente a los de 1913.
Huelgas
en las ciudades y en el campo, respaldadas por los socialistas, estallaron en
toda Italia.
En
1919 se produjeron más de 1800 huelgas que afectaron a un millón y medio de
trabajadores, y en 1920 más de 2000 en la que tomaron parte cerca de 2.000.000
de personas (estas cifras no incluyen las huelgas a nivel nacional).
La
violencia presidió estos acontecimientos: entre abril de 1919 y setiembre de
1920 resultaron muertos más de 320 trabajadores frente a un número de bajas muy
reducido por parte de las fuerzas del orden. En setiembre de 1920 la presión de
la clase obrera organizada alcanzó su punto culminante con la "ocupación
de fábricas". Este proceso se inició cuando el gremio de los obreros
metalúrgicos decidió realizar una huelga activa. Cuando los empresarios
respondieron intentando realizar el lock out, los sindicatos ordenaron tomar
las fábricas e intentar mantenerlas en funcionamiento.
En
el campo, la falta de tierras empujó a los campesinos que no la tenían a
apropiarse de las tierras pertenecientes
a los grandes propietarios. Por otra parte, la superpoblación traía aparejada
la falta de trabajo: habían muchos más brazos de los que se requerían.
La
alarmante situación sumada a los discursos del Partido Socialista italiano
hicieron pensar que la revolución roja era inminente.
Mussolini
puso su movimiento al servicio de la clase media que se sentía amenazada, los
empresarios conservadores y de los intereses de los propietarios de las tierras
que, junto con la Iglesia Católica de Roma y el Ejército, querían detener la
"oleada roja".
Mussolini,
en setiembre de 1920 decía: "Soy reaccionario y revolucionario según las
circunstancias"
Este
viraje le aportó a Mussolini el apoyo político y financiero que necesitaba, y
su considerable poder oratorio hizo el resto (al igual que Hitler en Alemania
fue un demagogo dotado de una gran efectividad).
Sus Fascios Italianos de
Combate, creados en 1919 y llamados "Camisas Negras" a ejemplo de los
‘Camisas Rojas’ del líder de la unificación italiana, Giuseppe Garibaldi,
dieron fuerza efectiva al movimiento e implantaron la moda del estilo fascista
paramilitar.
La
oposición de los socialistas a la guerra, así como el rechazo al militarismo
(provenientes de las clases medias) provocó irritación en diversos sectores, y
contribuyó al ascenso fascista.
El gabinete de Giolitti (liberal), buscaba
armonizar y solventar las discordias más agudas de la
vida pública italiana. Giolitti resolvió los principales problemas exteriores
italianos, restauró las buenas realciones con sus aliados de la guerra, y sentó
las bases para el desarrollo de la influencia italiana en la Europa
suroriental. Su mayor éxito lo obtuvo en la solución del conflicto con los
trabajadores que ocupaban las fábricas. Negándose a utilizar a las fuerzas
armadas, llegó a un acuerdo con los obreros prometiéndoles una legislación que
garantizase, a cambio de la desocupación de las fábricas, una vía de
participación obrera en la dirección de las empresas. Giliotti quería demostrar
que la amenaza bolchevique era un mito, y que tratando a los obreros con
consideración, éstos no iban a intentar obtener el poder. El triunfo de
Giliotti, sin embargo, no hizo más que atemorizar a los empresarios, que lo
acusaron de haberse negado a intervenir y de obligarles a hacer concesiones.
En
ese momento, Mussolini y los fascistas encontraron su auténtico papel: explotar
los temores de los propietarios rurales y urbanos y la alarma de la clase media
que veía descender su posición social en comparación con la de la mano de obra
organizada. El fascismo sólo llegó a convertirse en una fuerza política de
importancia, cuando aquellos sectores fueron incorporados a sus filas.
En
1922, Mussolini se hizo con el control del gobierno italiano -con el
consentimiento del rey Víctor Manuel-
amenazando con un golpe de Estado si se rechazaban sus demandas.
Mussolini en un principio gobernó de manera constitucional encabezando una
coalición de partidos, asegurándose el grado suficiente de complicidad y
colaboración por parte de liberales, demócratas y popoulares, que le permitió
una constante evolución hacia un Estado dictatorial de partido único.
En
las elecciones de 1924, en las que Mussolini obtiene una abrumadora mayoría,
los socialistas Amendola y Matteotti denuncian la violencia empleada por los
fascistas en el acto eleccionario, y denuncian la invalidez de éstas. Matteotti
realiza la denuncia el 30 de mayo; el 10 de junio fue asesinado.
Tras
el asesinato de Matteotti, el gobierno quedó desacreditado, y durante algún
tiempo pareció que no sobreviviría. Aumentó la esperanza de que el rey
reconociera su deber de defender la ley y destituyera a Mussolini, pero el rey
se negó a adoptar iniciativa alguna, con lo que Mussolini se afianzará en el poder.
En
1925, frente a los ataques de la prudente oposición, Mussolini llegó a decir:
"Asumo, yo solo, la responsabilidad política, moral e histórica por todo
lo que ha sucedido... Si el fascismo es una asociación de delincuentes, yo soy
el jefe de esa asociación de delincuentes". Poco después, un atentado
hiere gravemente al socialista Amendola,
muriendo ocho meses más tarde.
La
violencia de los fascistas no sólo no se detuvo, sino que ahora era patrocinada
por el Estado. Pronto entonces se deshizo de los obstáculos que ponían freno a
su autoridad e implantó una dictadura, contando con el apoyo explícito del
Vaticano. Todos los partidos políticos, excepto el Partido Fascista, fueron
prohibidos y Mussolini se convirtió en el "Duce" (el líder del
partido). Se abolieron los sindicatos, las huelgas fueron prohibidas y los
opositores políticos silenciados.
A
nivel interno, el régimen trató de modelar a los italianos según su ideal de
hombre activo, disciplinado y militarizado. Sus organizaciones juveniles constituyeron
un instrumento característico. Los uniformes -usado incluso por los niños-
fueron un símbolo de igualdad. Proclamaban que el Estado corporativo
significaba la abolición de los conflictos entre las clases y el fin de la
lucha entre el capital y el trabajo.
Pese
a sus declaraciones de buscar la justicia social, la política social disto
mucho de ser igualitaria. La carga impositiva cada vez más pesada que el
régimen requería supuso una mayor participación en los ingresos estatales de
los impuestos indirectos, que implicaban mayores privaciones para los
consumidores con más bajas rentas. Pese a ello, mussolini aplicó una serie de
políticas sociales que se estaban dando en otras zonas de Europa como seguros
contra el paro, seguros de enfermedad y de retiro, así como también primas por
natalidad.
El
sistema sindical fascista permitió que las reducciones salariales se llevaran a
cabo provocando un mínimo de protestas.
El
desempleo aumentó de 111.000 en 1925 a
324.000 en 1928. La recuperación de 1929, finalizó con la crisis mundial, de
manera que, en 1932, la cifra de parados superaba el millón. Los efectos de la
crisis se prolongaron por el mantenimiento de la cotización internacional de la
lira al nivel de 1927. Las consecuencias de esta política económica fueron el
encarecimiento de las exportaciones italianas en términos de divisas
extranjeras y el empeoramiento de la situación de los trabajadores de la
industria y del campo (en éste último caso, debido fundamentalmente a la
superpoblación).
Su
política, en cambio, benefició al sector agrario de la economía, ya que por
varios años Italia se transformó en un país prácticamente autosuficiente en lo
que refiere al trigo.
La
política económica fascista estaba ligada al poder y al prestigio militar: la
pretensión de ser autosuficientes en lo que se refería al trigo estaba ligada
al deseo de conseguir un alto crecimiento demográfico, y el drenaje de nuevas
tierras a la realización de obras públicas a gran escala. Aparte de esto, en
general sus medidas no diferían demasiado de las políticas aplicadas por el
resto de los países liberales.
En
lo que se refiere a política externa, Mussolini se manejó de forma agresiva;
contravino las recomendaciones de la Sociedad de Naciones e inició la conquista
de Etiopía (Abisinia, 1935-1936), ganándose así la aclamación de casi todos los
sectores de la sociedad italiana. No obstante, la popularidad del Duce
disminuyó cuando adoptó las siguientes medidas: el envío de tropas para apoyar
al general Francisco Franco durante la Guerra Civil española (1936-1939), la
alianza con la Alemania gobernada por el nacionalsocialismo mediante la formación del Eje Roma-Berlín
(1936), que culminó con el denominado Pacto de Acero entre ambos estados
(1939), la promulgación de leyes contra los judíos y la invasión de Albania
(1939).
En
cuanto a su relacionamiento con España, Mussolini ejerció una notable
influencia sobre los políticos españoles más conservadores. En 1923, al llegar
al poder tras un golpe de Estado, el dictador Miguel Primo de Rivera trató de
imitar a Mussolini e implantó soluciones e instituciones de carácter fascista
hasta su caída en 1930. Posteriormente, partidos políticos de derecha, una vez
implantada la II República española, enviaron emisarios a Mussolini para buscar
su apoyo en los planes que estaban preparando para levantarse contra el régimen
republicano. El levantamiento más tarde liderado por el general Francisco
Franco se inició el 18 de julio de 1936 y Mussolini apoyó decisivamente a los
rebeldes, enviando a España a una división completa del Ejército italiano.
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