domingo, 23 de septiembre de 2012

El fascismo italiano. Benito Mussolini


El término "fascismo" fue utilizado por primera vez por Benito Mussolini en 1919 y hacía referencia al antiguo símbolo romano del poder, los fasces, unos palos atados a un eje, que representaban la unidad cívica y la autoridad de los oficiales romanos para castigar a los delincuentes.
Mussolini, el fundador del Partido Nacional Fascista italiano, inició su carrera política en las filas del Partido Socialista.
En 1912, como director del principal periódico socialista italiano, "Avanti!", se oponía tanto al capitalismo como al militarismo. En 1914, sin embargo, cambió de actitud pidiendo que Italia entrara en la Primera Guerra Mundial y se acercó a la derecha política.
Tras la contienda, la inflación estimuló una agitación activa y eficaz de las clases trabajadoras en pro de salarios más elevados en las ciudades y en el campo, y porque el exceso de población en éste último provocó una intensificación de la lucha de clases.
Durante la guerra el costo de vida había subido mucho más que los salarios y el nivel de vida de los trabajadores había caído de manera importante. En 1918 los salarios reales eran inferiores en un tercio aproximadamente a los de 1913.
Huelgas en las ciudades y en el campo, respaldadas por los socialistas, estallaron en toda Italia.
En 1919 se produjeron más de 1800 huelgas que afectaron a un millón y medio de trabajadores, y en 1920 más de 2000 en la que tomaron parte cerca de 2.000.000 de personas (estas cifras no incluyen las huelgas a nivel nacional).
La violencia presidió estos acontecimientos: entre abril de 1919 y setiembre de 1920 resultaron muertos más de 320 trabajadores frente a un número de bajas muy reducido por parte de las fuerzas del orden. En setiembre de 1920 la presión de la clase obrera organizada alcanzó su punto culminante con la "ocupación de fábricas". Este proceso se inició cuando el gremio de los obreros metalúrgicos decidió realizar una huelga activa. Cuando los empresarios respondieron intentando realizar el lock out, los sindicatos ordenaron tomar las fábricas e intentar mantenerlas en funcionamiento.
En el campo, la falta de tierras empujó a los campesinos que no la tenían a apropiarse de las tierras  pertenecientes a los grandes propietarios. Por otra parte, la superpoblación traía aparejada la falta de trabajo: habían muchos más brazos de los que se requerían.
La alarmante situación sumada a los discursos del Partido Socialista italiano hicieron pensar que la revolución roja era inminente.
Mussolini puso su movimiento al servicio de la clase media que se sentía amenazada, los empresarios conservadores y de los intereses de los propietarios de las tierras que, junto con la Iglesia Católica de Roma y el Ejército, querían detener la "oleada roja".
Mussolini, en setiembre de 1920 decía: "Soy reaccionario y revolucionario según las circunstancias"
Este viraje le aportó a Mussolini el apoyo político y financiero que necesitaba, y su considerable poder oratorio hizo el resto (al igual que Hitler en Alemania fue un demagogo dotado de una gran efectividad).
Sus Fascios Italianos de Combate, creados en 1919 y llamados "Camisas Negras" a ejemplo de los ‘Camisas Rojas’ del líder de la unificación italiana, Giuseppe Garibaldi, dieron fuerza efectiva al movimiento e implantaron la moda del estilo fascista paramilitar.
La oposición de los socialistas a la guerra, así como el rechazo al militarismo (provenientes de las clases medias) provocó irritación en diversos sectores, y contribuyó al ascenso fascista.
El gabinete de Giolitti (liberal),  buscaba  armonizar y solventar las discordias más agudas de la vida pública italiana. Giolitti resolvió los principales problemas exteriores italianos, restauró las buenas realciones con sus aliados de la guerra, y sentó las bases para el desarrollo de la influencia italiana en la Europa suroriental. Su mayor éxito lo obtuvo en la solución del conflicto con los trabajadores que ocupaban las fábricas. Negándose a utilizar a las fuerzas armadas, llegó a un acuerdo con los obreros prometiéndoles una legislación que garantizase, a cambio de la desocupación de las fábricas, una vía de participación obrera en la dirección de las empresas. Giliotti quería demostrar que la amenaza bolchevique era un mito, y que tratando a los obreros con consideración, éstos no iban a intentar obtener el poder. El triunfo de Giliotti, sin embargo, no hizo más que atemorizar a los empresarios, que lo acusaron de haberse negado a intervenir y de obligarles a hacer concesiones.
En ese momento, Mussolini y los fascistas encontraron su auténtico papel: explotar los temores de los propietarios rurales y urbanos y la alarma de la clase media que veía descender su posición social en comparación con la de la mano de obra organizada. El fascismo sólo llegó a convertirse en una fuerza política de importancia, cuando aquellos sectores fueron incorporados a sus filas.
En 1922, Mussolini se hizo con el control del gobierno italiano -con el consentimiento del rey Víctor Manuel-  amenazando con un golpe de Estado si se rechazaban sus demandas. Mussolini en un principio gobernó de manera constitucional encabezando una coalición de partidos, asegurándose el grado suficiente de complicidad y colaboración por parte de liberales, demócratas y popoulares, que le permitió una constante evolución hacia un Estado dictatorial de partido único.
En las elecciones de 1924, en las que Mussolini obtiene una abrumadora mayoría, los socialistas Amendola y Matteotti denuncian la violencia empleada por los fascistas en el acto eleccionario, y denuncian la invalidez de éstas. Matteotti realiza la denuncia el 30 de mayo; el 10 de junio fue asesinado.
Tras el asesinato de Matteotti, el gobierno quedó desacreditado, y durante algún tiempo pareció que no sobreviviría. Aumentó la esperanza de que el rey reconociera su deber de defender la ley y destituyera a Mussolini, pero el rey se negó a adoptar iniciativa alguna, con lo que Mussolini se afianzará en el poder.
En 1925, frente a los ataques de la prudente oposición, Mussolini llegó a decir: "Asumo, yo solo, la responsabilidad política, moral e histórica por todo lo que ha sucedido... Si el fascismo es una asociación de delincuentes, yo soy el jefe de esa asociación de delincuentes". Poco después, un atentado hiere gravemente al socialista Amendola,  muriendo ocho meses más tarde.
La violencia de los fascistas no sólo no se detuvo, sino que ahora era patrocinada por el Estado. Pronto entonces se deshizo de los obstáculos que ponían freno a su autoridad e implantó una dictadura, contando con el apoyo explícito del Vaticano. Todos los partidos políticos, excepto el Partido Fascista, fueron prohibidos y Mussolini se convirtió en el "Duce" (el líder del partido). Se abolieron los sindicatos, las huelgas fueron prohibidas y los opositores políticos silenciados.
A nivel interno, el régimen trató de modelar a los italianos según su ideal de hombre activo, disciplinado y militarizado. Sus organizaciones juveniles constituyeron un instrumento característico. Los uniformes -usado incluso por los niños- fueron un símbolo de igualdad. Proclamaban que el Estado corporativo significaba la abolición de los conflictos entre las clases y el fin de la lucha entre el capital y el trabajo.
Pese a sus declaraciones de buscar la justicia social, la política social disto mucho de ser igualitaria. La carga impositiva cada vez más pesada que el régimen requería supuso una mayor participación en los ingresos estatales de los impuestos indirectos, que implicaban mayores privaciones para los consumidores con más bajas rentas. Pese a ello, mussolini aplicó una serie de políticas sociales que se estaban dando en otras zonas de Europa como seguros contra el paro, seguros de enfermedad y de retiro, así como también primas por natalidad.
El sistema sindical fascista permitió que las reducciones salariales se llevaran a cabo provocando un mínimo de protestas.
El desempleo aumentó de 111.000  en 1925 a 324.000 en 1928. La recuperación de 1929, finalizó con la crisis mundial, de manera que, en 1932, la cifra de parados superaba el millón. Los efectos de la crisis se prolongaron por el mantenimiento de la cotización internacional de la lira al nivel de 1927. Las consecuencias de esta política económica fueron el encarecimiento de las exportaciones italianas en términos de divisas extranjeras y el empeoramiento de la situación de los trabajadores de la industria y del campo (en éste último caso, debido fundamentalmente a la superpoblación).
Su política, en cambio, benefició al sector agrario de la economía, ya que por varios años Italia se transformó en un país prácticamente autosuficiente en lo que refiere al trigo.
La política económica fascista estaba ligada al poder y al prestigio militar: la pretensión de ser autosuficientes en lo que se refería al trigo estaba ligada al deseo de conseguir un alto crecimiento demográfico, y el drenaje de nuevas tierras a la realización de obras públicas a gran escala. Aparte de esto, en general sus medidas no diferían demasiado de las políticas aplicadas por el resto de los países liberales.
En lo que se refiere a política externa, Mussolini se manejó de forma agresiva; contravino las recomendaciones de la Sociedad de Naciones e inició la conquista de Etiopía (Abisinia, 1935-1936), ganándose así la aclamación de casi todos los sectores de la sociedad italiana. No obstante, la popularidad del Duce disminuyó cuando adoptó las siguientes medidas: el envío de tropas para apoyar al general Francisco Franco durante la Guerra Civil española (1936-1939), la alianza con la Alemania gobernada por el nacionalsocialismo  mediante la formación del Eje Roma-Berlín (1936), que culminó con el denominado Pacto de Acero entre ambos estados (1939), la promulgación de leyes contra los judíos y la invasión de Albania (1939).
En cuanto a su relacionamiento con España, Mussolini ejerció una notable influencia sobre los políticos españoles más conservadores. En 1923, al llegar al poder tras un golpe de Estado, el dictador Miguel Primo de Rivera trató de imitar a Mussolini e implantó soluciones e instituciones de carácter fascista hasta su caída en 1930. Posteriormente, partidos políticos de derecha, una vez implantada la II República española, enviaron emisarios a Mussolini para buscar su apoyo en los planes que estaban preparando para levantarse contra el régimen republicano. El levantamiento más tarde liderado por el general Francisco Franco se inició el 18 de julio de 1936 y Mussolini apoyó decisivamente a los rebeldes, enviando a España a una división completa del Ejército italiano.

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