1994. La participación, por
primera vez en la historia de los negros sudafricanos en un proceso
eleccionario, y la victoria de Nelson Mandela, significó el fin del Apartheid y
el nacimiento de la democracia en un país donde la injusticia, la violencia y la
persecución racial habían sido las características dominantes de la historia
sudafricana.
El fin del apartheid
Desde que Sudáfrica se
constituyó en país independiente, en 1934, y hasta 1984, la participación
política estuvo limitada a menos del 17% de los habitantes.
Una reforma constitucional en
1984, amplió la participación a los asiáticos -fundamentalmente indios- y
mestizos.
Los africanos negros, casi
dos terceras partes de la población del país, permanecieron excluídos al
derecho al voto, como también a una serie de discriminaciones a nivel laboral y
social. El poder, monopolizado por la minoría blanca desde tiempos coloniales,
se negaba rotundamente a otorgar derechos a la raza que consideraban
"inferior".
La recesión económica vivida
tras las guerras mundiales, había llevado a grandes conflictos entre los
asalariados debido al desempleo. Los blancos pobres, que veían peligrar su
trabajo por la mano de obra negra (más barata), y sin posibilidades de acceder
a la naciente estructura industrial del país, fueron atraídos por la propaganda
ultranacionalista y racista del grupo minoitario blanco en el poder.
La organización política de
los africanos negros, el Congreso Nacional Africano (fundado en 1912) liderado
por Nelson Mandela y Oliver
Tambo, fue reprimida con dureza, y Mandela fue condenado a
prisión con cadena perpetua.
La vitalidad del sistema del
"apartheid", se vio favorecida por el interés de los grandes
capitales estadounidenses y europeos en invertir en la región.
Con la independencia de
países como Angola, Mozambique y Zimbabwe, el movimiento del Congreso Nacional
Africano (que se encontraba ilegalizado) encontró apoyos más concretos para
poder actuar.
A mediados de la década de los años '80, las campañas
antirracistas en Estados Unidos y Europa, así como la condena internacional al
apartheid comenzó a
favorecer el resquebrajamiento de un sistema que encontraba
una lucha cada vez más fuerte por parte de la mayoría de la población
sudafricana. Esta conflictiva situación empeoró con el tema del servicio
militar obligatorio para los blancos, que encontró un fuerte rechazo.
En 1990, De Klerk
legalizó el Congreso Nacional Africano,
y tras varios anuncios y postergaciones
fue liberado Mandela, el peso político más célebre y más antiguo tras 27
años de prisión.
Finalmente en 1994, tras las
primeras elecciones libres en la historia de Sudáfrica, gana la presidencia el
líder Nelson Mandela.
Los comicios marcaron el
nacimiento de la democracia en un país donde la injusticia, la violencia y la
persecución racial habían sido las características dominantes.
Mandela ganó con el sesenta
por ciento de los votos, imponiéndose sobre F. De Clerk, el último hombre del
apartheid, que comenzó a ceder terreno comenzando a abolir el segregacionismo,
que liberó a Mandela y que compartió junto con él el Premio Nobel de la Paz.