jueves, 9 de mayo de 2013

La revolución del rock: racismo y síntesis ligera



El Rock, considerado sinónimo de la "música del siglo XX", pierde con los años el marcado carácter anglosajón que tiene en sus orígenes para transformarse en un lenguaje universal y sometido a continuo cambio.
Al surgir de un modo espectacular y desarrollarse en principio como un fenómeno de masas que trastornó la vida y los ideales de los Estados Unidos y de buena parte del mundo occidental, no puede considerarse como un movimiento musical en sentido estricto. 
Sus raíces son tan plurales que sintetizan las principales ramas de la llamada música popular estadounidense, sobre todo el blues, el rhythm and blues, el gospel y el country.
A pesar de la hegemonía del rock en los años sesenta, otros nuevos estilos de música popular salieron a la luz. El resurgimiento de la música folclórica, difundida por cantautores urbanos y profesionales de folk como Pete Seeger, Joan Baez o Bob Dylan, consiguió que los blues y las baladas rurales llamaran también la atención.
No obstante los evidentes vínculos que posee con las más profundas esencias de la música de los negros afroamericanos, el rock es en realidad el resultado -tras una larga síntesis que se inicia con el siglo- de la adaptación de estas fuentes a una concepción y una estética blanca, lo que generó las primeras actitudes públicas de rechazo, algunas de ellas muy conflictivas.
Si el compositor y "blusero" negro Muddy Waters, (1915-1983), lo consideraba como "un hijo del rhythm and blues al que llamaron rock", numerosas organizaciones racistas estadounidenses afirmaban con desprecio y energía, según sus panfletos y los abundantes testimonios de sus líderes de entonces, que representaba la música que "rebajaba al hombre blanco a la categoría del negro".

La variante, en cualquier caso, de acuerdo con estas interpretaciones, radicaría en el hecho de que la base del rock, el viejo blues, estaba revisada, para "mayor gloria de la raza blanca", a través de inyecciones de ritmo más dulce, así como de andanadas de sonido estridente, rápido y energético.
Esta síntesis ligera de blues y rhythm and blues, como se la denominó durante mucho tiempo, hallaría su ídolo fundacional a mediados de los años cincuenta en la figura de Elvis ("The Pelvis") Presley (1935-1977), aun cuando desde la primera grabación de blues registrada en la historia ('Crazy Blues', un tema cantado en 1920 por Mammie Smith) hubieran pasado casi tres decenios.
Esta vía de 'desencuentro', conforme con sus raíces negras, la seguirían cantantes como Bessie Smith ('la Emperatriz del blues'), Billie Holiday, Little Richard y, ya en la esfera de la música de finales de los sesenta cantada por mujeres blancas, Janis Joplin.

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