domingo, 4 de marzo de 2012

Sigmund Freud

Sigmund Freud nació en Freiberg (actual Príbor, República Checa), el 6 de mayo de 1856 y se educó en la Universidad de Viena. Cuando apenas tenía tres años, su familia, huyendo de los disturbios antisemitas que entonces se producían en Freiberg, se trasladó a Leipzig. Poco tiempo después, la familia se instaló en Viena, donde Freud residió la mayor parte de su vida.

Aunque su ambición desde niño había sido dedicarse al ejercicio del derecho, Freud se decidió a estudiar medicina justo antes de entrar en la Universidad de Viena en 1873. 

Inspirado por las investigaciones científicas del poeta alemán Goethe, sintió un vehemente deseo de estudiar ciencias naturales y de resolver alguno de los retos que en aquel momento afrontaban los investigadores de su tiempo.

Freud comenzó sus investigaciones estudiando el sistema nervioso central de los invertebrados, dedicándose cada vez con mayor intensidad a la neurología y especialmente la psicopatología: el estudio científico de los trastornos mentales.
Durante el periodo de 1895 a 1900, Freud desarrolló muchos de los conceptos posteriormente incorporados tanto a la práctica como a la doctrina psicoanalítica. Comenzó sus estudios sobre la histeria, utilizando la hipnosis como procedimiento catártico. Poco después la reemplazará por la investigación del curso espontáneo de pensamientos del paciente -llamado asociación libre-, como método idóneo para comprender los procesos mentales inconscientes que están en la raíz de los trastornos neuróticos.
Freud propuso seguir el curso de los procesos inconscientes, usando las asociaciones libres del paciente como guía para interpretar los sueños y los lapsus en el lenguaje (además de chistes, actos fallidos, etc).
Mediante el análisis de los sueños llegó a sus teorías sobre la sexualidad infantil y el complejo de Edipo, que explicaría el apego del niño al progenitor del sexo contrario, junto con los sentimientos hostiles hacia el del propio sexo (considerado -en principio- un rival). Estos planteamientos, que hacían hincapié en la base biológica del comportamiento humano -particularmente el sexo y la agresividad-, fueron muy controvertidos.
En estos años, desarrolló también la teoría de la transferencia, proceso por el que las actitudes emocionales, establecidas originalmente hacia las figuras de los padres durante la infancia, son transferidas en la vida adulta a otros personajes (maestros, autoridades, jefes, el propio psicoanalista, etc).

El final de este período viene marcado por la aparición de su obra más importante, "La interpretación de los sueños" (1900 primera edición, que posteriormente el mismo Freud ampliaría). En ella analiza (además de algunos sueños de sus pacientes, amigos, hijos, e incluso de personajes famosos) muchos de sus propios sueños, registrados durante tres años de autoanálisis iniciados en 1897. Este trabajo expone todos los conceptos fundamentales en que se asientan la teoría y la técnica psicoanalítica.

La principal contribución de Freud fue la creación de un enfoque radicalmente nuevo en la comprensión de la personalidad humana, al demostrar la existencia y poder de lo inconsciente. Además, fundó una nueva disciplina médica y formuló procedimientos terapeúticos básicos que, más o menos modificados aún se aplican, en el tratamiento mediante psicoterapia de las neurosis (y, parcialmente, de las psicosis).

Aunque nunca conoció en vida un reconocimiento unánime, y ha sido a menudo cuestionado desde entonces, Freud es indudablemente uno de los grandes pensadores del mundo contemporáneo.
Entre otros de sus trabajos habría que destacar "Psicopatología de la vida cotidiana" (1904), "Tres ensayos para una teoría sexual" (1905), "Tótem y Tabú" (1913), "Más allá del principio del placer" (1920), "Psicología de masas" (1920), "El yo y el ello" (1923), "El malestar en la cultura" (1930), "El porvenir de una ilusión" (1927), "Introducción al psicoanálisis" (1933), y "Moisés y el monoteísmo" (1939).
Tras el comienzo de la I Guerra Mundial, Freud abandonó casi la observación clínica y se concentró en la aplicación de sus teorías a la interpretación psicoanalítica de fenómenos sociales, como la religión, la mitología, el arte, la literatura, el orden social o la propia guerra. Cuando los nazis ocuparon Austria, en 1938, Freud se trasladó con su familia a Londres, donde falleció el 23 de septiembre de 1939.

Conceptos fundamentales
El inconsciente
La primera de las aportaciones de Freud fue el descubrimiento de la existencia de procesos psíquicos inconscientes ordenados según leyes propias, distintas a las que gobiernan la experiencia consciente.

En el ámbito inconsciente, pensamientos y sentimientos que se daban unidos se dividen o desplazan fuera de su contexto original; dos imágenes o ideas dispares pueden ser reunidas (condensadas) en una sola; los pensamientos pueden ser dramatizados formando imágenes, en vez de expresarse como conceptos abstractos, y ciertos objetos pueden ser sustituidos y representados simbólicamente por imágenes de otros, aun cuando el parecido entre el símbolo y lo simbolizado sea vago o explicarse sólo por su coexistencia en momentos alejados del presente. Las leyes de la lógica, básicas en el pensamiento consciente, dejan de ejercer su dominio en el inconsciente.
Comprender cómo funcionan los procesos mentales inconscientes hizo posible la comprensión de fenómenos psíquicos previamente incomprensibles, como los sueños.

A través del análisis de los procesos inconscientes, Freud vio que soñar servía para proteger el sueño (el reposo) del individuo contra los elementos perturbadores procedentes de deseos reprimidos, relacionados con las primeras experiencias del desarrollo que afloran en ese momento a la conciencia. Así, los deseos y pensamientos moralmente inaceptables, (es decir, el contenido latente del sueño), se transforman en una experiencia consciente, aunque no inmediatamente comprensible, a veces absurda, denominada ‘contenido manifiesto’. El conocimiento de estos mecanismos inconscientes permite al analista invertir el proceso de elaboración onírica, por el que el ‘contenido latente’ se transforma en el contenido manifiesto, accediendo, a través de la interpretación de los sueños, a su significado subyacente.

Pulsiones
Una suposición esencial de la teoría freudiana es que los conflictos inconscientes involucran deseos y pulsiones, originadas en las primeras etapas del desarrollo. Al serle desvelados al paciente los conflictos inconscientes mediante el psicoanálisis, su mente adulta puede encontrar soluciones inaccesibles a la mente inmadura del niño que fue. Esta descripción de la función que cumplen las pulsiones básicas en la vida humana es otra de las aportaciones cruciales de la teoría freudiana.

Según su teoría sobre la sexualidad infantil, la sexualidad adulta es el resultado de un complejo proceso de desarrollo que comienza en la infancia, pasa por una serie de etapas ligadas a diferentes funciones y áreas corporales (oral, anal y genital), y se corresponde con distintas fases en la relación del niño con los adultos, especialmente con sus padres. En este desarrollo es esencial el periodo edípico, que transcurre, aproximadamente, entre los 4 y 6 años de edad, momento en el que el niño por primera vez es capaz de establecer un vínculo afectivo con su progenitor del sexo opuesto, semejante a la relación de un adulto con su pareja, con lo que el progenitor del mismo sexo es considerado un rival. La inmadurez psíquica del niño condena al fracaso los deseos infantiles y malogra su primer paso hacia lo adulto. Además, la inmadurez intelectual del niño complica aún más la situación porque le hace temer sus propias fantasías. El grado en el que el niño supere este trauma y en el que estos vínculos, miedos y fantasías pervivan de modo inconsciente, será decisivo en su vida posterior, especialmente en sus relaciones afectivas.

Los conflictos que ocurren en las etapas iniciales del desarrollo no son menos significativos como influencia formativa, porque representan los prototipos iniciales de situaciones sociales tan básicas como la dependencia de otros o la relación con la autoridad. Por eso, en estas primeras etapas de su desarrollo, también será básico en la formación de la personalidad del niño el comportamiento de los padres. Sin embargo, el hecho de que el niño reaccione no sólo ante la realidad objetiva, sino también ante la distorsión fantástica de la realidad, complica significativamente incluso los esfuerzos educativos mejor intencionados.

El ello, el yo y el superyó
El esfuerzo por clarificar el desconcertante número de observaciones interrelacionadas puestas a la luz por la exploración psicoanalítica, condujo al desarrollo de un modelo de estructura del sistema psíquico. Tres sistemas funcionales, o instancias, se distinguen en este modelo: el ello, el yo y el superyó.
La primera instancia se refiere a las tendencias impulsivas (entre ellas las sexuales y las agresivas) que parten del cuerpo y tienen que ver con el deseo en un sentido primario, contrarios a los frutos de la educación y la cultura. Freud llamó a estas tendencias "triebe", que literalmente significa ‘pulsión’ pero que a menudo se traduce con impropiedad como ‘instinto’. Estas pulsiones exigen su inmediata satisfacción, y se experimentan de forma placentera por parte del sujeto, pero desconocen el principio de realidad y se atienen sólo al principio del placer (egoísta, acrítico e irracional).
Cómo conseguir en el mundo real las condiciones de satisfacción de esas pulsiones básicas es tarea de la segunda instancia, el yo, que domina funciones como la percepción, el pensamiento y el control motor, para adaptarse a las condiciones exteriores reales del mundo social y objetivo. Para desempeñar esta función adaptativa, de conservación del individuo, el yo debe ser capaz de posponer la satisfacción de las pulsiones del ello que presionan para su inmediata satisfacción, con lo que se origina la primera tensión. Para defenderse de las pulsiones inaceptables del ello, el yo desarrolla mecanismos psíquicos específicos llamados mecanismos de defensa. Los principales son: la represión -exclusión de las pulsiones de la consciencia, para arrojarlas a lo inconsciente-, la proyección -proceso de adscribir a otros los deseos que no se quieren reconocer en uno mismo- y la formación reactiva -establecimiento de una pauta de comportamiento contraria a una fuerte necesidad inconsciente. Tales mecanismos de defensa se disparan en cuanto la ansiedad señala el peligro de que las pulsiones inaceptables originales puedan reaparecer en la conciencia.
Una pulsión del ello llega a hacerse inadmisible, no sólo como resultado de una necesidad temporal de posponer su satisfacción hasta que las condiciones de la realidad sean más favorables, sino, sobre todo, debido a la prohibición que los otros (originalmente los padres) imponen al individuo. El conjunto de estas demandas y prohibiciones constituye el contenido principal de la tercera instancia, el superyó, cuya función es controlar al yo según las pautas morales impuestas por los padres. Si las demandas del superyó no son atendidas, la persona se sentirá culpable, culpabilidad que también se manifiesta como ansiedad y/o vergüenza.
El superyó, que según la teoría freudiana se origina en el esfuerzo de superar el complejo de Edipo, es parcialmente inconsciente, debido a que tiene una fuerza semejante (aunque de signo opuesto) a la de las pulsiones, y puede dar lugar a sentimientos de culpa que no dependan de ninguna transgresión consciente. El yo, instancia mediadora entre las demandas del ello, las exigencias del superyó y el mundo exterior, puede no tener el poder suficiente para reconciliar estas fuerzas en conflicto. Es más, el yo puede coartarse en su desarrollo al ser atrapado en sus primeros conflictos, denominados fijaciones o complejos, pudiendo volverse hacia modos de funcionamiento primarios en el desarrollo psíquico y hacia modos de satisfacción infantiles. Este proceso se conoce como ‘regresión’. Incapaz de funcionar normalmente, el yo sólo puede mantener su control limitado y su integridad desarrollando síntomas neuróticos, a través de los cuales se expresa la tensión del aparato psíquico.
Ansiedad
El concepto de ansiedad, constituye la piedra angular de la teoría y la práctica psicoanalítica moderna.
La ansiedad está relacionada a un tipo de experiencia que implica una reacción contra ciertas situaciones peligrosas. Estas situaciones de peligro, tal como las describe Freud, son el miedo a ser abandonado, a perder el objeto amado, el miedo a la venganza y al castigo, y la posibilidad de castigo por parte del superyó. En consecuencia, los síntomas, los desórdenes de la personalidad y de los deseos, así como la propia sublimación de las pulsiones, representan diferentes formas de adaptación que el yo intenta con mayor o menor éxito, reconciliando las diferentes fuerzas mentales en conflicto.

Varias escuelas psicoanalíticas han adoptado otras denominaciones para indicar sus diferencias con las teorías freudianas ortodoxas.

Carl Jung
Carl Gustav Jung, uno de los primeros alumnos de Freud, creó un movimiento que designó él mismo como psicología analítica. Como Freud, Jung usa el concepto de libido; sin embargo, rechazaba el carácter exclusivamente sexual de la libido, y consideraba que ésta constituía una energía de carácter universal basada en el conjunto de los instintos y pulsiones creativas que constituyen la fuerza motivadora de la conducta humana.
Según Jung, el inconsciente se compone de dos partes: el inconsciente personal, que contiene el resultado de la experiencia global de un individuo, y el inconsciente colectivo, reserva de la experiencia humana.

En el inconsciente colectivo hay una serie de imágenes esenciales, a las que él denomina arquetipos, comunes a todos los individuos de un país o de un momento histórico concreto. Los arquetipos se constituyen así en unidades de conocimiento intuitivo que normalmente sólo existen en el inconsciente colectivo del individuo, y que se manifiestan en leyendas, obras artísticas, prejuicios sociales... y, por supuesto, en los sueños.
Cuando la mente consciente no contiene imágenes propias, como durante el sueño, o cuando la conciencia es sorprendida por no estar en guardia, los arquetipos empiezan a funcionar.
En su origen, eran modos primitivos de pensamiento que tendían a personificar los procesos naturales en términos mitológicos, como espíritus del bien y del mal, hadas y dragones. La madre y el padre también se establecen como arquetipos básicos.
Otro concepto importante en la teoría de Jung es la existencia de dos tipos básicos distintos de personalidad, actitud mental y función psíquica dominante: la extroversión y la introversión. Cuando la libido y el interés general se vuelven hacia las personas y los objetos del mundo exterior, se dice que la persona en cuestión es extrovertida. Cuando se da la tendencia contraria, y la libido y los intereses se centran en el propio individuo, se habla de personalidad introvertida. En una persona completamente normal esas dos tendencias se alternan, sin que ninguna de ellas predomine sobre la otra, pero la libido suele tener preferencia por una de ellas, por lo que los dos tipos de personalidad son fácilmente reconocibles.
Jung rechazó la distinción freudiana entre el yo y el superyó, pero reconoció una parte diferenciada de la personalidad, con ciertas similitudes con el superyó, a la que denominó "persona" (máscara en griego), que consiste en lo que aparentamos frente a los demás, en oposición a lo que en realidad somos. La "persona" es el rol que los individuos eligen representar en la vida, la impresión global que desean transmitir de sí mismos en el mundo social exterior.

Alfred Adler
Alfred Adler, otro de los discípulos de Freud, se diferenció tanto de éste como de Jung al acentuar la importancia que en la motivación humana tiene el sentimiento de inferioridad, que comienza desde el momento en que el niño es consciente de la existencia de otros más capaces de cuidar de sí mismos y de dominar su entorno.
Desde que aparece el sentimiento de inferioridad, el niño trata de superarlo, debido a lo intolerable que le resulta, ya que puede ocasionar el descontrol de los mecanismos compensatorios organizados por la estructura psíquica, determinando actitudes neuróticas egocéntricas, sobrecompensaciones e, incluso, la huida del mundo real y sus problemas.
Adler hizo hincapié en que los sentimientos de inferioridad nacen de las que él consideraba las tres relaciones más importantes: las que el individuo mantiene con su trabajo, con los amigos y con su objeto amado. El intento de evitar el sentimiento de inferioridad en estas relaciones conduce al individuo a adoptar objetivos vitales poco realistas, que a menudo se manifiestan como una voluntad poco razonable de poder y dominio, que conduce a diversos tipos de comportamiento antisocial, desde la intimidación y la presunción a la tiranía política. Adler creía que el análisis podía fomentar un sentimiento sano y razonable de pertenencia a la comunidad, más constructivo que destructivo.

Otto Rank
Otro discípulo de Freud, Otto Rank, introdujo una nueva teoría de la neurosis, atribuyendo todas las perturbaciones neuróticas al trauma inicial del nacimiento. En sus últimas investigaciones describe el desarrollo individual como una progresión desde la absoluta dependencia de la madre y de la familia a la independencia física, que va unida a la dependencia intelectual del entorno social, llegando finalmente a completarse la emancipación intelectual y afectiva del individuo.

Erich Fromm
Entre las últimas innovaciones a la teoría psicoanalítica que merecen mención podemos citar los aportes del psicoanalista Erich Fromm.
Las teorías de Fromm hacen especial hincapié en la idea de que el individuo y la sociedad no son fuerzas opuestas ni separables, en que la naturaleza de la sociedad viene determinada por su pasado histórico, y en que las necesidades y deseos de las personas están en gran medida determinados por su contexto social.
Como resultado de este punto de vista, Fromm creía que el problema fundamental de la psicología y del psicoanálisis no era resolver los conflictos entre los fijos e inamovibles impulsos instintivos del individuo y las exigentes e inamovibles leyes y normas sociales, sino armonizar y comprender las relaciones entre ambos. Fromm también hizo hincapié en la importancia que tiene para los individuos desarrollar la capacidad de usar plenamente su potencial perceptivo, emocional e intelectual.

El psicoanálisis en el ámbito hispano
En España, la favorable acogida de la obra de Freud propició la rápida asimilación de la corriente psicoanalítica a principios del siglo XX.
Tras la Guerra Civil española, diversos profesionales tuvieron que exiliarse a Latinoamérica, éxodo que se vería compensado a finales de la década de 1970 con la llegada a España de numerosos psicólogos y psicoanalistas, que contribuirían a la consolidación de esta ciencia. En Latinoamérica, el país en el que el psicoanálisis ha tenido una mayor implantación es Argentina, con figuras de la talla de Arminda Aberasturi, introductora de la escuela inglesa de psicoanálisis en su país, y Enrique Pichon-Rivière.
El psicoanálisis ha tenido también una gran difusión en otros países como Chile, México y Venezuela. Destacados psicólogos en el ámbito hispano son también el español de origen cubano Emilio Mira y López o el argentino David Liberman.

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