ENTRESIGLOS
La revolución industrial iniciada en Gran Bretaña en el siglo XVIII y consolidada a fines del siglo XIX, transforma la faz de Europa.
Nuevas estructuras políticas y sociales se crean. El comercio de los diferentes estados que se industrializan debe expandirse; Y a nivel interno, los trabajadores se organizan, toman conciencia de su fuerza, estableciéndose una lucha más intensa por el poder económico y político de los diferentes sectores.
Desde el punto de vista de la historia de las ideas, el positivismo político triunfa con la revolución industrial. Liberales, conservadores y socialistas invocan el poder del hecho, y se refieren, para justificar las más opuestas posiciones, a las lecciones de la ciencia.
En nombre de la ciencia afirma Spencer la eterna validez del liberalismo; en nombre de la ciencia Taine y Renan sientan las bases de un neotradicionalismo; Marx reformula el socialismo utópico por el socialismo científico; y el mismo nacionalismo pasa del idealismo de Mazzini o de Michelet, al choque de los imperialismos.
De alguna manera se podría decir que la segunda mitad del siglo XIX fue la edad del darwinismo. Conceptos tales como el concepto de evolución o el de selección natural fueron abundantemente utilizados para justificar esa "política positiva" por hombres que solo tenían un conocimiento muy superficial de la obra de Darwin.
Así pues, la biología se liga estrechamente con la política, manifestándose también en el arte. En todos los sectores de la opinión se expande una cierta tendencia al fatalismo, o al menos, al dogmatismo. Y surgen las guerras... guerra de Crimea., guerra de Italia, guerra de México, guerra austroprusiana, guerra francoprusiana, guerra de Secesión: el optimismo liberal es sometido a una dura prueba en los 20 años posteriores al medio siglo. La guerra, hasta 1914, sólo desaparecerá de un punto del globo para reaparecer en otro (guerra en los Balcanes, guerra de los Boers, guerra ruso japonesa, guerra hispanoamericana...)
El siglo XX entonces se abre con una rebelión contra el racionalismo.
La confianza en la razón, el progreso, la ciencia, las virtudes del orden y la inteligencia que impregnaban tanto la filosofía escolar de la III República francesa, han cedido su puesto a la exaltación de las fuerzas oscuras, al culto de la vida y el misterio: desprecio por la masa y llamamiento al "superhombre" de Nietzsche.
Las causas son numerosas y complejas:
La conciencia del poder que el gigantesco progreso de las técnicas confiere al hombre, pero también su impotencia para preverlo todo, para organizarlo todo; la conciencia de pertenecer a un mundo en transición, en crisis.
Se produce una revolución así en la técnica, en la economía, en las expresiones artísticas que rompen con el historicismo de finales del siglo XIX. Y eso provoca una búsqueda, en los diferentes planos, de nuevas direcciones y principios innovadores.
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