viernes, 9 de marzo de 2012

El arte del siglo XX - I - Impresionismo

El cuestionamiento sobre los principios artísticos iniciado en las últimas décadas del siglo XIX ejerció una influencia decisiva en el siglo XX, provocando una revolución estética en las más diversas áreas, centrada en la búsqueda de nuevas direcciones y principios innovadores.

Introducción 
El cuestionamiento sobre los principios artísticos que se inició en las últimas décadas del siglo XIX tuvo una influencia decisiva en la formación del espíritu crítico propio del siglo XX. Esta revolución estética trajo consigo una sucesión de estilos y movimientos, muchos de ellos de corta duración y la mayoría centrados en la búsqueda de nuevas direcciones y principios innovadores.
Los nuevos movimientos modernistas que comenzarán a desarrollarse en numerosas potencias europeas evidencian la crisis del modelo positivista asentado en el método experimental y objetivo de la ciencia. Reaccionan contra el racionalismo, el progreso científico y la "mecanización sin alma de la cultura", postulando un renacimiento espiritual que conecte al hombre con su verdadera esencia.

Mientras la política oficial de los países europeos encuentra en el continente negro grandes extensiones de tierras y hombres pasibles de ser asimilados a sus normas, la vanguardia artística e intelectual propone una vuelta al "primitivismo", intentando deshacerse de los oxidados parámetros de la cultura europea.

En un ámbito de enrarecimiento político, signado por la rápida militarización de las potencias y la conciencia de que se avecinaba un gran conflicto, la creación artística comienza a resultar incapaz de ocultar los males del mundo. Las vanguardias destruyen las imágenes convencionales y rechazan la función "digestiva" tradicional, evidenciando una nueva visión de la realidad, fragmentadora, inestable y poco tolerada por la óptica racional.

Los movimientos más destacados en estas primeras décadas fueron, entre otros, el impresionismo, el fauvismo, el expresionismo, el cubismo, el futurismo, el constructivismo y el neoplasticismo.


El impresionismo


 

“La Catedral de Rouen” – Claude Monet
El artista francés Claude Monet, considerado el principal pintor del movimiento impresionista del siglo XIX, llevó esta corriente hasta sus límites extremos. En “La Catedral de Rouen” se aboca a las cambiantes apariencias que su arquitectura presentaba al cambiar la luz según las distintas horas del día. En estas variaciones sobre un tema, el punto de partida, el asunto mismo, importa menos que el arte de la variación.






“Tejados rojos” (1877) – Camille Pissarro
Camille Pissarro, el miembro de más edad en la corriente impresionista, adoptó la influencia y los métodos de Monet: una técnica espontánea que sólo confiaba en el
testimonio de los ojos, yuxtaponiendo pequeñas partículas de color directamente en la tela, en lugar de la antigua práctica de mezclar la pintura en la paleta.

"Composición en negro y gris nº 1: retrato de la madre del artista" (1871) – James Whistler
Es una de las primeras obras del norteamericano James Whistler sobre las tonalidades, una serie de pinturas en las que la investigación sobre el color se anteponía a la representación figurativa. Buscaba en sus cuadros una cualidad musical, llegando a titular sus lienzos “Arreglos” o “Sinfonías”, hasta el extremo de indicar el tono específico en que estaban compuestos. Así, el retrato de su madre es también conocido con el título de “Arreglo en gris, n° 1.

En el ámbito del arte, es el impresionismo el que preparará el terreno para la mutación que acontece en el siglo XX. Transformando el "tema" en "motivo", el impresionismo quita definitivamente a la pintura sus funciones documentales, literarias o exaltadoras de ideas. Bajo la pretensión de realismo, al volver la atención sobre la existencia fugaz de un momento de luz, prepara el advenimiento de una pintura pura que puede llegar a desentenderse totalmente de la realidad.
El impresionismo acentúa el carácter móvil del mundo, el del "devenir", rompiendo con la tradición europea que atribuía al arte el papel de mostrar un universo de formas fijas. Por extensión, el término también se aplicó a un determinado estilo musical de principios del siglo XX.
El impresionismo en pintura partió del desacuerdo con los temas clásicos y con las encorsetadas fórmulas artísticas preconizadas por la Academia Francesa de Bellas Artes.
La Academia fijaba los modelos a seguir y patrocinaba las exposiciones oficiales del Salón parisino. Los impresionistas, en cambio, escogieron la pintura al aire libre y los temas de la vida cotidiana. Su primer objetivo fue conseguir una representación del mundo espontánea y directa, y para ello se centraron en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos. Las figuras principales del movimiento fueron: Edgar Degas, Claude Monet, Berthe Morisot, Camille Pisarro, Auguste Renoir y Alfred Sisley.

“Camino en la linde del bosque” – Alfred Sisley
Sisley era un paisajista puro que aplicaba con mucha  consecuencia los principios del impresionismo a los variados aspectos de la campiña francesa. El encanto de sus cuadros lo debe directamente a la nueva técnica: la nerviosa aplicación de la pintura en débiles capas, los pequeños toques de colores puros puestos uno al lado del otro, hacen que sus lienzos "tiemblen" con el aliento de la brisa.


“El monte Sainte Victoire” (1886) – Paul Cézzane
Cézanne estaba preocupado por descifrar la verdadera esencia de la realidad. En sus paisajes, intentó seguir las pistas de las leyes fundamentales que gobiernan las estructuras naturales, reduciendo las formas naturales a los prototipos geométricos de esfera, prisma y cono. Descubrió también que el color podía emplearse con arreglo a  principios, como los tonos de una escala musical. El método intelectual de su pintura se revela en cada una de sus pinceladas: los cuadros son entramados de color, en los que cada pincelada es concebida en una relación contrapuntística con las demás.

Los impresionistas se preocuparon más por captar la incidencia de la luz sobre el objeto que por la exacta representación de sus formas, debido a que la luz tiende a difuminar los contornos y refleja los colores de los objetos circundantes en las zonas de penumbra.
Los pintores académicos definían las formas mediante una gradación tonal, utilizando el negro y el marrón para las sombras. Los impresionistas eliminaron los detalles minuciosos y tan sólo sugirieron las formas, empleando para ello los colores primarios -cyan, magenta y amarillo- y los complementarios -naranja, verde y violeta-. Consiguieron ofrecer una ilusión de realidad aplicando directamente sobre el lienzo pinceladas de color cortas y yuxtapuestas, que mezcladas por la retina del observador desde una distancia óptima aumentaban la luminosidad mediante el contraste de un color primario (como el magenta) con su complementario (verde). De este modo, los impresionistas lograron una mayor brillantez en sus pinturas que la que se produce normalmente al mezclar los pigmentos antes de aplicarlos.

El impresionismo ejerció una fuerte influencia durante décadas. Artistas que partieron del impresionismo idearon otras técnicas e iniciaron nuevos movimientos artísticos. Los pintores franceses Georges Seurat y Paul Signac ejecutaron lienzos a base de pequeños puntos de color, aplicando una derivación científica de la teoría impresionista conocida como puntillismo o divisionismo. Los postimpresionistas Paul Cézanne, Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin y Vincent van Gogh estuvieron muy influidos por la vivacidad del colorido impresionista. La obra de Cézanne anticipó el cubismo, mientras que la de Gauguin y Van Gogh representaron el comienzo del expresionismo.

Avanzado el siglo, el postimpresionismo evolucionó hacia un nuevo estilo, decisivo para el entendimiento de la pintura en las primeras décadas del siglo XX: Georges Seurat cambió la soltura de la pincelada impresionista por la precisión científica de los puntos yuxtapuestos de colores complementarios, creando un estilo conocido como puntillismo; Paul Gauguin exageró las formas y empleó el color de manera arbitraria, con un valor decorativo y simbólico, en una dirección calificada a menudo como primitivista; y las distorsiones expresionistas de línea y color en la obra de Vincent van Gogh ejercieron una gran influencia en el noruego Edvard Munch y en los expresionistas alemanes. Los descubrimientos de Paul Cézanne también fueron decisivos, especialmente su sistema de composición a base de planos de color, precursor de los experimentos analíticos de Pablo Picasso y Georges Braque a principios del siglo XX.

El común denominador de todos estos artistas de finales del siglo XIX fue una menor preocupación por el realismo y por la aproximación fiel a la naturaleza, y un mayor interés por las intenciones expresivas.
En el cambio de siglo su obra comenzó a ganar aceptación.
Mientras tanto, la siguiente generación de pintores empleó incluso mayores distorsiones de línea, color y espacio pictórico. Entre estos artistas franceses (que se inspiraron en los experimentos de Gauguin) estaban Henri Matisse, André Derain, Maurice de Vlaminck, Georges Braque y el pintor holandés Kees van Dongen.
El estilo anticonvencional que adoptaron estos artistas causó una tormenta de desaprobaciones que les valió el epíteto de fauves (las fieras). El fauvismo se desarrolló solamente entre 1898 y 1908, pero ejerció una influencia significativa en la evolución del arte contemporáneo.

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