lunes, 30 de julio de 2012

Corrientes de pensamiento: marxismo


El marxismo
 Se denomina así al sistema de ideas y a la doctrina creada por Karl Marx
.
Ningún otro teórico ha sido tan estudiado y tan discutido durante el siglo XX como él. La razón de este interés está lejos de ser exclusivamente académica. Ningún otro pensador moderno ha tenido tanta influencia sobre los movimientos políticos y sociales.
Marx fue el continuador y consumador de las tres grandes corrientes espirituales del siglo XIX: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés, unido a las ideas revolucionarias francesas en general.
Marx insistió mucho en el carácter científico de su socialismo. El método de análisis marxista rechaza cualquier absoluto, bien de verdades eternas, bien de un objeto que existiera por sí mismo fuera del sujeto.
 
Materialismo filosófico
Desde la antigüedad griega -con Parménides y Heráclito; Platón y Aristóteles- hasta la actualidad, los hombres se han dividido radicalmente en dos corrientes opuestas, que tienen que ver con el problema de la relación entre el pensar y el ser; entre el espíritu y la materia: idealismo y materialismo.
El idealismo proclama la preexistencia de la idea, la supremacía de la mente: el proceso del pensamiento como un sujeto con vida propia; la idea como el demiurgo, el creador de lo real. La materia constituye entonces, un aspecto u objetivación de la mente.
El materialismo, por el contrario, plantea la preexistencia de la materia. El proceso del pensamiento y la conciencia se explican por cambios fisioquímicos en el sistema nervioso: son producto del cerebro humano.
Para Marx, es necesario partir de la experiencia humana: el primer saber del hombre es inmediato a la naturaleza: no es más que conciencia sensible, y el objeto que conoce se le escapa en seguida. Entonces el sujeto abstrae del objeto algunas propiedades para adquirir de él un conocimiento más íntimo, y también el objeto se enriquece con nuevas determinaciones (hasta entonces no percibidas, y por tanto no existentes para el hombre).
Paralelamente a esta idea, Marx junto a Federico Engels adoptan la dialéctica hegeliana, a la que consideran la mayor adquisición de la filosofía alemana clásica.
 La dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano". Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx recoge y desarrolla.
Concepción materialista de la historia
Si el materialismo explica la conciencia por el ser, aplicado a la vida social de la humanidad, exige que la conciencia social se aplique por el ser social.
La tecnología (proceso a través del cual los seres humanos diseñan herramientas y máquinas para incrementar su control y su comprensión del entorno material) es la que descubre la relación activa del hombre con la naturaleza, el proceso inmediato de producción de su vida, y al mismo tiempo, las condiciones sociales y las representaciones espirituales que de ella se derivan.
El materialismo histórico, formulado en los escritos de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladímir Ilich Lenin, permitió por primera vez, el estudio científico de las condiciones sociales de la vida de los hombres, y de los cambios experimentados por estas condiciones. En cada época histórica el sistema económico imperante determina las necesidades de la existencia, la forma de organización social y política, así como los aspectos religiosos, éticos, intelectuales y artísticos de cada época.


El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino que es su circunstancia social la que determina su conciencia. Al cambiar la base económica, se revoluciona la superestructura erigida sobre ella.


Partiendo del análisis de las sociedades humanas a lo largo de la historia, Marx plantea la existencia de cierta constante: la permanente lucha entre pueblos y sociedades, así como la lucha entre diferentes sectores de la sociedad: hombres libres y esclavos; patricios y plebeyos; señores y siervos; es decir, opresores y oprimidos; pueblos dominantes y dominados. Marx intenta descubrir las leyes del movimiento en ese aparente caos, y plantea así la teoría de la lucha de clases, definiéndola como "el motor de los acontecimientos".
 
"La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días (exceptuando la historia de la comunidad primitiva), es la historia de la lucha de clases" (Manifiesto del Partido Comunista).

Las capas medias -el pequeño industrial, el comerciante, el artesano, el campesino- luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como capas medias. El proletariado, según esta concepción, es la única clase revolucionaria, que pretende la toma del poder y la "dictadura del proletariado", hacia la formación del socialismo: una forma de organzación donde se suprimirían las clases sociales, y esto conduciría a la extinción del Estado. "El gobierno de las personas es sustituído por la administración de las coas y la dirección del proceso de producción".
"La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce" (Engels, El origen de la familia, la propiedad y el Estado).


La doctrina económica de Marx
"El fin que persigue esta obra -dice Marx en su prefacio de "El Capital"- es descubrir la ley económica del movimiento de la sociedad moderna", es decir, de la sociedad capitalista de su época.
El estudio de las relaciones de producción de una sociedad históricamente determinada y concreta en su aparición, su desarrollo y su decadencia es lo que compone la doctrina económica de Marx.
Parte de una constatación de la realidad: en la sociedad capitalista lo que impera es la producción de mercancías.
La mercancia es, en primer lugar, un objto que satisface una necesidad humana cualquiera. En segundo lugar, un objeto susceptible de ser cambiado por otro.
Este objeto entonces tiene un valor de uso, pero también un valor de cambio (o valor, sencillamente); es decir, la proporción en que se cambia un determinado número de valores de uso de una especie por otro de otra especie.
Todos estos objetos tienen en común ser productos del trabajo.
Los hombres, al intercambiar sus productos, establecen diversas formas e equivalencia entre las diferentes formas de trabajo; y lo que se toma en cuenta para medir esta equivalencia no es el objeto concreto, sino el trabajo humano desde un punto de vista general.
A partir de este punto, Marx comienza a estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento del cambio, que llevó al hombre a pasar del trueque de unas mercancías por otras, al uso del dinero.
El poseedor del dinero (el capitalista) compra la fuerza de trabajo al trabajador (proletario) por un valor, determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción (es decir, por el costo del mantenimiento del obrero y su familia). Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo, el poseedor del dinero tiene derecho a consumirla, es decir, a que el obrero trabaje cierto número de horas (doce, por ejemplo). Pero el obrero crea en seis horas (tiempo de trabajo "necesario") un producto que basta para su mantenimiento; durante las seis horas restantes, engendra un "plusproducto" no retribuido por el capitalista, y que Marx define como "plusvalía". El capital que el empresario invierte en pagar la fuerza de trabajo, aumenta entonces en el proceso de trabajo, gracias a la plusvalía.
Esto genera mayor concentración de poder en cierto sector, y empobrecimiento y degradación en los sectores trabajadores.
Así, la producción capitalista es esencialmente una producción dirigida al intercambio y no a la satisfacción de necesidades. La competencia hace que las empresas capitalistas ineficaces vayan a la quiebra, y se tienda a la concentración de empresas y la creación de monopolios, al tiempo que los mercados no dejan de crecer, pues las técnicas productivas y las medios de intercambio están continuamente cambiando y mejorando.
Las crisis son un fenómeno inherente al capitalismo. Los capitalistas intentan aumentar la intensidad de la jornada laboral y, en consecuencia, la productividad del trabajo. Por su parte, los trabajadores, si están organizados, resistirán. Los capitalistas intentarán ampliar los mercados, pero al mismo tiempo pagarán a sus trabajadores el mínimo posible. Si lo consiguen, tanto el consumo como la demanda de los trabajadores disminuirán, los mercados se reducirán y el capitalismo entrará en crisis.
La compleja obra de Marx, permitió que se produjeran interpretaciones dispares.
Antes de 1914, la ortodoxia dominante era la promulgada por Karl Kautsky, que defendía la inevitabilidad del colapso del capitalismo. Tras la Revolución Rusa, Lenin añadió a la doctrina marxista una interpretación del imperialismo, una teoría del Estado, y los principios de la organización revolucionaria, constituyendo así la conocida doctrina marxista-leninista. El comunista italiano Antonio Gramsci subrayó el papel de la ideología en una sociedad civil para la construcción de una hegemonía política.
El atractivo del marxismo se debió a que proporcionó un poderoso respaldo intelectual a la indignación moral que producían las importantes desigualdades del capitalismo, y a la esperanza de que un sistema condenado a la extinción terminaría por desaparecer.
La obra de Marx:
Manuscritos filosóficos y económicos de 1844
La ideología alemana, 1845-1846)
Manifiesto Comunista, 1848)
El 18 Brumario,1852
La guerra civil en Francia,1871)
Contribución a la crítica de la Economía Política, 1859)
El capital, vol. 1, 1867; vols. 2 y 3 publicados póstumamente)


El leninismo

El "leninismo" o "marxismo leninismo", es la doctrina e ideología política basada en la interpretación que del marxismo hizo Vladimir Ilich Lenin.
A las teorías económicas y sociales de Marx, Lenin le sumó el “cómo hacerlo”, cómo llevar a la práctica la abolición del capitalismo y sustituirlo por un sistema radicalmente diferente: el comunismo.
Según su análisis, la revolución proletaria del siglo XX (la revolución de octubre de 1917 en la que él fue protagonista) se distingue de las revoluciones burguesas de los siglos pasados por ser la 1ª en ser llevada a cabo por la clase social más baja, que no tenía el poder económico existente en sus manos (como sí ocurrió por ejemplo con la burguesía en la revolución francesa), y que aspira a un derrocamiento de la sociedad capiatalista existente.
Para el marxismo leninismo, la conquista del poder por el proletariado no es el final de un proceso sino el comienzo en el proceso de revolucionar la sociedad: es decir, llegará a cumplir sus objetivos cuando, junto con las demás clases, se liquide a sí misma como clase.
Como de lo que se trata es de cambiar radicalmente la sociedad tal como la conocemos, el leninismo concibe la revolución proletaria como un cambio político internacional, para la construcción de un mundo sin clases, que no será lineal ni uniforme y por tanto deberá contemplar los procesos nacionales.
El postulado marxista “La ideología predominante de toda sociedad es la ideología de la clase dominante”, llevó a algunos estudiosos como Herbert Marcuse a plantear como utópica esta idea de cambio: tomando en cuenta como punto de partida la definición marxista de la clase en el poder, se pone en duda el potencial revolucionario de la propia clase trabajadora.
Para lograr esto, el leninismo se plantea la conciencia política de clase, a través de la organización y concientización de los trabajadores en torno al partido, donde la “vanguardia”, ejercida por el propio partido comunista, debe ganar su reconocimiento como tal a través de su relación y trabajo con la clase trabajadora más y menos conciente.
El divorcio entre el partido y la masa trabajadora, e incluso el problema de la  burocracia, fueron aspectos de la organización que el propio Lenin concibió como problemas. El partido, como quienes actúan en él, están formados dentro de los esquemas de división del trabajo y de la producción de mercancías, que tiende a traer consigo la cosificación de todas las relaciones humanas. Cuando esto se desarrolla, surge la tendencia a la auto preservación del aparato como un fin en sí mismo y a la burocratización de quienes ahora detentan poder.

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