El marxismo
Se
denomina así al sistema de ideas y a la doctrina creada por Karl Marx
.
Ningún
otro teórico ha sido tan estudiado y tan discutido durante el siglo XX como él.
La razón de este interés está lejos de ser exclusivamente académica. Ningún
otro pensador moderno ha tenido tanta influencia sobre los movimientos
políticos y sociales.
Marx
fue el continuador y consumador de las tres grandes corrientes espirituales del
siglo XIX: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el
socialismo francés, unido a las ideas revolucionarias francesas en general.
Marx insistió mucho en el carácter científico de su
socialismo. El método de análisis marxista rechaza cualquier absoluto,
bien de verdades eternas, bien de un objeto que existiera por sí mismo fuera
del sujeto.
Materialismo filosófico
Desde
la antigüedad griega -con Parménides y Heráclito; Platón y Aristóteles- hasta
la actualidad, los hombres se han dividido radicalmente en dos corrientes
opuestas, que tienen que ver con el problema de la relación entre el pensar y
el ser; entre el espíritu y la materia: idealismo y materialismo.
El
idealismo proclama la preexistencia de la idea, la supremacía de la mente: el
proceso del pensamiento como un sujeto con vida propia; la idea como el
demiurgo, el creador de lo real. La materia constituye entonces, un aspecto u
objetivación de la mente.
El
materialismo, por el contrario, plantea la preexistencia de la materia. El proceso
del pensamiento y la conciencia se explican por cambios fisioquímicos en el
sistema nervioso: son producto del cerebro humano.
Para
Marx, es necesario partir de la experiencia humana: el primer saber del hombre
es inmediato a la naturaleza: no es más que conciencia sensible, y el objeto
que conoce se le escapa en seguida. Entonces el sujeto abstrae del objeto
algunas propiedades para adquirir de él un conocimiento más íntimo, y también
el objeto se enriquece con nuevas determinaciones (hasta entonces no
percibidas, y por tanto no existentes para el hombre).
Paralelamente
a esta idea, Marx junto a Federico Engels adoptan la dialéctica hegeliana, a la
que consideran la mayor adquisición de la filosofía alemana clásica.
La
dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del
movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano". Este
aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx recoge y
desarrolla.
Concepción materialista de la
historia
Si
el materialismo explica la conciencia por el ser, aplicado a la vida social de
la humanidad, exige que la conciencia social se aplique por el ser social.
La
tecnología (proceso a través del cual los seres humanos diseñan herramientas y
máquinas para incrementar su control y su comprensión del entorno material) es
la que descubre la relación activa del hombre con la naturaleza, el proceso
inmediato de producción de su vida, y al mismo tiempo, las condiciones sociales
y las representaciones espirituales que de ella se derivan.
El
materialismo histórico, formulado en los escritos de Karl Marx, Friedrich
Engels y Vladímir Ilich Lenin, permitió por primera vez, el estudio científico de las
condiciones sociales de la vida de los hombres, y de los cambios experimentados
por estas condiciones. En cada época histórica el sistema económico imperante
determina las necesidades de la existencia, la forma de organización social y
política, así como los aspectos religiosos, éticos, intelectuales y artísticos
de cada época.
El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino que es su circunstancia social la que determina su conciencia. Al cambiar la base económica, se revoluciona la superestructura erigida sobre ella.
Partiendo del análisis de las sociedades humanas a lo largo de la historia, Marx plantea la existencia de cierta constante: la permanente lucha entre pueblos y sociedades, así como la lucha entre diferentes sectores de la sociedad: hombres libres y esclavos; patricios y plebeyos; señores y siervos; es decir, opresores y oprimidos; pueblos dominantes y dominados. Marx intenta descubrir las leyes del movimiento en ese aparente caos, y plantea así la teoría de la lucha de clases, definiéndola como "el motor de los acontecimientos".
"La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días (exceptuando la historia de la comunidad primitiva), es la historia de la lucha de clases" (Manifiesto del Partido Comunista).
Las capas medias -el pequeño industrial, el comerciante, el artesano, el campesino- luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como capas medias. El proletariado, según esta concepción, es la única clase revolucionaria, que pretende la toma del poder y la "dictadura del proletariado", hacia la formación del socialismo: una forma de organzación donde se suprimirían las clases sociales, y esto conduciría a la extinción del Estado. "El gobierno de las personas es sustituído por la administración de las coas y la dirección del proceso de producción".
"La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce" (Engels, El origen de la familia, la propiedad y el Estado).
La
doctrina económica de Marx
"El fin que persigue esta obra
-dice Marx en su prefacio de "El Capital"- es descubrir la ley
económica del movimiento de la sociedad moderna", es decir, de la sociedad
capitalista de su época.
El
estudio
de las relaciones de producción de una sociedad históricamente determinada y
concreta en su aparición, su desarrollo y su decadencia es lo que compone la
doctrina económica de Marx.
Parte de una constatación de la
realidad: en la sociedad capitalista lo que impera es la producción de
mercancías.
La mercancia es, en primer lugar,
un objto que satisface una necesidad humana cualquiera. En segundo lugar, un
objeto susceptible de ser cambiado por otro.
Este objeto entonces tiene un valor
de uso, pero también un valor de cambio (o valor, sencillamente); es decir, la
proporción en que se cambia un determinado número de valores de uso de una
especie por otro de otra especie.
Todos
estos objetos tienen en común ser productos del trabajo.
Los
hombres, al intercambiar sus productos, establecen diversas formas e
equivalencia entre las diferentes formas de trabajo; y lo que se toma en cuenta
para medir esta equivalencia no es el objeto concreto, sino el trabajo humano
desde un punto de vista general.
A
partir de este punto, Marx comienza a estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento
del cambio, que llevó al hombre a pasar del trueque de unas mercancías por
otras, al uso del dinero.
El
poseedor del dinero (el capitalista) compra la fuerza de trabajo al trabajador
(proletario) por un valor, determinado por el tiempo de trabajo socialmente
necesario para su producción (es decir, por el costo del mantenimiento del
obrero y su familia). Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo, el poseedor
del dinero tiene derecho a consumirla, es decir, a que el obrero trabaje cierto
número de horas (doce, por ejemplo). Pero el obrero crea en seis horas (tiempo
de trabajo "necesario") un producto que basta para su mantenimiento;
durante las seis horas restantes, engendra un "plusproducto" no
retribuido por el capitalista, y que Marx define como "plusvalía". El
capital que el empresario invierte en pagar la fuerza de trabajo, aumenta
entonces en el proceso de trabajo, gracias a la plusvalía.
Esto
genera mayor concentración de poder en cierto sector, y empobrecimiento y
degradación en los sectores trabajadores.
Así,
la producción capitalista es esencialmente una producción dirigida al
intercambio y no a la satisfacción de necesidades. La competencia hace que las
empresas capitalistas ineficaces vayan a la quiebra, y se tienda a la
concentración de empresas y la creación de monopolios, al tiempo que los
mercados no dejan de crecer, pues las técnicas productivas y las medios de
intercambio están continuamente cambiando y mejorando.
Las
crisis son un fenómeno inherente al capitalismo. Los capitalistas intentan
aumentar la intensidad de la jornada laboral y, en consecuencia, la
productividad del trabajo. Por su parte, los trabajadores, si están
organizados, resistirán. Los capitalistas intentarán ampliar los mercados, pero
al mismo tiempo pagarán a sus trabajadores el mínimo posible. Si lo consiguen,
tanto el consumo como la demanda de los trabajadores disminuirán, los mercados
se reducirán y el capitalismo entrará en crisis.
La
compleja obra de Marx, permitió que se produjeran interpretaciones dispares.
Antes
de 1914, la ortodoxia dominante era la promulgada por Karl Kautsky, que
defendía la inevitabilidad del colapso del capitalismo. Tras la Revolución Rusa,
Lenin añadió a la doctrina marxista una interpretación del imperialismo, una
teoría del Estado, y los principios de la organización revolucionaria,
constituyendo así la conocida doctrina marxista-leninista. El comunista
italiano Antonio Gramsci subrayó el papel de la ideología en una sociedad civil
para la construcción de una hegemonía política.
El
atractivo del marxismo se debió a que proporcionó un poderoso respaldo
intelectual a la indignación moral que producían las importantes desigualdades
del capitalismo, y a la esperanza de que un sistema condenado a la extinción
terminaría por desaparecer.
La obra de Marx:
Manuscritos filosóficos y
económicos de 1844
La ideología alemana, 1845-1846)
Manifiesto Comunista, 1848)
El 18 Brumario,1852
La guerra civil en Francia,1871)
Contribución a la crítica de la Economía Política,
1859)
El capital, vol. 1, 1867; vols. 2 y
3 publicados póstumamente)
El leninismo
El leninismo
El "leninismo" o "marxismo leninismo", es la doctrina
e ideología política basada en la interpretación que del marxismo hizo Vladimir
Ilich Lenin.
A las teorías económicas y sociales de Marx, Lenin le sumó el “cómo
hacerlo”, cómo llevar a la práctica la abolición del capitalismo y sustituirlo por un sistema
radicalmente diferente: el comunismo.
Según
su análisis, la revolución proletaria del siglo XX (la revolución de octubre de
1917 en la que él fue protagonista) se distingue de las revoluciones burguesas
de los siglos pasados por ser la 1ª en ser llevada a cabo por la clase social
más baja, que no tenía el poder económico existente en sus manos (como sí
ocurrió por ejemplo con la burguesía en la revolución francesa), y que aspira a
un derrocamiento de la sociedad capiatalista existente.
Para
el marxismo leninismo, la conquista del poder por el proletariado no es el
final de un proceso sino el comienzo en el proceso de revolucionar la sociedad:
es decir, llegará a cumplir sus objetivos cuando, junto con las demás clases,
se liquide a sí misma como clase.
Como
de lo que se trata es de cambiar radicalmente la sociedad tal como la
conocemos, el leninismo concibe la revolución proletaria como un cambio político
internacional, para la construcción de un mundo sin clases, que no será lineal
ni uniforme y por tanto deberá contemplar los procesos nacionales.
El
postulado marxista “La ideología predominante de toda sociedad es la ideología
de la clase dominante”, llevó a algunos estudiosos como Herbert Marcuse a
plantear como utópica esta idea de cambio: tomando en cuenta como punto de
partida la definición marxista de la clase en el poder, se pone en duda el
potencial revolucionario de la propia clase trabajadora.
Para
lograr esto, el leninismo se plantea la conciencia política de clase, a través
de la organización y concientización de los trabajadores en torno al partido, donde
la “vanguardia”, ejercida por el propio partido comunista, debe ganar su
reconocimiento como tal a través de su relación y trabajo con la clase
trabajadora más y menos conciente.
El
divorcio entre el partido y la masa trabajadora, e incluso el problema de
la burocracia, fueron aspectos de la
organización que el propio Lenin concibió como problemas. El partido, como
quienes actúan en él, están formados dentro de los esquemas de división del
trabajo y de la producción de mercancías, que tiende a traer consigo la
cosificación de todas las relaciones humanas. Cuando esto se desarrolla, surge
la tendencia a la auto preservación del aparato como un fin en sí mismo y a la
burocratización de quienes ahora detentan poder.
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