martes, 17 de febrero de 2015

Historia de la pintura del siglo XX. Giorgio De Chirico. El pintor "metafísico" por excelencia.

Nacido en Volos (Grecia) en 1888, fue hijo de una genovesa y de un ingeniero ferroviario italiano:“un caballero de otros tiempos” como lo describió en su autobiografía.

Influenciado por la filosofía de Shopenhauer y Nietzsche y los artistas plásticos simbolistas Böcklin y Klinger, en una primera etapa (1909), sus primeras obras eran explícitos ejercicios en torno a estos aristas pero ya se podían ver las primeras inquietudes metafísicas, los espacios irreales y las primeras obsesivas presencias estatuarias de figuras masculinas (y muchas veces paternas) y femeninas.

Las musas inquietantes. 1916
Aunque criticado por narcisista, no son pocos –desde Apollinaire a Cocteau- que acogen su pintura con verdadero entusiasmo.

El silencio, la soledad, la angustia por el paso del tiempo –podría decirse quizás también por ese tiempo muerto- son constantes de la pintura metafísica de De Chirico.
Héctor y Andrómaca. 1917.  Atender en este cuadro cómo los maniquíes están compuestos por trozos geométricos como de madera... 

La presencia de elementos simbólicos, fuera de contexto–la escultura de un torso sin cabeza junto a un cacho de bananas (“La inquietud del poeta”), maniquíes, las manos o guantes de cirujano, generan una sugestión desconcertante.

Las distintas figuras relacionadas a trenes están directamente vinculadas a su padre ferroviario (figura ausente porque muere cuando él tenía 17 años).

Otros elementos característicos de su pintura son el uso de espacios urbanos abiertos, con mucho elemento arquitectónico, la proyección de sombras duras y la casi ausencia de presencia humana, elementos todos que le dan un tono onírico.

Para De Chirico lo metafísico sólo se podía pintar simbólicamente. Por ello el uso de los espacios como escenarios teatrales, los objetos de tamaño desproporcionados sacados de contexto, nos ayudan a recordar que lo que estamos viendo no es la verdad sino la representación que el ser humano puede hacerse de ella.

El uso de los maniquíes no tiene que ver con la deshumanización o una visión irónica del hombre, sino con la representación simbólica del alma. Del mismo modo que se concibe a  los espantapájaros o a los muñecos a los que se pincha en ciertas creencias mágicas.

En sus cuadros siempre está la presencia de Grecia, lo clásico, y la sensación de una búsqueda.

La cantidad de autorretratos, lo que le valió que lo tildaran de narcisista tendría que ver justamente con esa búsqueda metafísica personal.

Los primeros en “descubrir” a De Chirico fueron los surrealistas, que veían en su concepción del inconsciente una anticipación de la propia actitud creativa.


Su período metafísico se sitúa entre la primera y la segunda década del siglo XX. Su obra posterior, a instancias de los propios surrealistas, fue dilapidada por la crítica.


Diana duerme en el bosque. 1933


Según el escritor Pablo Dobrinin (Revista La Pupila, 2013), “si los opinólogos se hubiesen acercado a sus cuadros con humildad, para tratar de entender cómo funcionaba su universo personal, en lugar de criticarlo con ideas preconcebidas, seguramente le habrían permitido al artista disfrutar de un reconocimiento que se había ganado con creces. En lugar de eso, su vejez la pasó luchando contra la incomprensión, las burlas, los imitadores y los falsificadores”

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