Holocausto (del griego, holo, ‘total’ y kaio,
‘quemar’), es un término que originalmente hacía referencia a un rito religioso
en el que se incineraba una ofrenda, pero que en la actualidad, cuando se
emplea como nombre propio, se refiere a la política de exterminio de los judíos
residentes en Europa llevada a cabo por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.
Afirmación de la raza
Cuando
el régimen nazi alcanzó el poder en Alemania en enero de 1933, adoptó de
inmediato medidas sistemáticas contra los judíos, considerados ajenos a la raza
aria. Uno de los primeros decretos promulgados fue una definición del término
‘judío’.
La
religión de los antepasados era un rasgo fundamental en esta caracterización.
Todo el que tuviera tres o cuatro abuelos judíos era considerado como tal
automáticamente, sin que se tuviera en cuenta ni si este individuo era miembro
de la comunidad religiosa judía ni su lugar de nacimiento. A aquéllos que
fueran descendientes de judíos por parte de uno de sus progenitores sólo se les
consideraba totalmente judíos si ellos mismos pertenecían a esta religión o
habían contraído matrimonio con un miembro que la profesara. Los que
tenían algún pariente judío o un único abuelo de esta religión eran llamados
"mischlinge" (‘semiraza’).
Este
énfasis en el origen familiar se entendía como una afirmación de la ‘raza’
según la doctrina nazi, pero el propósito principal de estas clasificaciones
era delimitar claramente a quien afectaban las leyes discriminatorias.
La ‘arianización’
de la vida económica
Desde
1933 hasta 1939, el partido nazi, los organismos gubernamentales, los bancos y
los comercios aunaron sus esfuerzos para eliminar a los judíos de la vida
económica.
Aquéllos
que no pertenecían a la raza aria no tenían derecho a ocupar cargos en la
administración, y los abogados y médicos judíos perdieron a su clientela aria.
Algunas empresas judías se disolvieron, otras fueron confiscadas por el Estado
o vendidas a un precio inferior a su valor a otras compañías que no pertenecían
a miembros de la comunidad judía ni eran dirigidas por ellos. La transferencia
contractual de empresas judías a los nuevos propietarios alemanes recibía el
nombre de ‘arianización’. Los ingresos procedentes de las ventas, así como los
ahorros de los judíos estaban supeditados a impuestos especiales. Los empleados
judíos de los negocios disueltos o arianizados perdían sus puestos de trabajo.
La Noche de los
cristales rotos
El
primer objetivo que se proponía el régimen nazi era la emigración de los
judíos. En noviembre de 1938, después de que un joven judío asesinara a un
diplomático alemán en París, todas las sinagogas de Alemania fueron
incendiadas, se destrozaron los escaparates de los comercios judíos y se
arrestó a miles de ellos. Este suceso, conocido como la "Noche de los
cristales rotos" (Kristallnacht), fue la señal para que la población judía
de Alemania y Austria abandonara estos países con la mayor rapidez posible.
Varios cientos de miles de judíos encontraron refugio en otras naciones, otros
muchos, con menos posibilidades económicas, permanecieron para hacer frente a
un futuro incierto.
La ocupación de
Polonia
Cuando
comenzó la Segunda Guerra Mundial en setiembre de 1939, el Ejército alemán
ocupó la mitad occidental de Polonia, con lo que casi dos millones de judíos
polacos cayeron bajo la esfera de poder alemana. Las restricciones que se
aplicaron a los judíos polacos fueron mucho más duras que las padecidas por los
judíos alemanes.
Se
les obligó a trasladarse a guetos rodeados por muros y alambradas, con una administración
propia muy limitada que recordaba a los campos de concentración. Cada gueto
contaba con un consejo judío que se encargaba de organizar el alojamiento, la
sanidad y la
producción. Debían trabajar para el régimen nazi, y los
productos manufacturados se enviaban fuera del recinto.
El
suministro de comida que permitían los alemanes consistía principalmente en
cereales y algunas verduras y hortalizas (nabos, zanahorias y remolacha
principalmente). La ración oficial del gueto de Varsovia no alcanzaba las 1.200
calorías por persona. Surgió un mercado negro de alimentos introducidos de
contrabando, pero los precios de las mercancías eran elevados y el desempleo y
la pobreza estaban muy extendidos. En las casas llegaban a vivir de seis a
siete personas en cada habitación. El hambre y las enfermedades infecciosas
como el tifus, constituían las causas más habituales de muerte entre la
población.
La invasión de la
URSS
Mientras
la población polaca era internada en guetos, el Ejército emprendió una acción a
gran escala en el frente oriental. En junio de 1941, los ejércitos alemanes
invadieron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a la vez que la Oficina Principal
de Seguridad del Reich (un organismo dependiente de la policía y de la milicia
del partido nazi, conocida como las SS) enviaba 3.000 hombres de las unidades
especiales para eliminar a todos los judíos que se encontraran en el territorio
recientemente ocupado. Estos destacamentos móviles, llamados Einsatzgruppen
(‘grupos de acción’), no tardaron en llevar a cabo ejecuciones en masa. Las
matanzas solían realizarse en fosas o barrancos próximos a las ciudades o
pueblos. En algunas ocasiones eran presenciadas por soldados o habitantes de la zona. Los rumores de
estos asesinatos masivos habían llegado a varias capitales del mundo mucho
antes de que hubiera testigos de las mismas.
La ‘solución final’
Un
mes después de que comenzaran las acciones de los grupos móviles en el
territorio ocupado de la URSS, el dirigente nazi y jefe de la Aviación alemana,
Hermann Wilhelm Goering, envió un comunicado al jefe de la Oficina Principal
de Seguridad del Reich, Reinhard Heydrich, encomendándole la organización de la
"solución final para la cuestión judía" en toda la Europa dominada
por los alemanes.
Se
obligó a los judíos residentes en Alemania a llevar distintivos o brazaletes
con una estrella amarilla a partir de setiembre de 1941. Decenas de miles
fueron deportados a los guetos de Polonia y a las ciudades conquistadas en la
URSS a lo largo de los siguientes meses. Pero cuando esta medida ya se había
puesto en marcha, se creó un nuevo método de exterminio: los campos de
concentración.
En
Polonia se construyeron campos equipados con instalaciones de gases. La mayoría
de las futuras víctimas eran deportadas a estos centros de muerte desde los
guetos cercanos. Más de 300.000 judíos procedentes únicamente del gueto de
Varsovia fueron eliminados. Los primeros transportes solían llevar a mujeres,
niños o ancianos, y, en general, a la población que no podía trabajar. Los
judíos que podían ser empleados como mano de obra permanecían en talleres o
fábricas, pero acababan siendo ejecutados. Las deportaciones más numerosas se
produjeron en el verano y otoño de 1942. El destino de estos traslados no era
comunicado a los consejos judíos de los guetos, pero las noticias de los
asesinatos en masa fueron llegando a oídos de los supervivientes y de los
gobernantes de Estados Unidos y Gran Bretaña. En abril de 1943 los 65.000
judíos que aún permanecían en Varsovia se sublevaron contra la policía alemana,
que había entrado en el gueto para realizar nuevos envíos. La lucha duró tres
semanas.
Deportaciones
Las
deportaciones que se llevaron a cabo en toda la Europa ocupada por los alemanes
generaron una multitud de trámites políticos y administrativos.
Se
emprendieron negociaciones diplomáticas para efectuar deportaciones en algunos
de los países aliados con Alemania, como los estados satélite de Eslovaquia y
Croacia.
El
gobierno francés de Vichy en 1940 ya había puesto en vigor algunas leyes
antisemitas. Las autoridades francesas alimentaron la maquinaria alemana en
Francia con judíos inmigrantes y extranjeros. El gobierno fascista italiano se
negó a cooperar con los nazis hasta que Italia fue ocupada por fuerzas alemanas
en setiembre de 1943; la misma actitud adoptó el gobierno húngaro, por lo que
los alemanes invadieron el país en marzo de 1944. Rumania, pese a haber sido
responsable de varias ejecuciones en masa de judíos en los territorios ocupados
de la URSS, también se negó a entregar su población judía a Alemania. En la
Dinamarca ocupada numerosos daneses colaboraron para salvar de una muerte
segura a los judíos que se encontraban en el país y les enviaron a Suecia, que
era un Estado neutral, en miles de pequeñas embarcaciones.
Los
alemanes se apropiaban de todas las posesiones de los deportados siempre que
les era posible. En Alemania se confiscaron las cuentas bancarias y propiedades
de los judíos, y el mobiliario de los pisos de familias judías de la Francia
ocupada, Bélgica y Países Bajos se envió a Alemania para ser distribuido entre
las personas cuyas casas habían sido bombardeadas.
El
transporte de víctimas a los campos de la muerte solía hacerse por ferrocarril,
y la policía tenía que abonar al sistema ferroviario alemán el precio de un
billete de ida de tercera clase por cada deportado. Cuando se había cargado a
mil personas en un tren, se aplicaba una tarifa de grupo por la cual sólo era
preciso pagar la mitad del importe. Los trenes, formados por vagones de mercancías,
se desplazaban lentamente siguiendo horarios especiales. Los enfermos y los
ancianos solían fallecer durante el trayecto.
Los campos de la
muerte
Los
puntos de destino en Polonia eran Kulmhof (Chelmno), Belzec, Sobibor,
Treblinka, Lublin y Auschwitz. Kulmhof, situado al noroeste del gueto de Lodz,
contaba con furgones de gas, y el número de personas que perdieron allí la vida
fue de unas 150.000. Belzec disponía de cámaras de gas de monóxido de carbono
en las que fueron asesinados 600.000 judíos aproximadamente, procedentes en su
mayoría de la populosa zona de Galitzia. Las cámaras de gas de Sobibor pusieron
fin a la vida de más de 250.000 personas, y las de Treblinka de 700.000 a 800.000. En
Lublin murieron gaseados o fusilados unos 50.000 judíos. El número de víctimas
de Auschwitz fue superior a un millón.
Auschwitz,
próximo a Cracovia, fue el mayor campo de exterminio. El gas empleado en este
lugar, a diferencia del de otros campos, era ácido clorhídrico y producía una
muerte rápida. Las víctimas de Auschwitz procedían de toda Europa: Noruega,
Francia, Países Bajos, Italia, Alemania, Checoslovaquia, Hungría, Polonia,
Yugoslavia, Grecia y España, en este último caso principalmente republicanos
españoles exiliados tras la
Guerra Civil (1936-1939). Una gran parte de los presos de
estos países, incluso aquéllos que no eran judíos, fueron empleados como mano
de obra en industrias; algunos prisioneros fueron sometidos a experimentos
médicos, sobre todo a esterilizaciones. Aunque lo habitual era que sólo se gaseara
a los judíos y los gitanos, varios cientos de miles de personas internadas en
este campo murieron a causa del hambre, de las enfermedades o las ejecuciones.
Se construyeron enormes crematorios para incinerar los cuerpos de las víctimas
y borrar las huellas del exterminio. Auschwitz fue fotografiado por aviones de
reconocimiento aliados que buscaban objetivos industriales, y en 1944 se
destruyeron las fábricas pero no las cámaras de gas.
Las consecuencias
del Holocausto
Cuando
la guerra terminó millones de judíos, comunistas, eslavos, gitanos,
homosexuales, y otros grupos habían fallecido en el Holocausto.
Más
de 5.000.000 de judíos fueron asesinados: unos 3.000.000 en centros de
exterminio y en campos de trabajo, 1.400.000 en los fusilamientos masivos, y
más de 600.000 en los guetos (se estima que el número de víctimas fue casi de
6.000.000).
Las
potencias victoriosas se vieron fuertemente presionadas para fundar en
Palestina una patria permanente para los judíos sobrevivientes, y la creación
del Estado de Israel, tres años después de la derrota alemana, resultó ser otra
consecuencia del Holocausto. Como lo fue la acuñación del concepto ‘crímenes de
guerra contra la humanidad’ en el Derecho internacional, resultado de cuya
aplicación numerosos dirigentes nazis responsables del Holocausto fueron
condenados, y algunos ejecutados, al finalizar la contienda por un tribunal de
guerra internacional celebrado en Nuremberg (Alemania), dentro de los juicios
por crímenes de guerra tristemente más famosos de la historia reciente de la
humanidad.
Films documentales que valen la pena ver sobre el fascismo, nazismo y holocausto:
"El fascismo corriente", de Mijail Romm. URSS, 1965. Con un gran manejo del humor y la ironía. El link para verlo: http://video.google.com/videoplay?docid=6605088134481599843#
"Noche y niebla" de Alain Resnais. Francia, 1955. Sobre la maquinaria de matanza instrumentada por los nazis y la responsabilidad colectiva (de toda Europa y el resto de los países, no sólo de los alemanes) en lo que sucedió.
"Shoah" de Claude Lanzmann. Francia, 1985. Una obra maestra del documental -relatado sin una sola imagen de archivo- y un impactante, emocionado y comprometido alegato sobre el tema. Aclaramos que, pese a que el film dura 9 horas, te mantiene absolutamente enganchado.
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