La Segunda República española fruto del concenso, no logró resolver los
distintos problemas que enfrentaban a los distintos sectores de la sociedad. La historia
se resolverá con una de las más dramáticas guerras civiles de nuestro tiempo.
GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Las elecciones de 1936 que
dieron la victoria al Frente Popular, no lograron superar las dificultades que
arrastraba la República desde su instauración. La crispación entre sectores
sociales y políticos antagónicos se hacía cada vez más violenta, y la
convicción de que el gobierno era incapaz de defender el orden y la propiedad
cundió entre los sectores medios y la clase alta española. Los temores de la
derecha generaron un movimiento hacia la violencia, ganando terreno el
monárquico Calvo Sotelo, y la Falange, organización fascista acaudillada por el
hijo del dictador Primo de Rivera.
Alzamiento y guerra civil
España. Año 1936. 13 de
julio.
El ultraderechista Calvo Sotelo
es muerto a tiros por oficiales de la Guardia de Asalto, como reacción contra
el asesinato de un oficial suyo a mano de los falangistas. Ésta fue la mecha
que disparó el alzamiento militar. A partir de allí, y durante tres dolorosos
años se instaló la guerra civil española, tal vez el acontecimiento que impactó
más a la opinión internacional hasta entonces.
En aquel momento, el Gral.
Mola despachó las últimas órdenes para la rebelión; ésta empezaría en Marruecos
a las cinco de la tarde del 17 de julio, habiendo de estallar en la península a
las 24 horas siguientes.
Durante los días 18 y 19 de
julio, España quedó dividida en dos partes, ya que los pronunciamientos
militares estallaron en numerosas ciudades.
En general la Guardia civil
apoyó el pronunciamiento y la Guardia de Asalto le hizo frente. En todas partes
encontró la oposición de los trabajadores organizados.
El gobierno realizó
desesperados intentos para evitar la guerra civil. El primer ministro Casares
Quiroga (noche del jueves 17), como los gobernadores civiles de las grandes
ciudades (18 de julio), se negaron a distribuir armas entre las organizaciones
de trabajadores, lo cual contribuyó en muchos casos al éxito de los rebeldes.
Tras estos acontecimientos, Casares Quiroga dimitió y Martínez Barrio fue
nombrado su sustituto para llevar a cabo un último intento de evitar la
incipiente guerra. Sus conversaciones con los rebeldes no consiguieron
detenerla. El 19 de julio
Martínez Barrio dimitió a su vez para ser reemplazado por un
gobierno de resistencia bajo las órdenes de José Giral. El mismo día fueron
distribuidas armas al pueblo y la guerra civil comenzó.
Desde el primer momento el
territorio nacional quedó dividido en dos zonas en función del éxito que
obtuvieron los militares sublevados. Prácticamente se reproducía el mapa
resultante de las elecciones de febrero de 1936; salvo casos aislados, los
militares triunfaron en aquellas provincias donde resultaron más votadas las
candidaturas de derechas, mientras que fracasaron en aquellas donde la victoria
electoral correspondió al Frente Popular.
El comienzo del 'Alzamiento'
tuvo efecto el 17 de julio en Melilla. Las unidades militares de Marruecos que no controlaba el
gobierno republicano se hicieron pocas horas después con Tetuán y Ceuta. El general
Francisco Franco
partió desde Canarias en una avioneta privada (Dragon Rapide) a Tetuán el día 18. Ese
mismo día se sublevaban los mandos militares de otras divisiones peninsulares;
sin embargo, el levantamiento fracasó en las principales ciudades del país.
Desde el día 18 ni el gobierno ni los rebeldes controlaban la totalidad del
país.
El mapa inicial dejaba en
manos de los sublevados parte de Castilla la Vieja, León, Galicia, Cáceres,
poblaciones de Andalucía, oeste de Aragón, Navarra, Baleares y Canarias. El
gobierno conservaba: el País Vasco, Cantabria, Asturias, Castilla la Nueva,
Cataluña, Levante y el resto de Andalucía. Conforme avanza la contienda, la
zona republicana perdía territorio que, desde finales de marzo de 1939, pasó
integro a disposición del ejército franquista.
Casi tres años llevó a los
rebeldes la conquista de España, ya que la guerra no terminó hasta finales de
marzo de 1939.
Los objetivos de los rebeldes
eran defender los intereses del ejército, de los terratenientes y de la Iglesia. El gobierno
de Azaña y Casares Quiroga contra el que se alzaron, no era sino un régimen
liberal blandamente progresista, al que los anarquistas y socialistas
amenazaban con revolución social. La rebelión del ejército puso en marcha la
inminente rebelión social.
En los tres meses que
siguieron a la rebelión, se verificó en España el más amplio, logrado y
espontáneo intento de revolución "desde abajo" que se recuerda. Tuvo
rasgos admirables: en muchos sitios se consiguió una difícil combinación del
culto de la dignidad y libertad humanas con los intentos de lograr la igualdad
económica. También tuvo rasgos terribles: la sangre derramada y la violencia.
Esquema de fuerzas y participación internacional
Los ejécitos rebeldes eran
inferiores en número a aquellos que puso en pie el gobierno, pero estaban mejor
equipados y contaban con muchos más oficiales profesionales para adiestrarles y
dirigirles. La ayuda extranjera fue decisiva para la victoria de Francisco Franco.
Si bien es cierto que
la guerra comenzó como un conflicto interno "nacido en suelo español y a
la manera española" (en palabras de Salvador Madariaga), por sus raíces
ideológicas no pudo mantenerse ajeno al entorno internacional. Ambos bandos reclamaron
inmediatamente apoyos de otras potencias extranjeras, según el panorama
existente en la alineación del mundo en la década de 1930, hasta el extremo de
que algunos vieron en el conflicto un prólogo de un nuevo enfrentamiento
mundial. Si no lo fue, al menos consiguió implicar a la mayoría de partidos
políticos y potencias europeas. Hoy nadie pone en duda que la intervención
extranjera contribuyó tanto a prolongar la contienda como al futuro del
'Movimiento Nacional'.
En el período crucial de la
guerra civil había en España entre 60.000 y 70.000 soldados italianos. Alemania
puso a disposición de Franco la "Legión Cóndor": tropas especializadas,
equipadas con material moderno, incluyendo aviones de todo tipo, tanques y
artillería antitanque. Tanto los alemanes como los italianos participaron en la
instrucción de las fuerzas españolas. Su ayuda comenzó tan pronto como estalló el alzamiento, pero no hay pruebasde
que los alemanes o los italianos estuvieran implicados en la preparación de
éste.
En el campo gubernamental los
ejércitos fueron creados poco menos que de la nada. En los primeros
momentos de la guerra, las tropas leales se componían de guardias de asalto, un
puñado de guardias civiles y, sobre todo, las milicias voluntarias de la clase
trabajadora. Éstas últimas constituían columnas estrechamente vinculadas a un grupo político o
sindical. Estos hombres no estaban sujetos a disciplina alguna , ni a las
órdenes del gobierno central. Tales unidades carecían de utilidad en el campo
de batalla, excepto en la defensa contra ataques frontales o defendiendo
ciudades sitiadas, donde el entusiasmo por la causa no quedaba invalidado por
la falta de conocimientos tácticos.
Sólo a partir de 1936 se creó
un ejército capaz de llevar una acción coordinada en el campo de batalla,
cuando las milicias de cada partido fueron persuadidas u obligadas a renunciar
a su independencia. El más efectivo de los cuerpos milicianos dependiente de
algún partido fue el "Quinto Regimiento", formado por comunistas;
desde el primer momento los comunistas insistieron en la necesidad de la
disciplina en la guerra.
El gobierno
republicano recibió ayuda exterior en menor medida que el enemigo. El Frente
Popular español contó con el apoyo inicial de Francia y de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sin embargo, el temor francés a crear
una situación conflictiva en todo el continente frenó su apoyo inicial y se
acogió a la política de no intervención aplicada por la Sociedad de Naciones,
cerrando su frontera a la entrada de material bélico a cualquiera de los
contendientes, perjudicando notablemente al gobierno republicano. Por su parte la Unión Soviética,
tras comprobar la participación activa y directa de italianos y alemanes
rechazó la política de no intervención. Fundamental fue su apoyo en blindados,
aviones y equipos de asesores militares. Mientras, los rebeldes recibieron
aviones, armamento y combatientes de Italia y Alemania así como voluntarios
portugueses, aparte de otras colaboraciones.
Entre los auxilios
recibidos por el gobierno republicano merecen recordarse las Brigadas
Internacionales.
La Komintern (La
Internacional) creó un comité para organizar a sus miembros, que contó con la
participación de Palmiro Togliatti y Josip Broz Tito. Participaron en ellas
voluntarios de distintos países (Europa, América, Unión Soviética) movidos por
sentimientos antifascistas, cuyo número es difícil de precisar (unos 60.000)
por los relevos producidos en el transcurso de la guerra. El centro de
reclutamiento estuvo en París y entre sus gestores cobró relieve André Marty.
Los primeros brigadistas llegaron al puerto español de Alicante en octubre de
1936 para continuar hasta Albacete, en donde se formó la XI Brigada que pronto
participó en la batalla de Madrid. El escritor francés André Malraux narró su
participación en "L'Espoir".
Desarrollo militar y político de la contienda
Durante este trienio
las operaciones militares permiten establecer un desarrollo cronológico, desde
el paso del estrecho de Gibraltar por las tropas del ejército de África con el
general Franco al frente (julio-agosto de 1936), con tres fases principales. La
primera muestra la importancia que ambos bandos otorgaron a la ocupación de
Madrid que, en consecuencia, pronto fue motivo de asedio por las tropas
insurrectas. La estrategia de los sublevados que pretendía acceder a la capital
desde el norte y desde el sur fracasó. Una acción importante en esta primera
fase, que en seguida quedaría en el elenco de 'mitos' de la contienda, fue la
liberación del Alcázar de Toledo defendido por el coronel José Moscardó
(setiembre 1936). Contando con las fuerzas de África y con la ayuda alemana e
italiana, Franco avanzó sobre Andalucía consiguiendo ocupar las plazas de
Mérida y Badajoz, enlazando de esta manera con los sublevados del norte a lo
largo de la frontera portuguesa. Mola, a su vez, lograba cortar la frontera
francesa al ocupar Irún.
La segunda fase no
abandonó la marcha sobre Madrid. Pero la batalla de Guadalajara (marzo de 1937)
se saldó con el éxito republicano, que tuvo presente el plan de ofensiva
general previsto por José Miaja, frente a las tropas enviadas por Italia. Los
alzados decidieron entonces centrar sus principales operaciones en el Norte.
La toma del norte de
España por los alzados durante la Guerra Civil estuvo profundamente relacionada con
la intervención de fuerzas internacionales que apoyaban la rebelión. Especial
violencia adquirieron los bombardeos que la "Legión Cóndor"
alemana efectuó sobre la población vasca de Guernica en abril de 1937. La
sinrazón de la tragedia allí ocurrida fue reflejada por Pablo Picasso en una de
sus más importantes obras, Guernica, actualmente expuesta en el Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía (Madrid).
Con el apoyo decisivo
de la aviación integrada en la
Legión Cóndor alemana, que ocasionó una salvaje agresión a
Guernica (abril de 1937), las tropas rebeldes rompían las defensas (el llamado
'cinturón de hierro') de Bilbao poco después de fallecer el general Mola en
accidente de aviación. En agosto, estas mismas tropas entraban en Santander y
dos meses después tomaban Gijón, última etapa de la ocupación por los rebeldes
de la zona Norte.
A partir de finales de
1937 comenzó la tercera fase. En principio los republicanos, según los planes
del general Vicente Rojo, obtenían la gran victoria de Teruel, ciudad que
pierden en febrero de 1938. En julio comenzó la dura y decisiva batalla del
Ebro, en la que la derrota del ejército republicano dejó despejada la ruta para
el avance de los sublevados hacia Cataluña. En los últimos días de enero del
año siguiente estas mismas tropas se instalaron en Barcelona, para en fechas
sucesivas avanzar hacia la frontera francesa ocupando los pasos de Puigcerdá a
Port Bou (Gerona). La ofensiva final (febrero-marzo) debía quebrantar las
posiciones republicanas todavía pendientes, situadas en la zona centro-sur.
Fracasó el criterio del jefe de gobierno, Juan Negrín, de mantener la resistencia
tras la creación en Madrid del Consejo Nacional de Defensa. Este organismo que
encabezaba el jefe del Ejército del Centro, coronel Segismundo Casado, opuesto
a la intención de Negrín procuró alcanzar una paz honrosa con el gobierno
franquista de Burgos después de hacerse con el control de Madrid tras un
cruento enfrentamiento entre las propias tropas republicanas. Sin embargo, no
prosperaron sus gestiones por lograr una paz acordada. El 28 de marzo las
tropas franquistas entraban en Madrid. Tres días más tarde el gobierno
republicano veía caer las últimas plazas todavía fieles. El 1 de abril la guerra había
terminado, no así las represalias.
La jefatura del
gobierno republicano pasó sucesivamente de manos de José Giral (19 de julio de
1936) a Francisco Largo Caballero (5 de
setiembre de 1936) y de éste a Juan Negrín (desde el 18 de mayo de 1937 hasta
el final de la guerra) que bien puede definirse como una pugna entre dos
prioridades: desarrollar un proceso revolucionario o apostar por ganar la guerra
primero. Tan pronto como Giral asumió las responsabilidades de gobierno, la
autoridad del poder central se descompuso y se crearon numerosos poderes
locales de carácter popular y espontáneo que generaron divisiones intensas y
supusieron la pérdida de la unidad política e incluso militar en el ámbito
republicano. El debilitamiento de la autoridad y los avances de las fuerzas
rebeldes, explican el cambio de Giral por Francisco Largo Caballero, cuyo
prestigio y autoridad sobre los obreros lo ejercía desde la dirección de la Unión General de
Trabajadores (UGT).
Largo Caballero hizo
cuanto pudo por controlar la situación revolucionaria y formó un gobierno de
concentración con presencia de socialistas, comunistas, una minoría de
republicanos y nacionalistas vascos y catalanes. Dos meses después incorporó a
cenetistas (militantes de la central obrera anarcosindicalista CNT,
Confederación Nacional del Trabajo), cuya fuerza era destacada en Aragón,
Cataluña y Levante. Con todo, el enfrentamiento entre las dos tendencias arriba
aludidas (revolución o guerra) -y ello pese a que durante el gobierno de Largo
Caballero mejoró la coordinación en el Ejército- dio al traste con esta
experiencia porque fue incapaz de amainar los enfrentamientos entre las
tendencias de la coalición gubernamental.
El presidente de la República, Azaña, puso las riendas del gobierno en
manos de Negrín, que pronto sería acusado de estar dominado por los comunistas.
En el primero de sus gabinetes prescindió de los anarcosindicalistas y orientó
su gestión hacia la victoria militar; la revolución debía esperar. Pero la
batalla de Teruel desencadenó una nueva crisis gubernamental en abril de 1938.
En el nuevo gabinete de Unidad
Nacional, Negrín tomó también la cartera de Guerra, que antes
desempeñó el socialista Indalecio Prieto. Los 'trece puntos' (así llamada una
propuesta de acuerdo con los franquistas como base de una posible negociación)
de Negrín, promulgados el 1
de mayo de ese año, en un afán por restablecer la democracia, no consiguieron
recomponer la unidad del Ejército republicano ni sostener el apoyo
internacional, debilitado a medida que se retiraban los voluntarios extranjeros
que habían formado parte de las Brigadas Internacionales. El éxito de la
ofensiva franquista sobre Cataluña, a principios de febrero de 1939, impidió
que dieran fruto las garantías que el gobierno republicano pedía de cara a la
paz: independencia de España y rechazo de cualquier injerencia exterior; que el
pueblo pudiera decidir libremente acerca del futuro del régimen; garantía de
evitar persecuciones y represalias después de la guerra. Estas
condiciones propuestas por Negrín en las Cortes reunidas el 1 de febrero de 1939 en el
castillo de Figueres (Gerona), no fueron aceptadas por el gobierno de Burgos,
que presumía concluir la guerra en breves días.
En lo que respecta a
la zona sublevada, al compás de las acciones bélicas se incorporaron
paulatinamente medidas políticas que fueron aplicadas en los territorios
ocupados desde el principio y en todos aquellos que incorporaban tras sus
éxitos militares. La primera y pronta medida adoptada por los insurrectos fue
la creación de la Junta de
Defensa Nacional, el 24 de julio de 1936, que presidió el
general Miguel Cabanellas e integraron los generales Emilio Mola, Fidel Dávila,
Antonio Saliquet, Miguel Ponte y los coroneles Moreno y Montaner. En agosto se
unió a la misma el general Franco. Un paso adelante en la concentración del
poder tuvo lugar con la creación de la Junta Técnica (1 de octubre de 1936) que puso en
manos de Franco, elegido jefe del Estado, el mando militar y político. Esta
medida tuvo su complemento en el Decreto de Unificación (19 de abril de 1937)
por el que se creaba la Falange Española
Tradicionalista y las Juntas de Ofensiva Nacional
Sindicalista (FET de las JONS), único grupo legal del nuevo régimen que ya se
denominaba a sí mismo como 'Movimiento Nacional' que fundía los núcleos
falangistas y tradicionalistas (carlistas), operación que agudizó las tensiones
latentes entre los falangistas desde que fue ajusticiado José Antonio Primo de
Rivera, fundador y jefe nacional de Falange Española de las JONS. El nuevo jefe
nacional, Manuel Hedilla, se opuso al decreto unificador, por lo que fue
arrestado junto con sus seguidores. En enero de 1938 nacía el Gobierno Nacional
al que Franco incorporó militares, falangistas, tradicionalistas y monárquicos.
Asimismo, se creaba el Consejo
Nacional de FET de las JONS, reunido en el monasterio
burgalés de Las Huelgas, y se promulgaba el Fuero del Trabajo (9 de marzo de
1938), que durante el franquismo alcanzaría el rango de ley fundamental.
Consecuencias de la guerra
La principal
consecuencia de la Guerra
Civil española fue la gran cantidad de pérdidas humanas (tal
vez más de medio millón), no todas ellas atribuibles a las acciones propiamente
bélicas y sí muchas de ellas relacionadas con la violenta represión ejercida o
consentida por ambos bandos, entre las que se pueden incluir también las
muertes producidas por los bombardeos sobre poblaciones civiles.
El profesor Jackson ha
sugerido un total de 580.000 muertos. Esta cifra incluye 160.000 muertos
directamente atribuibles a acciones de guerra. Los restantes 420.000 se
atribuyen a acciones políticas (fusilamientos y enfermedades contraídas en
prisión). Jackson asigna únicamente 20.000 de estos fallecimientos o
ejecuciones a los republicanos, correspondiendo no menos de 400.000 a las acciones llevadas adelante por los
nacionalistas, tanto durante la guerra como después de ésta. En la zona
republicana, la mayoría de las ejecuciones fueron el resultado de los
disturbios revolucionarios, combatidos o incluso sofocados por el gobierno
republicano. Las matanzas y ejecuciones del franquismo eran asesinatos en masa
organizados, o al menos aprobados por las autoridades constituídas.
En un nivel
inmediatamente inferior se puede considerar como consecuencia destacada el
elevado número de exiliados producidos por el conflicto, cuyas principales
figuras políticas constituyeron durante muchos años el gobierno republicano en
el exilio.
En lo que respecta al
aspecto económico, las consecuencias principales fueron: pérdida de reservas,
disminución de la población activa, destrucción de infraestructuras, fábricas y
viviendas, lo que provocó una disminución de la producción y, en fin,
hundimiento parcial del nivel de renta.
En cuanto a la
política exterior, Franco fue lo suficientemente hábil como para mantenerse
neutral durante la Segunda Guerra Mundial,
y no dejarse envolver en un conflicto abierto con Inglaterra y los Estados
Unidos, sobreviviendo en esos años de guerra internacional.
Una película muy interesante para ver sobre este período histórico es: "Morir en Madrid", un documental de Frederic Rossif
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