Las
propiedades de este antibiótico fueron descubiertas en 1928 por el bacteriólogo
Alexander Fleming, pero transcurrieron otros diez años hasta que pudo
ser concentrada y estudiada gracias al trabajo del bioquímico británico Ernst
Boris Chain, del patólogo también británico Howard Walter Florey (barón
Florey), y de otros científicos.
El
descubrimiento de la penicilina por parte de Fleming tuvo lugar accidentalmente
en el curso de sus investigaciones sobre la gripe. Al observar que
un moho que contaminaba una de sus placas de cultivo había destruido la
bacteria cultivada en ella, sentó las bases para el desarrollo de la terapia
con penicilina.
Fleming
fue nombrado Sir en 1944, y en 1945 compartió el Premio Nobel de Fisiología y
Medicina con los científicos británicos Howard Walter Florey y Ernst Boris
Chain por sus contribuciones al desarrollo de la penicilina.
La penicilina actúa matando a las bacterias e
inhibiendo su crecimiento. Sólo puede destruir a los organismos que están
creciendo y multiplicándose, no a los que se encuentran en estado latente. Es
muy efectiva contra un amplio espectro de microorganismos responsables de
diversas enfermedades, como los neumococos, los estreptococos, los gonococos,
los meningococos, el clostridium causante del tétanos y la espiroqueta
responsable de la sífilis.
Este
fármaco ha sido utilizado con éxito para tratar ciertos procesos mortales antes
de la era antibiótica, como la endocarditis bacteriana subaguda, la septicemia,
la gangrena gaseosa, la gonorrea y la escarlatina.
Las
complicaciones tras la administración de penicilina o sus derivados no son
frecuentes, pero si pueden ser graves, como en el caso de las reacciones
anafilácticas, la manifestación más grave de la reacción alérgica a la penicilina. Las
reacciones alérgicas son cruzadas para toda esta familia de fármacos (si
aparecen tras la administración de uno de ellos, también aparecerán con el
resto del grupo); y son mucho más graves tras la administración intravenosa que
tras la toma oral. La sensibilización a la penicilina se pone de manifiesto
mediante pruebas cutáneas de detección; las personas alérgicas a la penicilina
deben llevar alguna identificación para evitar que se les administre este
medicamento u otros de la familia.
Pese
a la eficacia de la penicilina en el tratamiento de muchas enfermedades, las
infecciones producidas por determinadas cepas de estafilococo no se curaban
debido a que el
microorganismo produce una enzima, la penicilinasa, capaz de destruir el
antibiótico. Hay además otros microorganismos como los enterococos y muchos
bacilos gram-negativos, responsables de infecciones respiratorias y del tracto
urinario, que son intrínsecamente resistentes a la acción de la penicilina. La
manipulación bioquímica en laboratorio de un precursor biológico de la
penicilina, extraído de cultivos bacterianos, permitió elaborar las llamadas
penicilinas semisintéticas. De éstas, las más importantes son la meticilina y
la ampicilina.
La
meticilina es muy eficaz contra los estafilococos productores de penicilinasa,
y la ampicilina actúa contra todos los microorganismos sensibles a la acción de
la penicilina, y además contra los enterococos y la mayor parte de los bacilos
gram-negativos.
Cuando
empezó a utilizarse la penicilina, se administraba en pequeñas dosis cada tres
horas. Hoy hay preparados como la penicilina G benzatina con los que se pueden
conseguir niveles adecuados de antibiótico hasta cuatro semanas después de una
única inyección intramuscular. Estos preparados de acción prolongada son de los
más adecuados para el tratamiento de la sífilis y de la faringitis
estreptocócica.
El problema de las resistencias bacterianas a la penicilina ha
ido en aumento con el transcurso de los años, y ha hecho necesaria la búsqueda
de antibióticos alternativos, o el incremento de la dosis para conseguir el
mismo efecto.
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