Los
años cuarenta habían sido los del esplendor industrial, sobre todo en Argentina
y México, que lograron imponer realmente su cine comercial en las pantallas del
continente, Los años '50 marcarían una primera retracción que se acentuaría
luego, sobre todo con la expansión de los medios electrónicos.
A
comienzos de la década, la experiencia de la empresa brasileña Vera Cruz fue el
intento de construir un Hollywood en San Pablo, aunque errores de concepción y
especialmente el peso de una industria norteamericana empeñada en cerrarle el
paso a eventuales competidores, clausuró pronto la aventura.
Uno
de los directores más destacados es el maestro Luis Buñuel, que radicado en
México se las ingeniará para -en condiciones sumamente precarias- realizar una
obra maestra como "Los olvidados"
(1950); "Subida al cielo" (1951) y "La ilusión viaja en
tranvía" (1953).
En
la Argentina comienza a afrimarse una nueva generación, insinuada en la
inquietud social del cine de Hugo del Carril (Surcos de sangre"; "Las
aguas bajan turbias"), y prolongada en los más jóvenes Fernando Ayala
("Ayer fue primavera"; "Los tallos amargos"; "El
jefe") y Leopoldo Torre Nilson ("La tigra"; "Días de
odio").
En
la década del sesenta, el nuevo cine va de la mano del despertar social del
Tercer Mundo: en Brasil, Glauber Rocha, Nelson Pereira Dos Santos y Ruy Guerra; en
Cuba, Gutiérrez Alea, Octavio Gómez y Humberto Solas; y en Argentina, Torre
Nilsson, hacen la alianza entre estética y compromiso social.
Este cine,
conjuntamente con el que se hace en el resto de países subdesarrollados de los
otros continentes -como consecuencia del proceso descolonizador de los años
60-, se conoce como "cine del Tercer Mundo", y se caracterizó en
América Latina por su directo compromiso político y militante respecto a la
realidad social y económica de sus países.
Entre
las películas más destacadas cabe mencionar: "Dios y el diablo en la
tierra del sol" del brasileño Glauber Rocha, quizás el film emblemático
del Cinema Novo brasileño; "Yawar Mallku" del director boliviano
Jorge Sanjinés, que denuncia la situación del indígena "aculturado"
que choca con la sociedad blanca, y reflexiona acerca de las razones de la
situación campesina; "El chacal de Nahueltoro" del director chileno
Miguel Littín, uno de los films claves de esta época, en el que el director,
basándose en un hecho real (un crimen múltiple), desmistifica ciertos tabúes
ideológicos y examina las condiciones sociales que ambientaron el hecho. Por
último, "La hora de los hornos" (1969) del argentino Fernando
"Pino" Solanas y los documentales del cubano Santiago Álvarez
("Now!", 1965) constituyeron los films más influyentes del cine
político latinoamericano de los años sesenta.
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