A fines de la década de los años '50, algunos
productores franceses comenzaron a respaldar a
jóvenes cineastas capaces de trabajar rápido o con recursos mínimos.
Los cuatrocientos golpes. F. Truffaut |
Los más destacados en aprovechar esta oportunidad de
producción, fueron un grupo de jóvenes críticos, entre los que estaban Claude
Chabrol, Jean Luc Godard, Jacques Rivette, Eric Rohmer y François Truffaut, que
mientras aprendían su oficio en las pantallas de la Cinemateca francesa
fundaban, apadrinados por André Bazin, los Cahiers du Cinéma, la revista de crítica
de cine más prestigiosa del mundo.
Contrarios a la corriente cinematográfica de
la posguerra, estos jóvenes directores darán origen a la Nouvelle Vague
(Nueva ola).
Inspirados
entre otros por Robert Bresson, con "El proceso de Juana de Arco" y
"Diario de un cura rural", y por el cine comercial estadounidense de Howard Hawks,
Alfred Hitchcock y John Ford, los primeros representantes de esta corriente,
François Truffaut, Jean-Luc Godard y Alain Resnais, hicieron películas sobre la
vida contemporánea francesa entre 1958 y 1959, apoyados por los espectadores de
su generación y por una industria insegura en lo financiero, deseosa de que
alguien se atreviera a
hacer películas comercialmente rentables de bajo presupuesto
de producción.
El trabajo de estos directores rompió en varios sentidos
las convenciones del estilo tradicional de hacer cine: no respetaba la
estructura tradicional de los guiones y las transiciones formales suaves, hacía
movimientos de cámara evidentes, se saltaba el eje de acción y rechazaba el
brillo de la iluminación de estudio.
Godard, Truffaut y su operador Raoul
Coutard, lideraron la vuelta a las locaciones naturales, incluso en escenas de
interiores.
Esta forma de trabajar encajaba a la perfección con la
espontaneidad de nuevos intérpretes como Jeanne Moreau, Anna Karina, Jean-Paul
Belmondo, Jean-Pierre Léaud o incluso Brigitte Bardot, estrella del antiguo
estilo.
También contribuyó a
hacer posible esta nueva forma de rodar la introducción de la
cámara ligera Cameflex, de 35
mm, fabricada por la compañía Éclair desde 1948. De un
modo semejante, los experimentos de Chris Marker y el antropólogo Jean Rouch
con las cámaras ligeras y silenciosas Éclair de 16 mm, revitalizarían el
documental.
Pierre Braunberger sería el productor financiero de muchos de estos avances,
tras haber producido una serie de cortometrajes muy relevantes de Alain
Resnais, que pasaría al largometraje en 1959 con "Hiroshima, mon
amour", sobre texto de Marguerite Duras.
Las
películas de Alain Resnais, en especial "Hirosima, mon amour" (1959), "El año pasado en Marienbad" (1961), y "Muriel" (1963),
son paradigmas de un cine intimista y a la vez de una racionalidad como pocas veces se ha visto en la historia del cine.
El uso de la voz en off, envolventes movimientos de cámara, y especialmente un uso extremadamente creativo y provocador del montaje con el "corte simple", deslumbra y exigió y exige al espectador reflexionar sobre forma y contenido del arte cinematográfico como pocos. El distanciamiento formal que plantea tiene que ver con el distanciamiento vital, emcional de sus personajes, con el papel que juega la cabeza y el pensamiento, el tiempo y la memoria.
[Si tenés curiosidad y querés que un director te "rompa" la cabeza, mirá el cine de Resnais]
François
Truffaut, admirador de Hitchcock, se dedicó a hacer películas
realistas de tono autobiográfico en las que lo representaba el personaje,
Antoine Doinel. Así surgieron "Los cuatrocientos golpes" (1959),
"El amor a los veinte años" (1962), "Besos robados" (1969).
En ellas, como en "Jules et Jim" (1961) y en "Tirez sur le
pianiste" (1960) trata de la libertad en una sociedad restrictiva. Además
Truffaut hizo otras películas, menos en la línea de la nouvelle vague, como
"Farenheit 451" (1966) o "El pequeño salvaje" (1970).
Quizás el director con más prensa de "chico malo", el supuestamente más experimental -yo dría más snob de los directores del movimiento fue
Jean-Luc Godard.
Para nosotros, su primera es su mejor película, "Sin aliento" (1959),
protagonizada por Jean-Paul Belmondo. Un hermoso homenaje a las películas de
gángsters estadounidenses a la europea.
Los temas de sus películas han sido de lo más variopintos, desde una serie de
retratos más o menos autobiográficos de su entonces esposa, Anna Karina, como
"Vivir su vida" (1962), hasta la comedia sexual y política de
"Masculin-fémenin" (1966), pasando por experimentaciones con el
tiempo y el espacio, moviendo la cámara con libertad y permitiendo a sus
actores la improvisación a voluntad.
En "Week-End" (1968) hace un
amargo estudio de la sociedad contemporánea a través de las peripecias de las
víctimas de un accidente de automóvil, que vagan por las autopistas,
discutiendo sobre la vida, sobre su propia vida, con personajes literarios y de
cine que se cruzan en su camino, conectando pasado, presente y futuro.
Este enfoque experimental de buena parte del cine de
esta corriente hizo creer durante un tiempo que las convenciones de la
construcción cinematográfica habían sido superadas, pero según confluían a
mediados de los sesenta la nouvelle vague y las principales productoras, se
hacía cada vez más difícil distinguir entre los trabajos de Truffaut, por
ejemplo, y los de Louis Malle, director con talento pero más convencional, que
había comenzado su carrera como director al mismo tiempo que los de la nouvelle
vague.
No hay comentarios:
Publicar un comentario