Tras
la Primera Guerra Mundial, la convulsionada situación de Italia favorece el
ascenso de un nuevo líder, Benito Mussolini, y con él un movimiento
ultranacionalista: el fascismo.
Benito Mussolini (1883-1945), jefe de gobierno y
dictador de Italia (1922-1943) es el fundador del fascismo italiano.
Mussolini, nacido el 29 de julio de 1883, era hijo de un herrero y tuvo una formación autodidacta, trabajando como maestro y periodista en el norte
de Italia.
En
1900 ingresa al Partido Socialista y dirige el periódico "Avanti!",
órgano oficial del partido. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial
en 1914, la reacción inicial de Mussolini fue denunciar el carácter
imperialista del conflicto desde una posición neutral, pero no tardó en cambiar
de opinión y reclamar la intervención de Italia en apoyo de los aliados. Fue
expulsado del Partido Socialista y fundó en octubre de 1914 su propio diario en
Milán, Il Popolo d’Italia, que más tarde se convertiría en el órgano oficial
del Partido Nacional Fascista.
En
el turbulento ambiente del Milán de la posguerra (1919) Mussolini fundó los
Fascios Italianos de Combate.
El
"fascio de combattimento" era un nombre proveniente del símbolo de
autoridad de la antigua
Roma, llamado "fasces" y representado por un manojo
de ramas atadas a un hacha. Este movimiento de carácter nacionalista,
antiliberal y antisocialista consiguió el apoyo de amplias capas de la sociedad. Su
actividad se extendió por las zonas rurales, donde sus milicias de Camisas
negras conseguían el respaldo de los terratenientes mientras atacaban a las
ligas de campesinos y a las asociaciones socialistas. En un alarde de
oportunismo, el fascismo abandonó su talante republicano para ganarse la
confianza del Ejército y de la monarquía.
El
29 de octubre de 1922, un día después de que los fascistas realizaran la
denominada ‘marcha sobre Roma’, el rey Víctor Manuel III invitó a Mussolini a formar el gobierno.
En
1926, el Duce (voz italiana que, en español, significa ‘jefe’, y título
adoptado por Mussolini hacia 1924) había transformado el país en un régimen
unipartidista y totalitario basado en el poder del Gran Consejo Fascista, y respaldado por las milicias de seguridad
nacional. Suprimido el Parlamento, creó la Cámara de los Fascios y de las
Corporaciones, con un mero carácter consultivo. Dentro del nuevo ‘Estado
corporativo’, los empresarios y los trabajadores se organizaban en grupos
controlados por el partido que representaban a los distintos sectores de la economía. Se mantuvo
el sistema capitalista y se incrementaron los servicios sociales, pero se
abolieron los sindicatos independientes y el derecho a la huelga. Los Pactos
de Letrán, firmados con el Vaticano en 1929, terminaron con el conflicto que
había enfrentado a la Iglesia y el Estado italiano desde 1870. Otro de los
legados perdurables del fascismo fue la creación de un sistema de holdings
industriales (sociedades que controlan a otras compañías) financiado por el
Estado.
Fascismo
El fascismo constituye
una doctrina y un movimiento político que pretende la estricta
reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales
nacionalistas y a menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven
mediante la total subordinación al servicio del Estado y una lealtad
incondicional a su líder.
El
fascismo basa sus ideas y formas en el conservadurismo extremo, y adopta en
general la forma de dictaduras. Hace hincapié en el nacionalismo, pero su llamamiento ha sido
internacional.
Surgió
con fuerza por primera vez en distintos países entre 1919 y 1945, sobre todo en
Italia, Alemania y España. En un sentido estricto, la palabra fascismo se
aplica para referirse sólo al partido italiano que, en su origen, lo acuñó,
pero se ha extendido para aplicarse a cualquier ideología política comparable.
Del mismo modo, Japón soportó durante la década de 1930 un régimen militarista
que presentaba fuertes características fascistas. Los regímenes fascistas también
existieron en periodos variables de tiempo en muchos otros países. Incluso
democracias liberales como las de Francia e Inglaterra tuvieron movimientos
fascistas importantes durante las décadas de 1920 y 1930. Después de la derrota
de las potencias del Eje Roma-Berlín-Tokio en la Segunda Guerra Mundial,
el fascismo sufrió un largo eclipse, pero en los últimos tiempos ha reaparecido
de forma más o menos abierta en las actuales democracias occidentales, sobre
todo en Francia y en Italia.
Las doctrinas
fascistas
Antes
de la Primera Guerra Mundial, algunos escritores, entre ellos el famoso
poeta italiano Gabriele D’Annunzio, y los pensadores franceses Georges Sorel,
Maurice Barrès, Charles Maurras y el conde Joseph de Gobineau, expresaron ideas
fascistas. Todos ellos se opusieron a los valores de la Ilustración de
individualismo, democracia y racionalismo secular; y, en conjunto, sus ideas
han sido presentadas como una reacción a estos valores que fueron representados
por la Revolución Francesa.
El libro italiano "Fascisti" respondió a
los ideales revolucionarios de "libertad, igualdad, fraternidad" con
la exhortación "¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!". En general, veneraban
la fuerza: la heroica voluntad del gran líder, la fuerza vital del Estado, la
mística de los uniformes y formaciones paramilitares, y la utilización de la
violencia para afianzar y fomentar el poder político.
La
filosofía de Friedrich Nietzsche, manipulada de forma artera por la mayoría de
los fascistas, facilitó ideas y consignas poderosas al fascismo, sobre todo
"el triunfo de la voluntad" y el símbolo del "superhombre".
Algunos fascistas recurrieron al cristianismo como una fuerza conservadora,
mientras otros rechazaban la moralidad cristiana por reprimir la voluntad. Muchos
tomaron ideas del darwinismo social sobre la lucha competitiva en y entre los
estados y sobre la obligación evolutiva que tiene el fuerte de aplastar al
débil: esas ideas a menudo implicaban racismo. La mayoría de los teóricos
fascistas abrazó el nacionalismo extremo que, en algunos casos (Gobineau,
Barrès, Maurras) incluía el antisemitismo. Como parte de su antirracionalismo,
algunos propusieron un culto místico a la tradición y al Estado.
La
"batalla por los nacimientos" de Benito Mussolini simbolizó la visión
fascista del papel de la mujer, como pilar pasivo del hogar y madres de futuros
miembros de las fuerzas armadas. "La mujer -escribió el fascista italiano
Ferdinando Loffredo- debe volver bajo el sometimiento del hombre, padre o
esposo, y debe reconocer por lo tanto su propia inferioridad espiritual,
cultural y económica". Uniendo el feminismo militante con el marxismo y la
lucha de clases, los fascistas hicieron un llamamiento a la reconciliación
entre los sexos así como entre las clases sociales, pero en términos machistas.
Pierre Drieu La Rochelle, escritor francés que más tarde hizo una apología de
la ocupación nazi, condenó el feminismo por ser una "doctrina
perniciosa" y afirmó que las mujeres, carentes de las cualidades
espirituales de los hombres, eran una fuente de decadencia. A pesar de esto,
muchas mujeres han apoyado el fascismo, como Alessandra Mussolini, nieta de
Mussolini, figura destacada del partido neofascista italiano Alianza Nacional.
La
desarticulación económica después de la Primera Guerra Mundial y la
amenaza del comunismo surgido de la Revolución Rusa de 1917, provocaron el
resurgimiento del fascismo como una importante fuerza política. Fuertes
sentimientos de agravio por la derrota, o por una victoria no recompensada de
un modo conveniente, en la Primera Guerra Mundial, crearon el soporte para
futuras aventuras militares. El fascismo consiguió apoyo en todos los sectores
de la sociedad, pero con especial intensidad entre los miembros de la clase
media que temían la amenaza de la revolución comunista, de los empresarios que
tenían temores similares, de los veteranos de guerra que no habían conseguido
adaptarse a la vida civil, y de violentos jóvenes descontentos.
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