Pintura Latinoamericana
México emerge como centro del mundo artístico latinoamericano en la primera mitad del siglo XX. Entre sus múltiples manifestaciones artísticas merecen una mención especial los muralistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, en una línea figurativa y didáctica que transmite una afirmación cultural nacionalista y reivindicaciones políticas revolucionarias.
Con posterioridad a 1945 los artistas se mostraron más interesados por los estilos de la vanguardia internacional que por un mantenimiento de los estilos representativos de la nación, como muestra la obra pionera del uruguayo Joaquín Torres García. Numerosos artistas se sintieron atraídos por Nueva York o París, como los venezolanos Marisol Escobar y Jesús Rafael Soto, principal exponente del arte cinético.
La pintura y la escultura latinoamericanas del siglo XX se han caracterizado por un continuo diálogo entre lo figurativo y lo abstracto, lo nacional y lo internacional.
Emilio Pettoruti (1892-1971), considerado como uno
de los primeros vanguardistas argentinos, durante su estancia en Italia se unió
al grupo futurista y más tarde en París se dejó influenciar por el cubismo de
Juan Gris.
Durante
su beca en Italia adhirió al futurismo, agrupado en torno a la revista Lacerba
(Carrá, Boccioni, Marinetti y Russolo), con los que realizó algunas
exposiciones en Italia y Alemania.
La
atracción que su obra despertó en el comerciante de arte más importante de la
posguerra, Herwarth Walden, le valió una invitación en 1923 para exponer en su
galería de Berlín, Der Sturm. De ahí marchó a París y allí tuvo ocasión de
conocer a Picasso y Juan Gris, del que recibió una importante influencia. Tras
seis meses de permanencia en la capital francesa, en 1924 regresó a Buenos
Aires, y ya como cubista comprometido, realizó una pequeña exposición con trece
cuadros que provocó un importante escándalo en el mundo artístico bonaerense,
que le acusó de querer destruir el arte nacional ("El guitarrista",
"El flautista ciego" o "La institutriz").
Elementos
cubistas y futuristas se aliaban en sus cuadros a un color en el que estaban
presentes los maestros italianos del renacimiento. Con esta exposición se
producen las primeras aproximaciones a la abstracción y la no figuración en
Argentina ("Vino rojo de Capri", 1936; "Vaso lleno", 1939).
Joaquín Torres García (1874-1949),
Joaquín
Torres García, pintor uruguayo abstracto, contribuyó decisivamente a la difusión del
constructivismo en Latinoamérica, con su teoría del universalismo constructivo.
Hijo
de padre catalán y madre uruguaya, realizó sus estudios en Barcelona, y se vió
muy influenciado por el movimiento modernista catalán, con el que siempre se
identificó.
Inició su amistad con Pablo Picasso y Antoni Gaudí, con quien
colaboró en la realización de las vidrieras del templo de la Sagrada Familia en
Barcelona (1903-1907).
Durante los veintinueve años que vivió en la ciudad,
llevó a cabo varias obras en edificios públicos y privados (ayuntamiento,
diputación, iglesias de San Agustín
y San Jorge), También trabajó con Gaudí en la restauración de la catedral de
Palma de Mallorca, donde realizó unas vidrieras con diseño geométrico y colores
planos, que producen en el interior una iluminación singular. En 1910 se
traslada a Bruselas para decorar el pabellón uruguayo de la Exposición Internacional
(dos murales sobre la agricultura y ganadería uruguayas) y con motivo de este
viaje visita también París, Florencia y Roma. En 1913 publica "Notas sobre
Arte", con el que se inicia en la teoría artística y realiza el fresco
"La Cataluña ideal".
En
1926, luego de varios viajes fija su residencia en París. Aquí toma contacto
con Mondrian, Van Doesburg y Seuphor, fundando en 1930 la revista y el grupo "Cercle et
Carré", promotor de la primera exposición de arte constructivista y
abstracto.
En 1932 abandona París y se instala en Madrid, donde
conoce a Federico García Lorca y crea un grupo de artistas constructivos. Tras su regreso a
Montevideo en 1934, funda la "Asociación de Arte Constructivo" y más
tarde el "Taller
Torres García". Su teoría sobre el constructivismo fue
difundida a través de la revista "Cercle et Carré" y de su libro
"Universalismo constructivo", publicado en 1944; ese mismo año le fue
concedido el Premio Nacional de Pintura.
Su
teoría se plantea el arte como puente entre el hombre y la naturaleza.
Para
Torres, el arte no debe imitar la naturaleza, pero tampoco negarla. A través de símbolos arquetípicos, recursos formales simples
como líneas horizontales y verticales, y el uso de la sección áurea, el artista
busca, a través de estos elementos, a través del uso de colores primarios, rescatar
las raíces de las culturas precolombinas como elementos que conforman también
la civilización occidental, e incidir en el subcosciente del espectador, a través de un lenguaje de alcance universal.
Pedro Figari (1861-1938)
Pintor, abogado y
periodista uruguayo, figura destacada de la etapa postimpresionista en su país,
caracterizado por su carácter polifacético, participó de la tradición de
conocer los principales centros artísticos del momento.
Iniciándose
tardíamente, y siendo casi un autodidacta, en 1921-en Buenos Aires- se dedicó
cuatro años exclusivamente a la pintura para volver inmediatamente a París,
donde permaneció durante nueve años y obtuvo su consagración como artista
plástico. En 1933 regresó a Uruguay, donde falleció en 1938. Entre sus obras
destacan las de tradiciones criollas, como "Toros" o "Preparando a la novia", donde
consiguió plasmar con gran ritmo y vigor cromático la memoria colectiva
rioplatense.
Figari
siempre pinta evocaciones: recuerdos de juventud, hechos históricos, y siempre
hay cierta intemporalidad, aunque algunas veces los hechos evocados no sean tan
lejanos. Esa intemporalidad nunca aleja las escenas en el tiempo, más bien las
transforma en aparentemente cotidianas, las acerca, como acerca los horizontes,
o pone en el mismo plano que los protagonistas la luz de puertas y ventanas de
un telón que deja de ser fondo. Y esos personajes intemporales no arrojan
sombras; si en algún cuadro aparece una sombra, esta es tan protagonista como
el farol, lámpara o vela que le da origen.
Rafael Barradas (1890-1928)
Otro pintor uruguayo interesantísimo, autodidacta , que vivió una vida cortísima pero intensa fue Rafael Barradas.
Hijo de inmigrantes españoles (su padre fue un humilde pintor que no trascendió), de muy joven tuvo el plan de viajar a Europa, al centro de la movida cultural occidental, y fue gracias a un amigo (el cantante Alfredo Médici) que compartió su beca con él que éste pudo viajar.
Su carrera artística comenzó como caricaturista, fundando la revista "El monigote", una publicación satírica sobre el ambiente cultural de la bohemia montevideana y sus personajes callejeros.
Su forma de expresión pictórica es lo que él mismo denominó como "vibracionismo"; de alguna manera su interpretación del futurismo italiano.
Una paleta y una pincelada en la que los trazos, movedizos, van tornándose por "vibración", por "cercanía" en otro color, otro trazo, otro movimiento.
Para Barradas, la expresividad se manifisiesta en "el ángulo".
Demostrando constantemente su condición de gran dibujante con una técnica exquisita, su pintura, de gran fuerza expresiva y un excelente cromatismo se manifiesta como "viva", en constante movimiento.
Una cosa que diferencia al vibracionismo del cubismo es que Barradas no trabaja con los colores puros sino que estudia la escala tonal
En determinado momento su estilo varía dejando el vibracionismo y pasando a un estilo más realista, íntimo y sombrío. En este estilo encontramos la serie "Los magníficos", dedicada a "El hombre de la alpargata", "Obrero en la taberna" y tipos humanos como "Castellanos", etc. Personajes históricos, con una presencia que se impone, en sus corazas, sus enormes manos, con ojos vacíos y, como hemos leído alguna vez referido a sus personajes: "con alma de eternidad".
Artista de dos patrias, la mayor parte de su obra la pintó en España y volvió a Montevideo a morir, trayéndose consigo toda su obra.
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