China maoista: La Revolución Cultural
Mientras los
comunistas luchaban por construir la sociedad china, aparecieron diferencias
entre Mao, que favorecía una ideología comunista pura y los intelectuales,
profesionales y burócratas, que querían un acercamiento más racional y moderado
que animara la eficacia y productividad del país. En mayo de 1966, bajo el
liderazgo de Mao Tsé-tung, y en medio de una gran turbulencia política, se
inició la Revolución Cultural proletaria, que ha constituido el mayor
movimiento de masas en la historia de la República Popular de China.
Tras el fracaso del
Gran salto adelante, Mao tuvo que contemplar cómo Liu Shaoqi (Lieu Shao-shi) y
Deng Xiaoping habían tomado el control de la política, mejorando la situación
económica. En su opinión, estos dos personajes se habían corrompido en el poder
y, peor aún, estaban influidos por el revisionismo soviético. Mao creía que el
principal obstáculo para la consecución del socialismo era la pérdida del
espíritu revolucionario en China, especialmente entre los cuadros del Partido
Comunista. Cifró sus esperanzas en las generaciones más jóvenes y quiso
proporcionarles la experiencia de una auténtica lucha revolucionaria.
"Dejad que cien
flores diferentes broten en el mismo jardín y que cien escuelas rivalicen en la
afirmación de la verdad" había dicho Mao Tsé-tung en 1957 ante la suprema
conferencia del Estado, aludiendo a una máxima de Confucio.
El presidente chino pretendía afirmar así el principio de la libre crítica constructiva en el seno del partido y del movimiento obrero internacional.
Efectivamente, a partir de aquel momento comenzó una amplia campaña de discusiones en torno a la índole de la sociedad socialista y la función, las características y la política de los partidos comunistas. El debate estuvo dedicado en su primera fase a subrayar las divergencias entre las posiciones chinas y soviéticas pero luego desembocó en una áspera polémica contra la URSS, a la que se acusó de "revisionismo", "burocratismo" y "socialimperialismo". A partir de 1966, las discusiones, enriquecidas por una participación cada vez más vivaz de las masas juveniles y estudiantiles ("los guardias rojos"), se desplazaron hasta analizar y criticar también las estructuras y las formas de organización de la propia sociedad china.
La "revolución cultural", patrocinada y guiada por Mao Tsé-tung, que a menudo se desarrolló como movimiento de protesta espontánea e incontrolable, quiso liberar a China de las supervivencias del pasado, eliminando el modo de gobernar, pensar y vivir heredado de la vieja sociedad feudal y burguesa.
El presidente chino pretendía afirmar así el principio de la libre crítica constructiva en el seno del partido y del movimiento obrero internacional.
Efectivamente, a partir de aquel momento comenzó una amplia campaña de discusiones en torno a la índole de la sociedad socialista y la función, las características y la política de los partidos comunistas. El debate estuvo dedicado en su primera fase a subrayar las divergencias entre las posiciones chinas y soviéticas pero luego desembocó en una áspera polémica contra la URSS, a la que se acusó de "revisionismo", "burocratismo" y "socialimperialismo". A partir de 1966, las discusiones, enriquecidas por una participación cada vez más vivaz de las masas juveniles y estudiantiles ("los guardias rojos"), se desplazaron hasta analizar y criticar también las estructuras y las formas de organización de la propia sociedad china.
La "revolución cultural", patrocinada y guiada por Mao Tsé-tung, que a menudo se desarrolló como movimiento de protesta espontánea e incontrolable, quiso liberar a China de las supervivencias del pasado, eliminando el modo de gobernar, pensar y vivir heredado de la vieja sociedad feudal y burguesa.
Las tensiones,
instancias y contradicciones de esta revolución hallaron su momento de
consolidación en el IX Congreso del Partido Comunista Chino (1969), que reiteró
la tesis maoista de la continuidad de la lucha de clases incluso en los países
con régimen socialista: "La sociedad socialista cubre un período histórico
muy largo. Las clases y la lucha de
clases continúan existiendo en dicha sociedad... La lucha de clases, la lucha
por la producción y la lucha por la experimentación científica son los tres grandes movimientos
revolucionarios para la construcción de un país comunista fuerte..."
Estudiantes autoproclamados guardias rojos, a los que se unieron grupos de trabajadores, campesinos y soldados desmovilizados, tomaron las calles para manifestarse a favor de Mao, a veces violentamente, convirtiendo a los intelectuales, funcionarios estatales y del partido y trabajadores urbanos en sus principales objetivos. Se desmontó la estructura central del partido ya que se destituyó a los numerosos altos dignatarios, entre los que se encontraba el jefe de Estado, Liu, y se los expulsó del partido. Se cerraron las escuelas y la economía quedó paralizada.
Estudiantes autoproclamados guardias rojos, a los que se unieron grupos de trabajadores, campesinos y soldados desmovilizados, tomaron las calles para manifestarse a favor de Mao, a veces violentamente, convirtiendo a los intelectuales, funcionarios estatales y del partido y trabajadores urbanos en sus principales objetivos. Se desmontó la estructura central del partido ya que se destituyó a los numerosos altos dignatarios, entre los que se encontraba el jefe de Estado, Liu, y se los expulsó del partido. Se cerraron las escuelas y la economía quedó paralizada.
En una sociedad que
veneraba la sabiduría y el respeto a los mayores, se exaltaba ahora la
juventud, el trabajo físico y los conocimientos prácticos del campesinado; la
autocrítica desorientó y paralizó al partido y al gobierno, por lo que la
organización del Partido Comunista Chino se desintegró.
Se crearon Comités Revolucionarios para gestionar los asuntos locales y los guardias rojos controlaron la situación: se llevaron a cabo registros arbitrarios en las casas en busca de pruebas incriminatorias, fueron numerosas las acusaciones falsas que provocaron confesiones que incriminaban a otras personas, a lo que seguía la humillación en público, y que provocó el suicidio de miles de personas. Numerosos intelectuales fueron obligados a dejar sus actividades y a trabajar en las más duras labores del campo, debiendo poner sus conocimientos al servicio de los campesinos. Millones de guardias rojos comenzaron a ocupar trenes para viajar por todo el país con el fin de difundir las experiencias revolucionarias.
Se crearon Comités Revolucionarios para gestionar los asuntos locales y los guardias rojos controlaron la situación: se llevaron a cabo registros arbitrarios en las casas en busca de pruebas incriminatorias, fueron numerosas las acusaciones falsas que provocaron confesiones que incriminaban a otras personas, a lo que seguía la humillación en público, y que provocó el suicidio de miles de personas. Numerosos intelectuales fueron obligados a dejar sus actividades y a trabajar en las más duras labores del campo, debiendo poner sus conocimientos al servicio de los campesinos. Millones de guardias rojos comenzaron a ocupar trenes para viajar por todo el país con el fin de difundir las experiencias revolucionarias.
En enero de 1967 el
movimiento estalló en otras áreas urbanas y en febrero se estableció en
Shanghai, en contra del consejo de Mao, una comuna que duró poco tiempo.
Varios grupos sociales, antes marginados, sacaron provecho de la situación para vengarse de la anterior elite. Los trabajadores contratados, que se habían visto discriminados de los beneficios sociales que disfrutaban los funcionarios del Estado, exigieron ahora un trato igual y arremetieron contra los miembros del partido que habían ideado tal sistema. Los hijos de quienes habían sido considerados antiguos enemigos del régimen y que habían sufrido una permanente discriminación, ahora tenían su reverso en los hijos de los dirigentes del partido, acusados de revisionistas capitalistas.
Varios grupos sociales, antes marginados, sacaron provecho de la situación para vengarse de la anterior elite. Los trabajadores contratados, que se habían visto discriminados de los beneficios sociales que disfrutaban los funcionarios del Estado, exigieron ahora un trato igual y arremetieron contra los miembros del partido que habían ideado tal sistema. Los hijos de quienes habían sido considerados antiguos enemigos del régimen y que habían sufrido una permanente discriminación, ahora tenían su reverso en los hijos de los dirigentes del partido, acusados de revisionistas capitalistas.
Los opositores a Mao
intentaron tomar la iniciativa formando sus propios grupos de guardias rojos, y
se produjeron frecuentes enfrentamientos callejeros. El Ejército Popular fue
requerido para que apoyara a los radicales, pero los jefes militares tenían
dificultades para diferenciar unas facciones de otras, ya que todas se
consideraban maoístas, incluso en algunas ocasiones intervinieron en contra de
los radicales. En julio se produjo un caso de insubordinación del comandante en
jefe de la ciudad de Wuhan, resuelto únicamente gracias a la intervención
personal de Zhou Enlai.
El caos aumentó en
1968. En la primavera, miles de personas murieron en enfrentamientos en las
provincias de Guangdong y Guangxi, donde varios grupos fabricaron sus propias
armas o robaron otras (incluso piezas de artillería) al Ejército. A pesar de
las numerosas bajas y aunque Liu Shaoqi fue condenado a muerte, el régimen no
adoptó una política sistemática de ejecuciones en masa como había hecho Stalin
en la URSS. Los máximos dirigentes del partido fueron forzados a acudir a las
llamadas escuelas de mandos Siete de Mayo para que, corrigiendo su actitud,
pudieran lograr su rehabilitación; el propio Deng Xiaoping fue rehabilitado en 1973.
Las zonas rurales se
libraron en gran medida de las pérdidas causadas por los combates. La cultura,
en cambio, quedó gravemente dañada. Se destrozaron numerosos monumentos
antiguos. Las óperas tradicionales fueron prohibidas y sólo cuatro óperas revolucionarias,
aprobadas por Jiang Qing, pudieron ser representadas.
Las minorías étnicas
sufrieron una discriminación particular. Aunque en principio no estaban
dirigidos contra ellas, los objetivos de la Revolución Cultural terminaron por
originar ataques sobre sus culturas y sus identidades, normalmente a cargo de
los guardias rojos. La mayor parte del patrimonio histórico nacional fue dañado
o destruido y las costumbres y prácticas religiosas fueron igualmente
vulneradas.
En 1969 Mao reconocía
que las cosas habían ido demasiado lejos. Cuando en marzo de 1969 estalló en el
norte un conflicto fronterizo con la URSS en pleno desarrollo de la guerra de
Vietnam en el sur, la República Popular de China se sintió amenazada por la
existencia de conflictos en dos frentes con las dos grandes superpotencias.
Además su llamada a los revolucionarios de otros países para que siguieran su
ejemplo apenas tuvo eco. China no pudo afrontar el caos interno y su
aislamiento internacional.
En abril de 1969 el
Partido Comunista Chino celebró su IX Congreso, en el que resultó evidente el
control del Ejército y en el que fue elegido Lin Biao como sucesor de Mao. El
partido y el ejército comenzaron a restablecer el orden; para ello, millones de
guardias rojos fueron inducidos a reasentarse en zonas apartadas e inhóspitas
del país a fin de "profundizar en la revolución".
Mao emergió victorioso de la Revolución Cultural y su presencia en la vida diaria china fue absoluta. El IX Congreso del Partido Comunista Chino celebrado en abril de 1969 intentó restablecer su organización central. Mao fue reelegido presidente señalándose que su pensamiento inspiraría al partido y a toda la nación; el ministro de defensa Lin Biao, fue nombrado su sucesor eventual, una elección personal de Mao. Sin embargo, las figuras más destacadas no fueron los maoístas sino los moderados: altos oficiales militares seguidores de Lin Biao y personalidades caracterizadas por su pragmatismo como el primer ministro, Zhou Enlai.
Mao emergió victorioso de la Revolución Cultural y su presencia en la vida diaria china fue absoluta. El IX Congreso del Partido Comunista Chino celebrado en abril de 1969 intentó restablecer su organización central. Mao fue reelegido presidente señalándose que su pensamiento inspiraría al partido y a toda la nación; el ministro de defensa Lin Biao, fue nombrado su sucesor eventual, una elección personal de Mao. Sin embargo, las figuras más destacadas no fueron los maoístas sino los moderados: altos oficiales militares seguidores de Lin Biao y personalidades caracterizadas por su pragmatismo como el primer ministro, Zhou Enlai.
Aunque el apogeo
revolucionario se extinguió en 1969, no se declaró oficialmente su fin hasta
después de la muerte de Mao y la detención de la denominada 'Banda de los
Cuatro' (Jiang Qing, Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen) en 1976. Los
altos dirigentes que habían sufrido la revolución llegaron a la convicción de
que algo así no debería ocurrir nunca más. El descrédito del maoísmo animó a
líderes como Deng Xiaoping a buscar alternativas. Esta convicción se convirtió
en una importante condición previa para las reformas económicas de finales de
la década de los años setenta.
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