Checoslovaquia
El
florecimiento de una actitud liberal en todos los terrenos llegó a su fin en
agosto de 1968, con la invasión soviética de Checoslovaquia.
Algunos escritores
salieron del país y continuaron publicando sus obras en el extranjero. Josef Škvorecky, por ejemplo, narra las
vivencias de sus compañeros de exilio en Canadá en "La historia del
ingeniero de almas humanas". Milan Kundera llegó a Francia en 1975;
algunas de sus novelas, como "La broma" (1967) y "El libro de
los amores ridículos" (1968) tratan ingeniosa e irónicamente de las
paradojas de la vida contemporánea, mientras que "La insoportable levedad
del ser" es una historia en clave de humor negro, ambientada en la Praga
de nuestros días.
Jaroslav
Seifert, considerado como uno de los más sobresalientes poetas de toda la
literatura checa continuó, en cambio, en su patria, y en 1984 se convirtió en
el primer autor checo galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Su primer
libro de poemas, "La ciudad en lágrimas", apareció en 1920, mientras
"Vestida de luz" (1940), centrado en la vida en Praga durante la
guerra, es quizá su obra más conocida. Por su oposición al régimen político de
su país, sus últimas obras -como "La fundición de las campanas"- se
podían leer sólo en ediciones clandestinas o en traducciones a otras lenguas.
De hecho, sus memorias se publicaron en Canadá, aunque en checo, en 1981.
Yugoslavia
La
internacionalización de la literatura yugoslava se produjo, sobre todo, en el
período de entreguerras.
Aunque los eslavos meridionales se unificaron en 1918,
las diferentes literaturas continuaron desarrollándose separadamente.
Este
período se caracterizó por una gran productividad y por una versatilidad hasta entonces
desconocida, por parte de los pocos escritores destacados del momento, entre
los cuales se encontraban el serbio Ivo Andric, ganador del Premio Nobel de Literatura de 1961 por
su obra acerca de Bosnia, en especial "El puente de Drina" (1945) y
"La historia de Bosnia" (1945), otro novelista serbio, Milosš Crnjanski, y Miroslav Krleza, el
más importante de los escritores croatas.
La Segunda Guerra Mundial provocó cambios drásticos en el
país y en su literatura.
En la década de 1950, después de un período de gran
concientización política, los escritores comenzaron a perseguir de nuevo metas
artísticas individuales. Así, los temas relacionados con la guerra dejaron paso
a temas cotidianos y a una gran experimentación estilística, especialmente en
el terreno de la poesía lírica. Respecto a la narrativa sobresalen los serbios
Mihailo Lalic, autor de "La montaña de los gemidos" (1957), Dobrica Csiç,
cuya tetralogía "Tiempo para morir" (1954-1961) revisa la historia
serbia, y Mescaron Selimoviç, autor de" El derviche y la
muerte" (1966).
Tras siglos de permanecer silenciada, la literatura
macedonia, en especial la poesía, ha podido salir por fin a la luz, mientras
que Milovan Djilas, un autor montenegrino, ha dejado un relato de primera mano
sobre la situación política de la Yugoslavia de posguerra en su ensayo "La
nueva clase" (1957), "La ejecución" (1958) y "Subida y bajada"
(1983), que trata de sus propias experiencias políticas.
Polonia
La Segunda Guerra Mundial debilitó la actividad literaria,
pero no la suprimió por completo, pues durante los últimos cincuenta años,
Polonia ha continuado creando una literatura de considerable riqueza y diversidad
tanto artística como ideológica.
Entre
los más destacados escritores de esa época se encuentran el poeta y filósofo
Leopold Staff, que había comenzado a escribir durante el período de la Joven Polonia y, más
adelante, publicó numerosos libros de poesía de corte clásico, como "Los
árboles altos" (1931); el también poeta Julian Tuwim, particularmente
interesado en los fenómenos lingüísticos, dejó varios conjuntos de poemas
líricos caracterizados por su dinamismo y espontaneidad, entre los que se
cuentan Al acecho de Dios (1918), y Sócrates baila (1920); Konstanty
Ildefons Galczynski, el cual se basó en motivos
clásicos para componer su poema Niobe (1951), y que creó, además, numerosas
obras líricas de tono irónico y grotesco. Por otro lado, Wladyslaw Broniewski continuó la tradición de la
poesía revolucionaria en las colecciones de poemas "Humo en la
ciudad" (1927) y "El último grito" (1939).
En
la siguiente generación de poetas polacos, las figuras más sobresalientes
fueron las del moralista y autor teatral Tadeusz Ró!ewicz, conocido por sus protestas contra
las crueldades de la guerra, y Zbigniew Herbert, uno de los mejores poetas
modernos polacos, que trató especialmente los problemas asociados a la
civilización y la historia actuales, y que es conocido en Occidente, sobre
todo, por su poema 'La elegía de Fortimbrás'.
El
papa Juan Pablo II (Karol Jozef Wojtyla), nacido en Polonia, es también por
otro lado un destacado escritor de lengua polaca, que ha publicado obras de
poesía religiosa, como Vigilia de Pascua y otros poemas (1978) y algunas obras
teatrales.
Entre
los más destacados autores de prosa se encuentran Zofia Nalkowska, autora de
novelas centradas en temas sociales y psicológicos, como "La
frontera" (1935) y "Medallones" (1946), en la que se trata la
ocupación nazi de Polonia; y Jerzy Andrzejewski, autor, entre otras, de dos
novelas, "Cenizas y diamantes" (1948), -adaptada más tarde al cine
por Andrzej Wajda-, sobre la realidad polaca tras la Segunda Guerra Mundial,
y la satírica "Helo aquí que viene saltando sobre las piedras"
(1963).
De gran importancia son, asimismo, Jaroslaw Iwaszkiewicz, creador de
una novela autobiográfica, "Fama y gloria" (1956-1962), conocido
también como poeta y autor de relatos breves; Kazimierz Brandys, escribió un ciclo
de novelas psicológicas, titulado "Entreguerras" (1947-1951), un
ajuste de cuentas con los intelectuales polacos y una novela en forma de
diario, "Cartas a la
señora Z" (1958-1960).
La
parodia, el humor absurdo y el gusto por lo grotesco son tres de las
características más destacadas de la literatura polaca contemporánea, en
particular en la producción de Stanislaw Ignacy Witkiewicz, autor de numerosas
novelas y obras de teatro experimentales en las que expresa sus teorías
antirrealistas y también en la de Witold Gombrowicz, con novelas como Ferdydurke
(1937) y Cosmos (1965), por la que ganó en 1967 el Premio Internacional de
Literatura.
Además
de la producción de obras largas, la literatura contemporánea polaca se
caracteriza por la popularidad de géneros como la fábula, la parábola
filosófica, el ensayo y el aforismo. El más destacado de los autores de este
último género es Stanislaw Jerzy Lec.
URSS
La cuestionada Asociación Rusa de Escritores Proletarios (RAPP)
encargada -durante el gobierno los primeros años de la época estalinista- de
ejercer el control político sobre la actividad literaria fue disuelta en 1932 y sustituida por la
Unión de Escritores Soviéticos.
El festival que habría de inaugurar la nueva
época, el Primer Congreso de los Escritores Soviéticos (1934), parecía
auspiciar una nueva atmósfera de tolerancia. En el discurso de apertura, sin
embargo, el miembro del Politburó, Yrei Alexándrovich Zhdánov definió la nueva
doctrina literaria, el realismo socialista, y anunció que un sutil y
omnicomprensivo sistema de controles ajustables vendría a reemplazar a la cruda
coacción de la RAPP.
Leónov
permaneció dentro de los límites de las fórmulas propuestas por el partido en
"Hacia el océano" (1935), pero consiguió edificar en ella una
historia de gran complejidad narrativa y alto contenido filosófico en su
retrato del universo espiritual de un comisario político moribundo, mientras
que la novela en cuatro volúmenes de Shólojov, "El Don apacible"
(1928-1940), es considerada por lo general como la obra maestra en prosa de la
época soviética. Las confusas idas y venidas del cosaco protagonista de la
novela en busca de una verdad moral viable a través del caos de la revolución y
de la guerra civil, terminan por comprometerle con las dos facciones políticas
y, separado violentamente de las certezas de su vida en medio de la naturaleza,
se encamina hacia un trágico final al estilo clásico.
Con
la muerte de Iósiv Stalin en 1953, pareció producirse una cierta apertura, que
se manifestó en los debates críticos que se produjeron y en la publicación de
algunas novelas poco convencionales, como "El deshielo" (1954) de
Iliá Grigórievich Ehrenburg. En ella se cuestionaban importantes aspectos de la
vida en la Unión
Soviética, pero no alcanzaron la talla de la literatura rusa
anterior. Durante este período se prohibieron muchas obras, por lo que
numerosos e interesantes autores de relatos cortos, que cultivaban un estilo
más o menos análogo al de Chéjov, eliminaron o redujeron significativamente los
contenidos políticos de sus obras, a la vez que dirigieron su atención a los
elementos dramáticos de las gentes de los rincones más apartados del país.
El
renombrado poeta Eugueni Yevtushenko volvió a inyectar cierta pasión moral a
una moribunda tradición poética y su contemporáneo Yrey Voznesenski aportó
vitalidad al lenguaje poético; utilizó recursos como la metáfora y el ritmo
para dar respuesta a las demandas del mundo contemporáneo con una voz genuina y
refrescante.
El
único recurso que les quedaba a muchos escritores soviéticos era publicar sus
obras en el extranjero.
"Doctor
Zhivago" (1957) de Boris Pasternak lo publicó por primera vez el editor
italiano Feltrinelli en italiano y desde este idioma se hicieron las
traducciones que se publicaron en otros países, no pudo leerse en ruso hasta
1987.
Doctor Zhivago, que narra la historia del viaje de un solitario
individualista a través del caos de la guerra civil en busca de una experiencia
auténticamente humana, restablece muchos de los temas tradicionales de los
escritores del siglo XIX y cuestiona los resultados prácticos del sistema
soviético. En 1958, a
Pasternak se le concedió el Premio Nobel de Literatura pero, sometido a
poderosas presiones oficiales, no lo aceptó.
A
comienzos de la década de 1960, el ya establecido crítico y erudito Yrey
Siniavski publicó una sucesión de brillantes obras bajo el seudónimo de Abram
Tertz, entre las que se encontraba un artículo salvajemente irónico titulado
'¿Qué es el realismo socialista?', en el que atacaba los fundamentos
intelectuales de esa doctrina, además de una serie de historias fantásticas, y
una colección de sombrías meditaciones filosóficas en las cuales hizo pública
su fe católica. En 1966, fue condenado, junto con otro escritor, Yuli Markóvich
Daniel, a trabajos forzados por difamar a la Unión Soviética.
El
renombrado novelista Alexandr Solzhenitsin traspasó a menudo la línea que
separaba lo permitido de lo prohibido. En 1963, como consecuencia de una
intervención personal de Nikita Sergéievich Kruschév, pudo publicar su novela
breve, "Un día en la vida de Iván Denisóvich", que trata de la vida
en los campos de concentración, aunque sus dos novelas más importantes,
"El primer círculo" (1968) y "El pabellón del cáncer"
(1968-1969), no se salvaron de la censura en su país y en contra de la voluntad
de su autor, se publicaron posteriormente en Occidente.
La narrativa de
Solzhenitsin recapitula su propia vida, primero como veterano del ejército y,
más tarde, como condenado en los campos de concentración de su país y víctima
de cáncer. Su versión dramatizada de estas experiencias constituyó una
profética llamada a la limpieza moral de su tierra, y una vuelta a un
"socialismo" ético y a un mundo en el que prevalecieran la verdad y la decencia. Sus
protestas contra la censura, contra su propia expulsión de la Unión de
Escritores y contra la práctica de confinar a los intelectuales disidentes en
sanatorios mentales, constituyeron algunos de los compromisos morales de toda
su obra narrativa. Solzhenitsin vivió en los Estados Unidos y regresó a Rusia en
1994. Luego decidió irse a vivir a Suecia. Recibió el Premio Nobel de
Literatura en 1970, gesto que el gobierno y la Unión de Escritores Soviéticos
condenaron con dureza.
Mijaíl
Bulgákov comenzó a escribir en 1928 su más importante novela "El maestro y
Margarita", en la que llevaba a cabo una sátira del gobierno, pero no pudo
publicarla en la URSS hasta 1967, aunque en una versión muy recortada.
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