La
fortuna esperaba a Elvis Aaron Presley, nacido en Tupelo, Mississippi, en enero
de 1935.
Pertenecía a una familia humilde del Sur americano (white trash,
'basura blanca' para los herederos de los ideales esclavistas de la
Confederación) que se estableció en Memphis en 1948, pero en 1954 ya cantaba y
grababa temas de Arthur Crudup y Bill Monroe, oscilando entre el blues, el
gospel y el country rural.
Por
aquella época el propósito de algunas compañías discográficas, ante la
decadencia del country, consistía en descubrir a cantantes que expresaran
"sentimientos blancos" con fuerza, voces y corazones negros, y Elvis
resultó el artista elegido en una época en que ya gozaban de relativo éxito solistas como Jerry Lee Lewis (1935), Carl Perkins (1932), Johnny Cash (1932),
Roy Orbison (1936) y Chuck Berry (1931).
Salvo Berry, apoyado por Muddy Waters
y una discográfica independiente de Chicago, los demás coincidirían en sus
primeros trabajos al grabar en 1955 con el sello Sun Records, y de ahí nació la
primera leyenda de los cinco pioneros o, en cualquier caso -en palabras de
Jesús Ordovás-, de "los cinco grandes creadores del rock and roll".
Pero Elvis, gracias a su participación en diversos espectáculos masivos de
Nashville a principios de 1956, de clara significación country, pudo renunciar
a su condición de héroe local que goza del interés de una audiencia reducida
pero fiel, y con habilidad, apoyándose en su tema 'Heartbreak hotel', atípico
en el contexto donde lo presenta, deslumbra, hipnotiza a masas de quinceañeras
y se alza con un triunfo que le catapulta en cuestión de pocos días al primer
puesto en la lista de éxitos de Estados Unidos.
Con
'Heartbreak hotel' estalla el fenómeno de los teenagers (seguidores jóvenes de
edades comprendidas entre los 13 y los 19 años), que dará el espaldarazo al
joven y tímido cantante procedente de los más bajos estratos sociales,
reconvertido en escasas semanas en ídolo de multitudes de jóvenes que ven
personificado en él, hábil vocalista, diletante, bromista de gesticulación
agresiva, y dado a las audacias sensuales en directo, al rebelde blanco que
alcanza el irrenunciable sueño americano: triunfar.
En 1955 había fallecido en accidente automovilístico James Dean, encarnación mítica y cinematográfica de la juventud rebelde y 'sin causa'. Elvis Presley tenía una causa, el rock, y transmitía inconformismo, ansia de rebelión y juventud.
En 1955 había fallecido en accidente automovilístico James Dean, encarnación mítica y cinematográfica de la juventud rebelde y 'sin causa'. Elvis Presley tenía una causa, el rock, y transmitía inconformismo, ansia de rebelión y juventud.
Entre
1955 y 1958 el ascenso de Elvis es imparable: es un mito, un ídolo que rinde
buenos réditos, pues cualquiera de sus canciones, que no se atienen a un estilo
único o definido, logra ventas millonarias (ya contratado por Radio Corporation
of America, RCA) y gana la devoción de millones de personas, dentro y fuera de
su país.
Las canciones, la histeria colectiva de sus seguidores en los conciertos y en consecuencia, la comercialidad, llaman a las puertas del cine, y las películas ("El barrio contra mí", "El rock de la cárcel") se convierten en un medio privilegiado para gozar del magnetismo espasmódico del que ya empieza a ser llamado, en perjuicio no sólo de Chuck Berry, Bill Haley, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison, Cash y Perkins, sino de talentos que se incorporan a los insólitos ritmos frenéticos y juveniles de estos años (como Buddy Holly, Gene Vincent, Eddie Cochran, Ritchie Valens, Johnny Burnette, entre muchos otros), el 'rey del rock'. Elvis no es sólo una voz ni una capacidad para enloquecer al público mediante sus atrevidos movimientos -se prohibió emitirlos por televisión- y temas tan dulces o sinuosos como 'Love me Tender', 'Teddy Bear', 'Hound Dog', 'Jailhouse Rock' y 'King Creole': es una imagen, el remozado símbolo de la juventud, el carisma de la "Gran América", pero no por ello puede dejar de cumplir con la patria como soldado.
Las canciones, la histeria colectiva de sus seguidores en los conciertos y en consecuencia, la comercialidad, llaman a las puertas del cine, y las películas ("El barrio contra mí", "El rock de la cárcel") se convierten en un medio privilegiado para gozar del magnetismo espasmódico del que ya empieza a ser llamado, en perjuicio no sólo de Chuck Berry, Bill Haley, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison, Cash y Perkins, sino de talentos que se incorporan a los insólitos ritmos frenéticos y juveniles de estos años (como Buddy Holly, Gene Vincent, Eddie Cochran, Ritchie Valens, Johnny Burnette, entre muchos otros), el 'rey del rock'. Elvis no es sólo una voz ni una capacidad para enloquecer al público mediante sus atrevidos movimientos -se prohibió emitirlos por televisión- y temas tan dulces o sinuosos como 'Love me Tender', 'Teddy Bear', 'Hound Dog', 'Jailhouse Rock' y 'King Creole': es una imagen, el remozado símbolo de la juventud, el carisma de la "Gran América", pero no por ello puede dejar de cumplir con la patria como soldado.
Es
en 1958 cuando Elvis se incorpora al ejército, para volver a su país dos años
después y codearse con mitos de otras generaciones e integrarse en la sociedad
de las 'grandes estrellas': Frank Sinatra, Ann Margret, James Brown, Ed
Sullivan, y multitud de personalidades estadounidenses le trataban como a un
igual.
Elvis
se plegará a partir de entonces, coincidiendo con un 'reblandecimiento' de las
líneas maestras del rock, en una dinámica por la que habrá de rodar tres
películas al año, grabar algunos discos en tanto espacia cada vez más sus
actuaciones en público. Instalado en su mansión de Memphis, Graceland, dará sus
conciertos en Las Vegas.
Habrán
de transcurrir 10 años para que se produzca su reaparición pública, con la
grabación de 'In the Ghetto', que le vuelve a situar en el primer puesto de las
listas de éxito.
Paralelamente, en el panorama del rock se han sucedido fenómenos trascendentales hacia los que 'el Rey' se muestra ajeno, por la comodidad de su status de héroe popular indiscutido, crooner (cantante melódico-romántico) ocasional y nostálgico de las melodías religiosas de su infancia: la eclosión de la música de los sesenta, la aparición de Bob Dylan, The Beatles, Morrison, The Who, The Band, The Rolling Stones, The Kinks, Yardbirds, por ejemplo, no reflejarán su influencia más allá de un reconocimiento de carácter generacional, pues según repetida expresión de la época, "todos habían crecido con Elvis".
Tras brindar su apoyo a la dura política internacional de Richard Nixon, presidente de Estados Unidos, y prestarse a colaborar como agente federal en la lucha contra el tráfico de drogas en su país -pidió armas y placa al presidente en persona- la decadencia de Elvis Presley fue imparable. Consumido por su adicción a los fármacos y el alcohol, vencido por el insomnio y las depresiones, sucumbió en la madrugada del 16 al 17 de agosto de 1977 en su finca de Graceland.
Paralelamente, en el panorama del rock se han sucedido fenómenos trascendentales hacia los que 'el Rey' se muestra ajeno, por la comodidad de su status de héroe popular indiscutido, crooner (cantante melódico-romántico) ocasional y nostálgico de las melodías religiosas de su infancia: la eclosión de la música de los sesenta, la aparición de Bob Dylan, The Beatles, Morrison, The Who, The Band, The Rolling Stones, The Kinks, Yardbirds, por ejemplo, no reflejarán su influencia más allá de un reconocimiento de carácter generacional, pues según repetida expresión de la época, "todos habían crecido con Elvis".
Tras brindar su apoyo a la dura política internacional de Richard Nixon, presidente de Estados Unidos, y prestarse a colaborar como agente federal en la lucha contra el tráfico de drogas en su país -pidió armas y placa al presidente en persona- la decadencia de Elvis Presley fue imparable. Consumido por su adicción a los fármacos y el alcohol, vencido por el insomnio y las depresiones, sucumbió en la madrugada del 16 al 17 de agosto de 1977 en su finca de Graceland.
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