Nacido en Volos (Grecia) en 1888, fue hijo de una genovesa y de un ingeniero ferroviario italiano:“un caballero de otros
tiempos” como lo describió en su autobiografía.
Influenciado por la filosofía de Shopenhauer y Nietzsche y los artistas plásticos simbolistas Böcklin y Klinger, en una primera
etapa (1909), sus primeras obras eran explícitos
ejercicios en torno a estos aristas pero ya se podían ver las primeras
inquietudes metafísicas, los espacios irreales y las primeras
obsesivas presencias estatuarias de figuras masculinas (y muchas veces paternas) y femeninas.
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Las musas inquietantes. 1916 |
Aunque criticado
por narcisista, no son pocos –desde Apollinaire a Cocteau- que acogen su
pintura con verdadero entusiasmo.
El silencio, la
soledad, la angustia por el paso del tiempo –podría decirse quizás también por ese tiempo muerto- son constantes de la pintura metafísica de De Chirico.
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Héctor y Andrómaca. 1917. Atender en este cuadro cómo los maniquíes están compuestos por trozos geométricos como de madera... |
La presencia
de elementos simbólicos, fuera de contexto–la escultura de un torso sin cabeza junto a un cacho
de bananas (“La inquietud del poeta”), maniquíes, las manos o guantes de
cirujano, generan una sugestión desconcertante.
Las distintas figuras
relacionadas a trenes están directamente vinculadas a su padre ferroviario (figura
ausente porque muere cuando él tenía 17 años).
Otros elementos
característicos de su pintura son el uso de espacios urbanos abiertos, con
mucho elemento arquitectónico, la proyección de sombras duras y la casi
ausencia de presencia humana, elementos todos que le dan un tono onírico.
Para De Chirico
lo metafísico sólo se podía pintar simbólicamente. Por ello el uso de los espacios
como escenarios teatrales, los objetos de tamaño desproporcionados sacados de contexto, nos ayudan a
recordar que lo que estamos viendo no es la verdad sino la representación que
el ser humano puede hacerse de ella.
El uso de los
maniquíes no tiene que ver con la deshumanización o una visión irónica del
hombre, sino con la representación simbólica del alma. Del mismo modo que se
concibe a los espantapájaros o a los
muñecos a los que se pincha en ciertas creencias mágicas.
En sus cuadros
siempre está la presencia de Grecia, lo clásico, y la sensación de una búsqueda.
La cantidad de
autorretratos, lo que le valió que lo tildaran de narcisista tendría que ver
justamente con esa búsqueda metafísica personal.
Los primeros en “descubrir”
a De Chirico fueron los surrealistas, que veían en su concepción del
inconsciente una anticipación de la propia actitud creativa.
Su período
metafísico se sitúa entre la primera y la segunda década del siglo XX. Su obra
posterior, a instancias de los propios surrealistas, fue dilapidada por la
crítica.
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Diana duerme en el bosque. 1933 |
Según el escritor Pablo Dobrinin (Revista La Pupila, 2013), “si los
opinólogos se hubiesen acercado a sus cuadros con humildad, para tratar de entender
cómo funcionaba su universo personal, en lugar de criticarlo con ideas
preconcebidas, seguramente le habrían permitido al artista disfrutar de un reconocimiento
que se había ganado con creces. En lugar de eso, su vejez la pasó luchando
contra la incomprensión, las burlas, los imitadores y los falsificadores”
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