lunes, 30 de julio de 2012

Corrientes de pensamiento: marxismo


El marxismo
 Se denomina así al sistema de ideas y a la doctrina creada por Karl Marx
.
Ningún otro teórico ha sido tan estudiado y tan discutido durante el siglo XX como él. La razón de este interés está lejos de ser exclusivamente académica. Ningún otro pensador moderno ha tenido tanta influencia sobre los movimientos políticos y sociales.
Marx fue el continuador y consumador de las tres grandes corrientes espirituales del siglo XIX: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés, unido a las ideas revolucionarias francesas en general.
Marx insistió mucho en el carácter científico de su socialismo. El método de análisis marxista rechaza cualquier absoluto, bien de verdades eternas, bien de un objeto que existiera por sí mismo fuera del sujeto.
 
Materialismo filosófico
Desde la antigüedad griega -con Parménides y Heráclito; Platón y Aristóteles- hasta la actualidad, los hombres se han dividido radicalmente en dos corrientes opuestas, que tienen que ver con el problema de la relación entre el pensar y el ser; entre el espíritu y la materia: idealismo y materialismo.
El idealismo proclama la preexistencia de la idea, la supremacía de la mente: el proceso del pensamiento como un sujeto con vida propia; la idea como el demiurgo, el creador de lo real. La materia constituye entonces, un aspecto u objetivación de la mente.
El materialismo, por el contrario, plantea la preexistencia de la materia. El proceso del pensamiento y la conciencia se explican por cambios fisioquímicos en el sistema nervioso: son producto del cerebro humano.
Para Marx, es necesario partir de la experiencia humana: el primer saber del hombre es inmediato a la naturaleza: no es más que conciencia sensible, y el objeto que conoce se le escapa en seguida. Entonces el sujeto abstrae del objeto algunas propiedades para adquirir de él un conocimiento más íntimo, y también el objeto se enriquece con nuevas determinaciones (hasta entonces no percibidas, y por tanto no existentes para el hombre).
Paralelamente a esta idea, Marx junto a Federico Engels adoptan la dialéctica hegeliana, a la que consideran la mayor adquisición de la filosofía alemana clásica.
 La dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano". Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx recoge y desarrolla.
Concepción materialista de la historia
Si el materialismo explica la conciencia por el ser, aplicado a la vida social de la humanidad, exige que la conciencia social se aplique por el ser social.
La tecnología (proceso a través del cual los seres humanos diseñan herramientas y máquinas para incrementar su control y su comprensión del entorno material) es la que descubre la relación activa del hombre con la naturaleza, el proceso inmediato de producción de su vida, y al mismo tiempo, las condiciones sociales y las representaciones espirituales que de ella se derivan.
El materialismo histórico, formulado en los escritos de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladímir Ilich Lenin, permitió por primera vez, el estudio científico de las condiciones sociales de la vida de los hombres, y de los cambios experimentados por estas condiciones. En cada época histórica el sistema económico imperante determina las necesidades de la existencia, la forma de organización social y política, así como los aspectos religiosos, éticos, intelectuales y artísticos de cada época.


El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino que es su circunstancia social la que determina su conciencia. Al cambiar la base económica, se revoluciona la superestructura erigida sobre ella.


Partiendo del análisis de las sociedades humanas a lo largo de la historia, Marx plantea la existencia de cierta constante: la permanente lucha entre pueblos y sociedades, así como la lucha entre diferentes sectores de la sociedad: hombres libres y esclavos; patricios y plebeyos; señores y siervos; es decir, opresores y oprimidos; pueblos dominantes y dominados. Marx intenta descubrir las leyes del movimiento en ese aparente caos, y plantea así la teoría de la lucha de clases, definiéndola como "el motor de los acontecimientos".
 
"La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días (exceptuando la historia de la comunidad primitiva), es la historia de la lucha de clases" (Manifiesto del Partido Comunista).

Las capas medias -el pequeño industrial, el comerciante, el artesano, el campesino- luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como capas medias. El proletariado, según esta concepción, es la única clase revolucionaria, que pretende la toma del poder y la "dictadura del proletariado", hacia la formación del socialismo: una forma de organzación donde se suprimirían las clases sociales, y esto conduciría a la extinción del Estado. "El gobierno de las personas es sustituído por la administración de las coas y la dirección del proceso de producción".
"La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce" (Engels, El origen de la familia, la propiedad y el Estado).


La doctrina económica de Marx
"El fin que persigue esta obra -dice Marx en su prefacio de "El Capital"- es descubrir la ley económica del movimiento de la sociedad moderna", es decir, de la sociedad capitalista de su época.
El estudio de las relaciones de producción de una sociedad históricamente determinada y concreta en su aparición, su desarrollo y su decadencia es lo que compone la doctrina económica de Marx.
Parte de una constatación de la realidad: en la sociedad capitalista lo que impera es la producción de mercancías.
La mercancia es, en primer lugar, un objto que satisface una necesidad humana cualquiera. En segundo lugar, un objeto susceptible de ser cambiado por otro.
Este objeto entonces tiene un valor de uso, pero también un valor de cambio (o valor, sencillamente); es decir, la proporción en que se cambia un determinado número de valores de uso de una especie por otro de otra especie.
Todos estos objetos tienen en común ser productos del trabajo.
Los hombres, al intercambiar sus productos, establecen diversas formas e equivalencia entre las diferentes formas de trabajo; y lo que se toma en cuenta para medir esta equivalencia no es el objeto concreto, sino el trabajo humano desde un punto de vista general.
A partir de este punto, Marx comienza a estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento del cambio, que llevó al hombre a pasar del trueque de unas mercancías por otras, al uso del dinero.
El poseedor del dinero (el capitalista) compra la fuerza de trabajo al trabajador (proletario) por un valor, determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción (es decir, por el costo del mantenimiento del obrero y su familia). Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo, el poseedor del dinero tiene derecho a consumirla, es decir, a que el obrero trabaje cierto número de horas (doce, por ejemplo). Pero el obrero crea en seis horas (tiempo de trabajo "necesario") un producto que basta para su mantenimiento; durante las seis horas restantes, engendra un "plusproducto" no retribuido por el capitalista, y que Marx define como "plusvalía". El capital que el empresario invierte en pagar la fuerza de trabajo, aumenta entonces en el proceso de trabajo, gracias a la plusvalía.
Esto genera mayor concentración de poder en cierto sector, y empobrecimiento y degradación en los sectores trabajadores.
Así, la producción capitalista es esencialmente una producción dirigida al intercambio y no a la satisfacción de necesidades. La competencia hace que las empresas capitalistas ineficaces vayan a la quiebra, y se tienda a la concentración de empresas y la creación de monopolios, al tiempo que los mercados no dejan de crecer, pues las técnicas productivas y las medios de intercambio están continuamente cambiando y mejorando.
Las crisis son un fenómeno inherente al capitalismo. Los capitalistas intentan aumentar la intensidad de la jornada laboral y, en consecuencia, la productividad del trabajo. Por su parte, los trabajadores, si están organizados, resistirán. Los capitalistas intentarán ampliar los mercados, pero al mismo tiempo pagarán a sus trabajadores el mínimo posible. Si lo consiguen, tanto el consumo como la demanda de los trabajadores disminuirán, los mercados se reducirán y el capitalismo entrará en crisis.
La compleja obra de Marx, permitió que se produjeran interpretaciones dispares.
Antes de 1914, la ortodoxia dominante era la promulgada por Karl Kautsky, que defendía la inevitabilidad del colapso del capitalismo. Tras la Revolución Rusa, Lenin añadió a la doctrina marxista una interpretación del imperialismo, una teoría del Estado, y los principios de la organización revolucionaria, constituyendo así la conocida doctrina marxista-leninista. El comunista italiano Antonio Gramsci subrayó el papel de la ideología en una sociedad civil para la construcción de una hegemonía política.
El atractivo del marxismo se debió a que proporcionó un poderoso respaldo intelectual a la indignación moral que producían las importantes desigualdades del capitalismo, y a la esperanza de que un sistema condenado a la extinción terminaría por desaparecer.
La obra de Marx:
Manuscritos filosóficos y económicos de 1844
La ideología alemana, 1845-1846)
Manifiesto Comunista, 1848)
El 18 Brumario,1852
La guerra civil en Francia,1871)
Contribución a la crítica de la Economía Política, 1859)
El capital, vol. 1, 1867; vols. 2 y 3 publicados póstumamente)


El leninismo

El "leninismo" o "marxismo leninismo", es la doctrina e ideología política basada en la interpretación que del marxismo hizo Vladimir Ilich Lenin.
A las teorías económicas y sociales de Marx, Lenin le sumó el “cómo hacerlo”, cómo llevar a la práctica la abolición del capitalismo y sustituirlo por un sistema radicalmente diferente: el comunismo.
Según su análisis, la revolución proletaria del siglo XX (la revolución de octubre de 1917 en la que él fue protagonista) se distingue de las revoluciones burguesas de los siglos pasados por ser la 1ª en ser llevada a cabo por la clase social más baja, que no tenía el poder económico existente en sus manos (como sí ocurrió por ejemplo con la burguesía en la revolución francesa), y que aspira a un derrocamiento de la sociedad capiatalista existente.
Para el marxismo leninismo, la conquista del poder por el proletariado no es el final de un proceso sino el comienzo en el proceso de revolucionar la sociedad: es decir, llegará a cumplir sus objetivos cuando, junto con las demás clases, se liquide a sí misma como clase.
Como de lo que se trata es de cambiar radicalmente la sociedad tal como la conocemos, el leninismo concibe la revolución proletaria como un cambio político internacional, para la construcción de un mundo sin clases, que no será lineal ni uniforme y por tanto deberá contemplar los procesos nacionales.
El postulado marxista “La ideología predominante de toda sociedad es la ideología de la clase dominante”, llevó a algunos estudiosos como Herbert Marcuse a plantear como utópica esta idea de cambio: tomando en cuenta como punto de partida la definición marxista de la clase en el poder, se pone en duda el potencial revolucionario de la propia clase trabajadora.
Para lograr esto, el leninismo se plantea la conciencia política de clase, a través de la organización y concientización de los trabajadores en torno al partido, donde la “vanguardia”, ejercida por el propio partido comunista, debe ganar su reconocimiento como tal a través de su relación y trabajo con la clase trabajadora más y menos conciente.
El divorcio entre el partido y la masa trabajadora, e incluso el problema de la  burocracia, fueron aspectos de la organización que el propio Lenin concibió como problemas. El partido, como quienes actúan en él, están formados dentro de los esquemas de división del trabajo y de la producción de mercancías, que tiende a traer consigo la cosificación de todas las relaciones humanas. Cuando esto se desarrolla, surge la tendencia a la auto preservación del aparato como un fin en sí mismo y a la burocratización de quienes ahora detentan poder.

La revolución rusa


La revolución rusa constituye el conjunto de acontecimientos que tuvieron lugar en la Rusia imperial y culminaron en 1917 con la proclamación de un Estado soviético, denominado desde 1922 Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), hasta su disolución en 1991.
El término "Revolución Rusa" hace referencia a las dos revoluciones que triunfaron en 1917. La primera, que comenzó con la rebelión ocurrida entre el 8 y el 12 de marzo de 1917 derrocó a la monarquía autocrática imperial; suele ser denominada "Revolución de febrero". La segunda, que se inició con una insurrección armada el 6 y 7 de noviembre (24 y 25 de octubre del calendario juliano que se usaba en la Rusia imperial), fue organizada por el partido bolchevique en contra del Gobierno Provisional instaurado tras la primera fase revolucionaria y operó una transformación en las relaciones económicas, políticas y sociales de la sociedad rusa; se denomina "Revolución Bolchevique" o "Revolución de Octubre".
 Antecedentes
Las reformas emprendidas por el zar Alejandro II (1855-1881) habían generado una corriente en favor del cambio constitucional.
Los gobiernos locales eran considerados como el embrión de un gobierno parlamentario y la liberalización en materia legal estimuló la elaboración de una legislación también a escala nacional. La abolición de la servidumbre promovió el deseo y la necesidad de una reforma agraria de mayor alcance; con el nuevo plan de educación instituido por el zar, que permitió el acceso de los jóvenes que no pertenecían a la nobleza a la enseñanza secundaria y las universidades, surgió un gran colectivo de estudiantes que se convertirían en la vanguardia revolucionaria.
El primer paso fue la organización de un partido que protagonizara el proceso de lucha; en 1898, en Minsk, quedó fundado el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) que en su II Congreso (1903) ya contaba con dos facciones enfrentadas: mencheviques y bolcheviques.
La Revolución de marzo
En marzo de 1917 se celebró una manifestación en Petrogrado (en la actualidad, San Petersburgo), con motivo del Día Internacional de la Mujer, que se convirtió en una protesta contra la escasez de alimentos a la que se unieron tropas amotinadas; el gobierno no consiguió restablecer el orden y el poder quedó en manos de un gobierno provisional formado por los miembros más destacados de la Duma estatal. El zar Nicolás II, que no contaba con el apoyo de ninguna fuerza, abdicó. Su hijo quedó excluido de la sucesión debido a su frágil salud, y el hermano del zar, el gran duque Miguel, declinó la corona salvo que ésta le fuera ofrecida por la Asamblea Constituyente recién reunida. Dado que esto no fue posible, la dinastía de los Romanov, después de tres siglos de reinado en Rusia, fue derrocada.
El Gobierno Provisional y el Soviet de Petrogrado
El gobierno provisional aplicó inmediatamente diversas reformas liberales y abolió el cuerpo de policía, sustituyéndolo por una milicia popular.
La libertad de expresión permitió a los socialistas proclamar su oposición a la primera guerra mundial y reclamar una paz democrática sin reparaciones ni anexiones. Imperaba una atmósfera de júbilo y reconciliación que afectaba incluso al partido más beligerante, el bolchevique, cuyos líderes regresaron de su exilio en Siberia para dirigir la política de la organización en ausencia de su verdadero jefe, Lenin, que se encontraba aún en Suiza. Liev Kámenev y Iósiv Stalin, redactores del periódico bolchevique "Pravda" (La Verdad), siguieron la línea general mantenida por el Soviet de Diputados de Obreros y Soldados de Petrogrado, y reclamaron apoyo para el nuevo régimen siempre y cuando su política no entrara en conflicto con los fines de la revolución. A la formación del Soviet de Petrogrado siguió la de otros muchos en distintas ciudades rusas, con lo que en Rusia quedó establecido lo que la historiografía posterior definiría como "doble poder": el Gobierno Provisional y los Soviets.
El 16 de abril de 1917, Lenin consiguió llegar a Petrogrado.  Tras su llegada, Lenin expuso las llamadas "Tesis de Abril",en las que declaró que los bolcheviques no apoyarían al Gobierno Provisional, y pidió la confraternización de los soldados de los diversos estados en el frente para poner fin a la guerra imperialista e iniciar la revolución a escala internacional. Su partido repudió estas tácticas inicialmente alegando que desembocarían en un aislacionismo suicida para los bolcheviques; sin embargo, al cabo de un mes, Lenin les había persuadido de que la única forma de que triunfara la revolución socialista era que Rusia abandonara la lucha en Europa y los bolcheviques se mantuvieran independientes, evitando alianzas con otros partidos, especialmente con la mayoría menchevique del Soviet de Petrogrado.
Mientras el gobierno intentaba seguir fiel a su política de continuar la guerra hasta su conclusión satisfactoria y mantener sus pactos con las potencias aliadas -actitud que le supuso el desprecio del pueblo, que le consideraba el heredero político del zar-, los bolcheviques continuaban su campaña derrotista en defensa de la fraternización.
En esos momentos, había cuatro ministros socialistas en el gobierno, lo cual sirvió únicamente para moderar las críticas y la oposición del Soviet. Sin embargo, Lenin continuó reclamando "todo el poder para los Soviets", a la vez que atacaba a los socialistas que habían sido seducidos por el poder.
El Gobierno Provisional, incapaz de solucionar los problemas internos y anhelando poner fin a sus compromisos con los aliados occidentales, lanzó una ofensiva a finales de julio que fracasó y provocó la desorganización del Ejército.
Parecía que la propaganda bolchevique estaba justificada y los soldados, en palabras de Lenin, "votaron con los pies" cuando desertaron del frente. La situación en Petrogrado era tal que el Congreso de Soviets se vio obligado a reclamar la abolición de la Duma y la convocatoria de una Asamblea Constituyente para el 30 de setiembre. La gran influencia de los bolcheviques quedó demostrada en una manifestación organizada por el Soviet, a la que acudieron 400.000 trabajadores de Petrogrado, y a la que siguió una marcha armada de 500.000 trabajadores, soldados y tropas procedentes de la fortaleza insular de Kronstadt los días 16, 17 y 18 de julio. 

El aumento del poder de los bolcheviques
Mientras Lenin y su partido atacaban al gobierno por su lamentable administración en todos los campos, un ansia de revanchismo se había apoderado de los oficiales del Ejército, liderados por su comandante en jefe, el general Lavr Kornílov. El lema "democracia soviética" impedía a los oficiales cumplir con su deber militar tanto en el frente como en la retaguardia, y la ola de indignación se materializó en un plan de acción. Kornílov apremió a Kerenski, que se había convertido en primer ministro el 20 de julio, para que le permitiera dirigirse a la capital con una división de tropas leales, eliminar a la oposición e implantar una dictadura militar. Kerenski accedió en un principio, pero revocó la orden más tarde ante el temor de ser él mismo uno de los objetivos de Kornílov. Éste ignoró la anulación de la orden y avanzó hacia la capital. Kerenski mandó que fuera arrestado y solicitó al Soviet y los bolcheviques, a los que suministró armas, que defendieran Petrogrado. Mientras tanto, los soldados y trabajadores que habían de hacer frente a las tropas de Kornílov consiguieron convencerlas de que no avanzaran, con lo que concluyó el golpe de Estado.
Sin embargo, estos acontecimientos tuvieron dos importantes consecuencias: la acción del gobierno fue considerada como una traición por el cuerpo de oficiales, por lo que el gabinete de Kerenski perdió prácticamente todo el apoyo militar, mientras que sus más acérrimos enemigos, los bolcheviques, tenían a su disposición en esos momentos a 40.000 soldados disciplinados y armados, la Guardia Roja.
Lenin comenzó a preparar la campaña para llevar a cabo una rebelión armada.
Desde su refugio finés, envió numerosos artículos al diario Pravda y dirigió diversas cartas al comité del partido bolchevique; había llegado el momento de que el Soviet se hiciera con el poder. A pesar del fervor con el que había alentado a sus seguidores, Lenin no estaba seguro de que la revolución pudiera triunfar ni de que ésta fuera acogida favorablemente en todo el país. Fue Trotski, entonces presidente del Soviet de Petrogrado, quien encontró la solución: tras formar el Comité Militar Revolucionario, convenció a Lenin de que hiciera coincidir el alzamiento con el II Congreso de los Soviets, convocado para el 7 de noviembre, y declarara que el poder había sido transferido a los Soviets de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos.
En la noche del 6 de noviembre, la Guardia Roja ocupó los emplazamientos claves de la capital y tomó el Palacio de Invierno, en donde fueron arrestados los ministros del Gobierno Provisional (Kerenski consiguió escapar). Al día siguiente, Trotski anunció, según lo previsto, el traspaso del poder a los Soviets.
El nuevo gobierno
El Congreso de los Soviets de toda Rusia se reservó para sí el poder supremo en la nueva estructura gubernamental. El cumplimiento de las decisiones aprobadas en el Congreso se encargó al Soviet de Comisarios del Pueblo, que constituía el primer Gobierno Obrero y Campesino, y tenía un carácter provisional hasta que fuese convocada una Asamblea Constituyente. Su autoridad estaba supeditada al Congreso de los Soviets y a su Comité Ejecutivo Central. Cada uno de los comisarios presidía una comisión, el equivalente de los ministerios de otros regímenes. Lenin fue elegido presidente del primer "Sovnarkom", gabinete en el que también ingresaron Trotski (como comisario del pueblo -ministro- para las Relaciones Exteriores) y Stalin (comisario del pueblo para las Nacionalidades).
Los Decretos sobre la Paz (para iniciar rápidamente negociaciones que condujeran a la misma) y sobre la Tierra (nacionalización de ésta y abolición de los grandes latifundios sin indemnización), adoptados por el II Congreso de Soviets de toda Rusia antes de su disolución, recibieron un amplio apoyo por parte del nuevo gobierno, y fueron decisivas a la hora de garantizar la victoria de los bolcheviques en otras ciudades y provincias. El 15 de noviembre, el Consejo de Comisarios del Pueblo proclamó, mediante la Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia, el derecho a la autodeterminación de éstos, sobre la base de la plena igualdad y soberanía, lo que abría la posibilidad de que las nacionalidades que habían sido integradas por la fuerza en el Imperio zarista pudieran separarse voluntariamente; no obstante, esta cámara expresó su confianza en que los trabajadores de los distintos pueblos nacionales decidieran permanecer en Rusia.
Se nacionalizaron los bancos y se concedió el control de la producción a los trabajadores. La industria se fue nacionalizando gradualmente.
La Asamblea Constituyente, que se reunió en Petrogrado en enero de 1918, y en la que los bolcheviques eran una pequeña minoría, fue disuelta por el nuevo gobierno, alegándose que, en tanto que representaba la fase burguesa de la revolución por haber sido convocada por el Gobierno Provisional, debía ser sustituida por una auténtica institución revolucionaria, como sucedió de hecho cuando en su lugar fue reunido el III Congreso de Soviets de toda Rusia, que aprobó la Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, como preámbulo de la Constitución por la que quedó proclamada la República Soviética Federativa Socialista de Rusia (RSFSR).
La guerra civil
Una vez que los bolcheviques se hicieron con el control, el nuevo gobierno puso fin a la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial a través de la firma de la Paz de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918. De acuerdo con lo establecido en este tratado, los rusos se vieron obligados a entregar los estados bálticos, Finlandia, Polonia y Ucrania.
El pueblo se indignó por la pérdida de estos territorios, y la oposición al partido bolchevique provocó una guerra civil que se inició en 1918 y concluyó en 1920. El gobierno de Lenin, establecido en Moscú -la nueva capital-, adoptó medidas para eliminar a sus rivales políticos. Aunque el campesinado no era seguidor de los comunistas, decidió apoyarles ante el temor de que una victoria de los "blancos" (zaristas) acarreara la restauración de la monarquía. El Ejército Blanco, desorganizado y con escasos apoyos, fue derrotado en 1920 por el Ejército Rojo.
Lenin y el Partido Comunista Ruso (nombre que recibió en 1918 la formación política integrada por los bolcheviques del antiguo POSDR) se hicieron con el control del país. En 1921, Lenin estableció la Nueva Política Económica para fortalecer al nuevo Estado, empobrecido tras siete años de desórdenes y declive económico. El 30 de diciembre de 1922 los territorios étnicos del antiguo Imperio Ruso se unieron en lo que se constituyó oficialmente como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Revoluciones del siglo XX: la revolución mexicana

México. 1910.
Los problemas económicos y sociales en torno a la cuestión agraria desembocan, tras 35 años de dictadura, en el levantamiento campesino dirigido por Emiliano Zapata desde el centro-sur del territorio y Pancho Villa en el norte.
La revolución mexicana comprende el período de la historia de México entre la caída de la dictadura de Porfirio Díaz en 1910 y el ascenso al poder de la burguesía, tras superar los intentos de revolución social protagonizados por los campesinos en 1919-20.
Para quienes no recuerden cómo venía la historia en México, tengan en cuenta que con una riquísima historia indígena en la región y una imponente cultura, el territorio mexicano se vio sometido a casi tres siglos de colonización, hasta que en 1810 se inició la lucha por la independencia, como en casi toda Latinoamérica.
Pero la independencia mexicana no fue sencilla y de hecho, sufrió una serie de agresiones de España, Francia y Estados Unidos, que tuvo como consecuencias, por ejemplo, la pérdida de los territorios de Texas, Nuevo México y California.
Para hacerse una idea del caos reinante piensen que en un período de 29 años -de 1821 a 1850- el país tuvo ¡50! gobiernos distintos.


En 1876, el general Porfirio Díaz que había participado en las luchas contra la intervención francesa tomó el poder y gobernó durante 35 años. En ese período México abrió sus puertas a los capitales extranjeros, modernizó la economía, y ello trajo consigo la acentuación de las desigualdades sociales.


En 1910, poco más de ochocientos (800) estancieros latifundistas -muchos de ellos extranjeros- poseían casi todo el territorio nacional. De una población total de 15 millones de habitantes, doce millones dependían de los sumergidos salarios rurales.
Por otro lado, Díaz otorgó concesiones y privilegios a compañías inversoras (especialmente norteamericanas) para el desarrollo de la minería. Hacia 1910, el capital extranjero controlaba casi todas las minas, la industria petrolera, las principales plantas eléctricas, gran parte de los ferrocarriles, y buena parte de los emprendimientos comerciales, todo esto sin volcar algo de esos beneficios al trabajador, al que se le prohibía organizarse y reclamar por sus derechos.
Comenzó en el país una intensa actividad política y ese mismo año apareció el libro "La sucesión presidencial en 1910",escrito por Francisco Ignacio Madero, que se convirtió en el manifiesto político de los grupos de oposición a la dictadura: las clases medias, los campesinos y los obreros, contrarios a la reelección de Díaz para un nuevo mandato presidencial, pero también opuestos a las costumbres aristocráticas y al afrancesamiento dominante, a la política económica del colonialismo capitalista y a la falta de libertades políticas bajo el régimen dictatorial.
En abril de ese mismo año Madero fue designado candidato a la presidencia por el Partido Nacional Antirreeleccionista, con un programa a favor del sufragio efectivo y la no reelección, pero sin claros contenidos sociales y económicos.
Las promesas de reforma agraria se esfumaron en una nebulosa institucionalista, y el descontento no se hizo esperar.
En mayo del mismo año se produjo en Morelos la insurrección de Emiliano Zapata al frente de los campesinos, que ocuparon las tierras en demanda de una reforma agraria. Zapata proclamó su Plan de Ayala, donde denunciaba la traición de Madero a la revolución en favor de su interés personal, y reclamaba su caída. El plan propugnaba la nacionalización y expropiación de los bienes de los enemigos de la revolución, y la devolución a los legítimos propietarios de las tierras usurpadas por el latifundio.
Cerca de diez años duró la lucha. Contra Díaz, contra Madero, luego contra Huerta, y más tarde contra Venustiano Carranza. El largo tiempo de guerra fue también un período de intervenciones norteamericanas con los marines.
Orozco, tras ser nombrado por los agraristas jefe supremo de la revolución, se sublevó en Chihuahua en marzo de 1912, y otro tanto hicieron los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz en Nuevo León y Veracruz respectivamente. El Ejército federal, al mando de Prudencio Robles y Victoriano Huerta, reprimió con dureza los levantamientos, estableciendo campos de concentración, quemando aldeas y ejecutando a numerosos campesinos.
En la ciudad de México tuvo lugar en febrero de 1913 la que se denominó ‘Decena trágica’, enfrentamiento entre los insurrectos y las tropas del general Huerta, que causó alrededor de 2.000 muertos y 6.000 heridos.
Con la insólita mediación del embajador estadounidense, Henry Lane Wilson, el general Huerta llegó a un acuerdo con el general Díaz, destituyó a Madero y se autoproclamó presidente el 18 de febrero de 1913. Cuatro días después el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez fueron asesinados por órdenes de Huerta.
El gobierno de Huerta no fue reconocido por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, quien el 26 de marzo de 1913 proclamó el Plan de Guadalupe, bandera de la revolución constitucionalista, por el que se declaraba continuador de la obra de Madero y procedía a la formación del Ejército constitucionalista, al que no tardaron en sumarse el coronel Álvaro Obregón en Sonora, y Pancho Villa en el norte, mientras Zapata volvía a dominar la situación en el sur y este del país.
La oposición a Huerta en la capital se realizó a través de la Casa del Obrero Mundial, de tendencia anarquista y defensora de las clases obreras urbanas, pero cercana a los planteamientos agrarios del movimiento zapatista, al que dotaron de una ideología más definida, y del lema "Tierra y Libertad", que los alejaba tanto de Huerta como de Carranza.
Las tropas constitucionalistas, formadas por campesinos y gentes del pueblo, derrotaron al Ejército federal por todo el territorio nacional: Villa ocupó Chihuahua y Durango con la División del Norte; Obregón venció en Sonora, Sinaloa y Jalisco con el Cuerpo de Ejército del Noroeste; y Estados Unidos, tomando partido por los oponentes a Huerta, hizo desembarcar su infantería de Marina en Veracruz el 21 de abril de 1914.
Después del triunfo constitucionalista en Zacatecas el 24 de junio de ese mismo año y la ocupación de Querétaro, Guanajuato y Guadalajara, Huerta presentó la dimisión el 15 de julio siguiente y salió del país. En el Tratado de Teoloyucan se acordó la disolución del Ejército federal y la entrada de los constitucionalistas en la capital, que se produjo el 15 de agosto de 1914.
Pronto surgieron diferencias entre los revolucionarios, divididos en tres grupos: los villistas, que ofrecían un programa político y social poco definido; los zapatistas, que mantenían los principios formulados en el Plan de Ayala; y los carrancistas, vinculados a la burguesía y deseosos de preservar los beneficios obtenidos por los generales, empresarios y abogados adictos a Carranza.
En la Convención de Aguascalientes, en noviembre de 1914, se acordó el cese de Carranza como jefe del Ejército constitucionalista y de Villa como comandante de la División del Norte, así como el nombramiento de Eulalio Gutiérrez como presidente provisional. Carranza se trasladó a Veracruz, Gutiérrez llevó el gobierno a San Luis Potosí y la ciudad de México quedó en poder de Villa y Zapata, cuya colaboración inicial terminó un mes más tarde con la salida de ambos de la capital y la reanudación de las hostilidades.
Con los decretos de finales de 1914 y la Ley Agraria de enero de 1915, Carranza ganó para su causa a amplios sectores de la población, mientras los ejércitos carrancistas al mando del general Obregón ocuparon Puebla el 4 de enero de 1915 y derrotaron a Villa en Celaya, Guanajuato, León y Aguascalientes, entre abril y julio del mismo año, por lo que Estados Unidos reconoció al gobierno de Carranza en el mes de octubre. Villa inició en el norte una guerra de guerrillas y trató de crear conflictos internacionales con Estados Unidos, cuyo gobierno, en 1916, envió tropas en su persecución, aunque éstas no lograron capturarlo. En el sur, Zapata realizó repartos de tierras en Morelos y decretó algunas medidas legales para intentar consolidar las reformas agrarias y las conquistas sociales logradas, pero también los zapatistas fueron derrotados por las tropas constitucionalistas al mando de Pablo González y obligados, entre julio y septiembre de 1915, a replegarse en la montaña.
En setiembre de 1916, Carranza convocó un Congreso Constituyente en Querétaro, donde se elaboró la Constitución de 1917, que consolidaba algunas de las reformas económicas y sociales defendidas por la revolución, en especial la propiedad de la tierra, la regulación de la economía y la protección de los trabajadores.
En las elecciones posteriores, Carranza fue elegido presidente de la República y tomó posesión de su cargo el 10 de mayo de 1917.
Zapata mantuvo la insurrección en el sur hasta que, víctima de una traición preparada por Pablo González, cayó en una emboscada en la hacienda de San Juan Chinameca, donde el 10 de abril de 1919 fue asesinado.
Las distintas corrientes revolucionarias se unificaron en 1929 en el Partido Nacional Revolucionario, antecesor del actual Partido Revolucionario Institucional que se instaló en el poder desde esa fecha y ha dominado el espectro político mexicano durante todo el siglo XX. 

En 1934, Lázaro Cárdenas, continuador indiscutido y uno de los más importantes propulsores de la obra revolucionaria, estableció los pilares básicos de la reforma agraria, la nacionalización del petróleo, la expropiación de los bienes de las empresas petroleras extranjeras, la industrialización del país, y la universalización del sistema educativo.

martes, 3 de julio de 2012

Arte entre guerras: el Surrealismo

"Las Musas Inquietantes" (1917)
Giorgio DeChirico (Italia; 1888-1978)
El surrealismo es el arte de lo ilógico, lo inesperado, lo improbable. 
El término, del francés, significa  "por encima de lo real", y fue acuñado por Guillerme Apollinaire en 1917. Fue el escritor francés André Breton quien en 1924 dio nombre al movimiento y escribió su Manifiesto en 1924, asegurando la superioridad del subconsciente y la importancia de los sueños en la creación artística.
Las obsesivas y oníricas pinturas de Giorgio de Chirico, conocidas en ocasiones como metafísicas, se anticiparon al surrealismo en varios años.

 En el surrealismo lo qué importa es la imaginación, la fantasía y el inconsciente aprovechando las teorías de Freud que se ponían de moda en esa época.
Magritte pintó pájaros de piedra y Paul Klee, que amaba la música, pintaba paisajes con árboles cuyas hojas eran notas musicales.
A pesar de que el Dadá había perdido fuerza en torno a 1922, algunos de sus exponentes dirigieron sus energías hacia el surrealismo, en el que, como en el dadaísmo, lo incoherente y lo fortuito se emplearon en el proceso de creación.
 
El Ángelus Arquitectónico de Millet" (1933)
Salvador Dalí (España; 1904-1989)

La ventana" (1921)
René Magritte. (1898-1967)

Éste aquí no es un gran ejemplo, pero busquen a los surrealistas belgas por ejemplo, que recurrieron a la técnica de viejos maestros, pintando los objetos con una claridad y precisión alucinantes. Esta minuciosidad fotográfica intensificaba el notable efecto producido por la incongruente relación establecida entre objetos heterogéneos y confería a la realidad un aire increíblemente ambiguo.

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